Portada » Arte » Virgen del cuello largo analisis de obra
Es un temple sobre tela. Esta obra fue revolucionaria porque por primera vez un tema mitológico de un cuadro de gran formato recuperó el desnudo de los antiguos, tras siglos de vírgenes vestidas y apuntó nuevas soluciones pictóricas.
Pasando al análisis formal y funcional, el tema recoge el momento en que la diosa Venus, que ha emergido del mar de una concha, llega a la playa en una concha, empujada por Céfiro, viento del oeste que abraza a su consorte Cloris entre una lluvia de rosas. Su soplo la empuja hasta la isla de Citerea, consagrada al culto de la diosa. Venus, con expresión ensimismada, aparece representada como Venus púdica cubriéndose con el pelo. En la orilla, la Primavera (una de las Horas, divinidades de las estaciones) acoge con un manto bordado de flores a Venus. Por primera vez desde la antigüedad nos encontramos con un tema mitológico.
El eje de la composición lo marca la figura de Venus (en la que hay un sutil contrapposto). A un lado, el grupo formado por Céfiro y Cloris, y al otro, la Primavera crean un conjunto equilibrado aunque con cierto movimiento a causa del viento que marca una diagonal desde el grupo de la izquierda hasta la Primavera, en cuyos pies hay una anemona azul. Las cuatro figuras que componen el cuadro, dos de ellas entrelazadas, provocan un juego de fuerzas que se contrarrestan.
Las figuras se dibujan con nitidez, pues Botticelli es un verdadero maestro en el uso de la línea y delimita con extraordinaria destreza los contornos de las figuras, utilizando líneas negras, aunque hay incorrecciones anatómicas en los cuerpos de Céfiro y Cloris, o en el tratamiento del cuello y hombro de la diosa.
No hay preocupación por representar la profundidad espacial a través de la perspectiva.
El paisaje es concebido como un marco idealizado en consonancia con la belleza de la diosa. La concepción de la pintura para Botticelli es más poética que científica. De ahí el profundo lirismo y la atmosfera de melancolía e irrealidad de sus cuadros.
Los colores son discretos y recatados como la diosa: los fríos verdes y azules se resaltan por las cálidas zonas rosáceas con toques dorados. Las olas del mar, estilizadas en forma de V, se empequeñecen con la distancia. De los árboles cuelgan frutos blancos con puntas doradas, las hojas tienen espinas doradas y los troncos también se rematan en oro. Todo el naranjal parece imbuido en la presencia de Venus.
Las rosas que caen sobre la diosa se refieren al amor porque implican alegría pero también dolor con las espinas, la concha se refiere a la fertilidad y la guirnalda de mirto que lleva la Primavera se refiere al amor eterno.
La concepción de la pintura de Botticelli es más poética que científica y no recrea un espacio real sino trascendente. La obra no es una simple ilustración sino que desde una lectura neoplatónica representa el triunfo del amor en la naturaleza. Además el mito del nacimiento de la diosa del agua del mar se corresponde con la creencia cristiana de la regeneración del alma por el agua del bautismo. La verdadera belleza es el espíritu.
El Renacimiento constituye una etapa de esplendor artístico que se inicia en las ciudades italianas a comienzos del s. XV y que supone retomar los principios de la antigüedad clásica. En este periodo histórico se producirán acontecimientos tan importantes como a reforma y la contrarreforma, el descubrimiento de América y el afianzamiento de las monarquías europeas.
Pasando al análisis formal e iconográfico, el tema de este óleo sobre tabla representa la Virgen María arrodillada protegiendo a San Juan, quien también arrodillado, está adorando al niño Jesús. Este bendice a su primo mientras tras él un ángel nos mira y señala a san Juan.
La virgen con la mano izquierda parece manifestar respeto a su hijo divino. El conjunto está situado en una extraña gruta, con paisaje azulado, neblinoso e inquietante, emergiendo de la penumbra en medio de altas rocas entre las que fluye un río. El ambiente tiene un aire irreal y sobrecogedor.
La composición se encuadra en un triangulo equilátero, cuyo vértice es la Virgen. A un lado se encuentra un grupo formado por San Juan y en el otro está el niño Jesús y el ángel. Además las cuatro cabezas están colocadas en un círculo, creándose una sensación de movimiento en la escena. Esta sensación de sutil movimiento está reforzada por los gestos de las manos y las sonrisas suaves de tipo leonardesco de los personajes.
En cuanto al uso del color, destaca la vestimenta roja del ángel, mientras que en el fondo los tonos fríos nos transmiten sensación de lejanía. No existen fuertes contrastes de color. Se utilizan colores cremas y pardos. La luz modela los cuerpos produciéndose una suave gradación de las zonas iluminadas a las zonas oscuras, es el sfumatto.
La perspectiva usada es la área, ya que el maestro incorpora la atmosfera en la que están inmersos los cuerpos y los objetos en sus cuados obviando la perspectiva lineal que para él falseaba la visión natural de las cosas. La distancia hace que los contornos aparezcan más desdibujados captando de esta formal a fugacidad, que la expresa eligiendo el momento del día (el atardecer en el que las sombras confieren una especial belleza, dotándola de ese aire distante y misterioso.
Como conclusión, en esta obra Leonardo pone en práctica los rasgos principales de su pintura: sfumatto, perspectiva aérea, composiciones estables y figuras con ademanes suaves y paisajes irreales llenos de misterio que se repiten en otras obras como en la “Gioconda”. Era la tabla central de un tríptico que nunca se instaló y que sería completado por un discípulo suyo que realizo las partes laterales con ángeles cantores. Hay dos versiones de esta obra, una conservada en el Museo del Louvre y otra en la National Gallery de Londres. En la segunda versión hay variantes en el ángel, el niño y san Juan. Otras obras de Leonardo son “La virgen, Santa Ana y el niño”