Portada » Lengua y literatura » Vida y obra de Miguel Hernández: Profundizando en la ‘Elegía a Ramón Sijé’
La Elegía a Ramón Sijé pertenece a El rayo que no cesa. Miguel Hernández nació en Orihuela en un medio humilde, por lo que pronto se vio forzado a abandonar los estudios, hecho que lo diferenciará de casi todos los poetas de la Generación del 27. Aún adolescente, escribe ya sus primeros versos. El deseo de abrirse camino en el mundo literario lo lleva, todavía muy joven, a Madrid. Pero no consigue hacerse un hueco en la vida cultural y regresa a su tierra, aunque ya influenciado por la metáfora y la métrica barroca. En poco tiempo se convirtió en un poeta muy conocido y estimado. Entabló relación con varios poetas de la época. Durante los años de la Guerra Civil lo apresaron y fue condenado a muerte. Murió de tuberculosis en la prisión de Alicante en 1942. Su breve trayectoria vital, su verdad de hombre, de la que fue dejando muestras en todas sus actuaciones, y su poesía, apasionada, han hecho del poeta un símbolo para las jóvenes generaciones de las últimas décadas.
Sus primeros poemas acusan aún la presencia de los modelos que el casi adolescente poeta imita fielmente. Su primer libro, Perito en lunas. El rayo que no cesa reúne composiciones escritas desde 1934 y revela, por ello, la evolución poética del escritor en esos años cruciales en que vive en Madrid. Está escrito en sonetos. El amor es el tema fundamental, un amor insatisfecho, trágico e irrenunciable a la vez que, como un rayo incesante, hiere repetidamente las entrañas del poeta. Viento del pueblo se abre con una Elegía primera dedicada A Federico García Lorca, poeta, en recuerdo del poeta asesinado, y continúa con un conjunto de composiciones en las que abundan las de tono épico y combativo. Su segundo libro del periodo de la guerra es El hombre acecha. Los dolores de la prolongada contienda bélica y el presentimiento de la derrota cargan de pesadumbre estos versos. Su último libro, Cancionero y romancero de ausencias.
El tema principal del poema es la amistad y el dolor que produce la muerte de un amigo. El poeta llora e impreca a la muerte, especialmente por lo injusta que ha sido al llevarse a un hombre joven («temprano levantó la muerte el vuelo»). Ante tal injusticia, el poeta se rebela contra todo, no halla perdón («no perdono…») y desea venganza («en mis manos levanto una tormenta…»). Hasta se plantea la locura de desenterrar al amigo para revivirlo («Quiero escarbar la tierra con los dientes… y desamordazarte y regresarte»). Por último, el poeta descarta la rabia y su deseo es el regreso del alma del amigo. Y esta, volviendo ahora de forma espiritual a la tierra, dará vida a todo lo que le rodea, y el campo –tan importante en la poesía de Miguel Hernández– cobrará un nuevo sentido.
En cuanto a la estructura, el poema se divide en dos partes: la primera englobaría los once primeros tercetos en los que se recoge, primeramente, el dolor resignado por la muerte del amigo. Luego, el vacío que el poeta siente ante la desaparición del amigo se torna en rebeldía, en una imprecación a la muerte, tramo preceptivo en casi todas las elegías: «No perdono a la muerte enamorada,/no perdono a la vida desatenta,/sedienta de catástrofes y hambrienta». Este grito de dolor termina con el deseo de desenterrar al compañero: «Quiero escarbar la tierra con los dientes,/quiero apartar la tierra parte a parte/a dentelladas secas y calientes/y besarte la noble calavera/y desamordazarte y regresarte».
El futuro «Volverás» marca el inicio de la segunda parte, más sosegada que la primera. Asistimos aquí a la resurrección del alma de Sijé depositada en cada uno de los elementos que conforman esa especie de bucolismo de los últimos tercetos. El amigo, que al principio de la «Elegía» yace inmóvil, se ha fundido con la Naturaleza. Sijé mora en la higuera, el huerto, las flores, las rejas. Hernández ya no es el hortelano que se lamenta ante la tumba del amigo, sino que, ahora, creyéndolo libre de la muerte, lo llama para dialogar como antaño: «Tu corazón, ya terciopelo ajado,/llama a un campo de almendras espumosas/mi avariciosa voz de enamorado. Compañero del alma, compañero».
Por orden de aparición, las vivencias expresadas son las siguientes:
Métricamente, el poema está formado por tercetos encadenados: 15 estrofas de tres versos endecasílabos, con rima consonante y esquema ABA, de manera que el segundo verso de cada terceto se convierte en la base de la rima del siguiente (BCB), y así sucesivamente. La última estrofa es un serventesio (OPOP), de forma que Miguel Hernández logra que ningún verso quede suelto, sin rima.