Portada » Historia » Transformaciones en España: De la Guerra de Granada al Reformismo Borbónico
La Guerra de Granada, iniciada en 1481, fue estimulada por luchas internas entre nobles granadinos y movilizó a todos los reinos. En parte, se inició por la pérdida de peso político de los Reyes Católicos, quienes buscaban tierras para compensar a la nobleza. Los territorios más resistentes fueron esclavizados, mientras que otros firmaron capitulaciones. En 1492, Boabdil, último emir de Granada, pactó la entrega de la ciudad, marcando el fin definitivo del dominio musulmán en la Península.
Ante el rechazo del reino de Portugal, Cristóbal Colón expuso a los Reyes Católicos su idea de cruzar el Atlántico para llegar a Asia. Se firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, con fines materiales, y Colón partió del puerto de Palos. El 12 de octubre llegó a las Bahamas. Continuó explorando con el fin de encontrar la India, e incluso se asentó en el Caribe, sometiendo a los indígenas y explotando sus materias primas, lo que provocó numerosas revueltas. Juan de la Cosa ideó el mapa que demostraba la existencia de un nuevo continente. Finalmente, Américo Vespucio exploró toda la zona de Sudamérica y reafirmó la idea de un nuevo continente: América.
Los reyes de la dinastía borbónica inauguraron una etapa política de marcado carácter absolutista, influenciada por el modelo político francés. Esta nueva etapa se basó en:
El ejemplo más claro de racionalización de la administración se vio en los intentos por sanear la Hacienda e incluso en el intento de crear un sistema racional de impuestos en Castilla (el catastro) para llevar un registro de ciudadanos.
Los cambios introducidos por los Borbones en la organización del Estado dieron lugar a un nuevo modelo político caracterizado por la unificación jurídica de los reinos. Con los Decretos de Nueva Planta, se abolieron los fueros e instituciones de Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña, introduciendo el modelo administrativo castellano debido a su apoyo al candidato austriaco. Las Cortes de estos reinos se unificaron con las de Castilla.
Surgió un estado unificado políticamente en el que solo Navarra y los Países Vascos conservaban sus fueros por haber sido fieles a Felipe V desde el principio. Los cambios se desarrollaron en un nuevo modelo centralizado, para asegurar el cumplimiento de las órdenes con el control de los funcionarios.
La política reformista evolucionó de un mayor intervencionismo estatal a una mayor creencia en el liberalismo.
La agricultura se caracterizaba por el atraso técnico y los bajos rendimientos. Los intelectuales concluyeron que el problema residía en el régimen de la propiedad de la tierra, basado en las tierras amortizadas o “manos muertas”, que no se podían vender ni repartir. Estas tierras se mantenían intactas generación tras generación, y sus titulares se limitaban a percibir las rentas sin ningún estímulo por mejorar la productividad.
Ilustrados como Campomanes, Olavide o Jovellanos consideraron que había que ayudar al pequeño propietario asegurándole la propiedad y los estímulos para invertir. Se intentaron reformas como:
La industria también enfrentaba una situación difícil por el control de los gremios, que dificultaban la mejora de las técnicas. Además, no había una elevada demanda de manufacturas. Las reformas:
El comercio interior era escaso por las dificultades naturales del terreno y la ausencia de vías de comunicación y sistemas de transporte. Los ilustrados propusieron el Canal de Castilla como vía de navegación.
En el comercio exterior:
Cataluña se convirtió en la zona de mayor crecimiento económico. En el campo, el sistema de enfiteusis convertía a los campesinos en propietarios, generando un gran interés por obtener beneficios. La desaparición de las aduanas permitió producir para el mercado español y americano, por lo que la producción agrícola se orientó al mercado, no solo a la subsistencia. Esto estimuló el desarrollo industrial, favorecido también por el decreto de libre comercio con América y el proteccionismo. Como consecuencia, a finales del siglo XVIII, surgieron las primeras fábricas textiles con trabajadores y maquinaria.