Portada » Historia » Transformación Liberal y Guerras Carlistas en España (1833-1874)
A lo largo de las cuatro décadas que van desde 1833 a 1874 tuvieron lugar en España tres acontecimientos claves relacionados entre sí: en primer lugar, la implantación del Estado Liberal y la desaparición definitiva del Antiguo Régimen. En segundo lugar, la aparición del carlismo, que representaba la resistencia a cualquier cambio político. En tercer lugar, se inició el desarrollo del capitalismo en España y se completó el proceso democratizador.
Durante los últimos años de Fernando VII se planteó el problema de sucesión al trono que desencadenará una guerra civil. En 1830 nació Isabel, pero la Ley Sálica de 1713 excluía del trono a las mujeres, pues solo podía transmitirse entre varones.
Fernando VII derogó esa ley, por lo que el infante Don Carlos María Isidro quedaba excluido del trono.
Tras la muerte de Fernando, Don Carlos reclamó sus derechos a la corona contra la princesa en el Manifiesto de Abrantes. Se produjeron levantamientos armados en favor de Don Carlos, mientras otros seguían fieles a la regente María Cristina.
Este pleito sucesorio dividía en dos sectores a la sociedad española: el bando isabelino (burgueses, hombres de negocios, funcionarios…) y el bando carlista (campesinos, bajo clero, agricultores…).
El carlismo tuvo su mayor implantación en Navarra, País Vasco, norte del Ebro y Maestrazgo. Fue un movimiento contrarrevolucionario popular.
Los caracteres principales del programa ideológico-político carlista se resumían en «Dios, Patria, Fueros, Rey». Algunos de los más importantes eran:
Diferenciamos tres etapas en la I Guerra Civil Carlista:
Fracasa el intento carlista de ocupar Bilbao y muere Zumalacárregui.
Columnas armadas carlistas penetraron sin éxito en toda la península. Los carlistas son derrotados en el segundo sitio de Bilbao por Espartero.
Se consumó la victoria de los liberales-isabelinos, poniéndose fin a la guerra en 1839 con el Convenio de Vergara firmado por el carlista Maroto y el general Espartero. Carlos se fue a Francia.
El Convenio de Vergara contenía una promesa de mantenimiento de los fueros vasco-navarros. En 1841, se promulgaron varias leyes según las cuales Navarra perdía sus aduanas y sus instituciones políticas propias.
La sublevación forzó a María Cristina a confiar en los que habían sido adversarios de su esposo. Durante la guerra se reforzó el vínculo entre el movimiento liberal y la defensa de la causa de la princesa Isabel. M. Cristina asumió la regencia en 1833.
En 1834 se promulgó un Estatuto Real que supuso la transición de la monarquía absoluta a la constitucional. María Cristina se vio presionada a transformar el sistema político.
El Estatuto Real era una carta otorgada, es decir, una ley fundamental concedida por un monarca que renunciaba a sus competencias. En realidad, solo era un reglamento de reforma de las Cortes consideradas como un asesor de la corona. Se organizó un sistema bicameral por primera vez:
Las dos cámaras poseían funciones muy limitadas, por ejemplo, carecían de iniciativa legislativa. Se reservaban al rey importantes atribuciones como: convocar y suspender las reuniones de Cortes o en el proceso de elaboración de una ley era necesaria la aprobación de las cámaras y el rey.
Los liberales se dividen en progresistas y moderados.
a) Los liberales progresistas, con un liberalismo radical, tienen su origen en los exaltados o veinteañistas del Trienio. Algunos de los rasgos básicos de esta ideología son, por ejemplo, realizar reformas profundas y radicales, soberanía nacional, derechos individuales amplios o limitación al máximo poder de la corona.
Sus apoyos eran heterogéneos. Espartero, Mendizábal, Madoz, Olózaga y Prim fueron los principales dirigentes.
Dentro del progresismo surgirá en 1849 el partido demócrata que defiende el sufragio universal, reclama la asistencia social estatal y unas amplias libertades individuales y sociales.
Los liberales progresistas ocuparon el poder en períodos breves, en la etapa 1835-1844, durante las regencias de M. Cristina y Espartero y, también, durante el Bienio Progresista.
b) Los liberales moderados, basados en el liberalismo doctrinario, tienen su origen en los doceañistas o liberales más moderados. Defenderán en el transcurso del reinado de Isabel II un programa consistente en varios puntos: necesidad de orden y autoridad fuerte, rechazar cambios que afectaran a las propiedades, derechos y libertades muy reducidos, fortalecer atribuciones del rey, una soberanía compartida entre el Rey y las Cortes.
Este programa se llevó a cabo en la Constitución de 1845 y tiene como a máximos representantes a Martínez de la Rosa, Narváez, Alejandro Mon y Bravo Murillo.
Ambos grupos políticos, progresistas y moderados, eran «partidos notables».
Tras la sublevación de los sargentos en La Granja, la reina regente se vio obligada a suspender el Estatuto y a restablecer la Constitución de 1812 de forma temporal hasta tener una nueva constitución.
Los promotores fueron progresistas. Se emprendió pues la elaboración de la Constitución de 1837 que establece la monarquía constitucional. El contenido de este texto constitucional se resume en:
Encontramos cuatro diferencias fundamentales entre la Constitución de 1837 y la de 1812:
Hay una lucha por el poder entre los moderados y los progresistas. María Cristina fue obligada a renunciar a la regencia en 1840 por enfrentarse a los liberales progresistas.
Entre 1841 y 1843 el general Baldomero Esparter
o, apoyado
por progresistas, resultó elegido por las Cortes para asumir la regencia. Las
victorias militares contra los carlistas
le conviertieron en un mito popular y en el ídolo de los progresistas.
Durante su regencia se aceleró la desamortización
eclesiástica y se recortaron los fueros vasco-navarros. En este período se
enmarca la «Desamortización de Mendizábal»
En 1842 estalló un violento levantamiento en Barcelona que
unió a patrones burgueses y obreros, y
Espartero bombardeó la ciudad. Así, perdió la regencia tras una sublevación
impulsada por los moderados dirigidos por Narváez.