Portada » Historia » Transformaciones Políticas y Sociales en España: Del Absolutismo a la Crisis Monárquica
El absolutismo se define como una forma de poder donde el rey concentra todo el poder, limitado únicamente por las leyes y privilegios de los reinos y grupos sociales. En el siglo XVIII, se desarrolla el despotismo ilustrado, caracterizado por el uso del poder para promover reformas sociales y económicas.
En España, el absolutismo evoluciona durante el Antiguo Régimen: los Austrias tienen una monarquía autoritaria, mientras que los Borbones instauran un régimen absolutista.
La economía es principalmente agraria y preindustrial. La corona interviene fijando los precios del trabajo y las mercancías. Predominan los trabajos manuales y existen numerosas trabas para la circulación de bienes inmuebles, cuya compra, venta, donación o división está prohibida. Los artesanos están obligados a pertenecer a un gremio, y existen monopolios y manufacturas reales dedicadas a artículos de lujo. Todo el comercio está regulado.
La sociedad es estamental y muy desigual, dividida en privilegiados (Alto y Bajo clero, nobleza) y no privilegiados (campesinos). Los campesinos deben pagar el diezmo. Los bienes de la nobleza no se pueden dividir, lo que lleva a la acumulación de riqueza. Esta estructura social genera una inmovilidad social, donde el nacimiento determina el estatus y las oportunidades.
Tras la muerte sin descendencia de Carlos II, se produce un conflicto entre los candidatos Carlos y Felipe. La guerra se desarrolla en Italia, Alemania, Flandes y España, siendo inicialmente desfavorable a los Borbones en España. Finaliza con la Paz de Utrecht en 1713, donde España pierde posesiones europeas, Gibraltar y Menorca, y autoriza el navío de permiso a Reino Unido.
El primer objetivo de Felipe V es reducir la complejidad de los reinos, fundamentándose en el decreto de conquista. El resultado es la centralización política y la unificación legislativa. Se eliminan los consejos de los respectivos reinos, se introducen en Castilla tribunales, chancillerías y audiencias, y la autoridad pasa a los capitanes generales. La Corona de Aragón pierde sus instituciones políticas y administrativas, y se impone un corregidor real. Este modelo, basado en Castilla, garantiza el poder absoluto del rey. Desaparecen los antiguos reinos, solo queda el Consejo de Castilla, y el castellano se convierte en la lengua oficial en España.
El gobierno queda en manos de 5 secretarios de despacho (asuntos extranjeros, guerra, gracia y justicia, Marina e indias, Hacienda), que gradualmente adquieren más poder y se reúnen en la Junta Suprema de Estado. Los consejos se eliminan y la administración territorial se reforma, quedando las audiencias, los intendentes y los capitanes generales. Además, se crea un ejército permanente.
Supone el fin de las excepciones fiscales y la imposición de un catastro. El ministro Jovellanos busca eliminar el mayorazgo y la mesta. Comienza el despotismo ilustrado con Carlos III, que impulsa a España, aunque el pensamiento ilustrado solo cala en una minoría.
A principios del siglo XIX, la monarquía de Carlos IV se encuentra muy desprestigiada debido a la crisis del sistema de gobierno y al gran poder acumulado por Manuel Godoy. Existen dos corrientes políticas: la conservadora y la liberal. La desamortización ordenada por Godoy en 1798 para hacer frente a la crisis financiera enfrenta a la Iglesia. La derrota en la Batalla de Trafalgar en 1805 destruye la Armada española. El Tratado de Fountainebleau permite la entrada de tropas francesas para ocupar Portugal. Esta política levanta la oposición del partido antigodoyista. Napoleón interviene en los asuntos de la familia real española y los convoca en Bayona.
Los franceses intentan instaurar por la fuerza un sistema de gobierno basado en los principios del liberalismo político, respetando ciertos aspectos de las tradiciones del país. Este sistema queda plasmado en el Estatuto de Bayona.
El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se alza contra las tropas francesas. El ejército francés, al mando del general Murat, reprime el levantamiento con un saldo de cientos de muertos. Napoleón obliga a Carlos IV y a Fernando VII a renunciar al trono y cederlo a él.
La ocupación de España no es tan rápida como creía Napoleón. La victoria española en la Batalla de Bailén el 19 de julio de 1808 obliga al rey José I a abandonar Madrid. Durante su estancia en España, el emperador francés lleva a cabo reformas revolucionarias, suprimiendo la Inquisición, el régimen señorial y los conventos. Un ejército inglés al mando del general Wellesley desembarca en la península para ayudar a los portugueses. Napoleón firma con Fernando VII el Tratado de Valençay, dando por concluida la Guerra de la Independencia.
La revolución, iniciada casi al mismo tiempo que la guerra, contempla una convocatoria de Cortes generales y extraordinarias. Las Cortes se reúnen en Cádiz por estar libre de la ocupación francesa.
Entre los diputados existen varias sensibilidades: un grupo absolutista, otro grupo destacado en el prado jovellanos, que pretende un régimen intermedio entre el viejo absolutismo y el modelo constitucional basado en la soberanía de la nación, y los liberales, que proponen una cámara única que asuma la soberanía nacional. Esta última oposición triunfa porque muchos diputados no pueden acudir a la convocatoria y son sustituidos.
Representa una ruptura radical con los principios vigentes hasta entonces. La soberanía reside en la nación. Se proclama la igualdad ante la ley. Se plantea un conjunto de reformas: libertad de imprenta, abolición de la tortura, la Inquisición, se implanta la desamortización de bienes del clero, una reforma de la hacienda y la libertad de comercio e industria.
El 23 de diciembre de 1810 se crea la comisión encargada de elaborar un proyecto de constitución, que se promulga el 19 de marzo de 1812. Los principios de esta Constitución son los siguientes: