Portada » Historia » Transformación Económica de España en el Siglo XIX: Ferrocarril e Industrialización
A principios del siglo XIX, la situación económica de España era deplorable debido a las guerras, la independencia de las colonias americanas y la incertidumbre política. La recuperación fue lenta, pero en el último tercio del siglo, la economía alcanzó niveles comparables a algunos países europeos.
La economía española experimentó una lenta pero progresiva expansión. Se pasó de una agricultura de subsistencia a una agricultura comercial y capitalista. La estructura de la propiedad se transformó debido a las desamortizaciones. Se desarrolló una red nacional de transporte, apareció la banca moderna y se produjo inversión de capital extranjero. Nació la industria capitalista en regiones como Cataluña y el País Vasco, y la minería se desarrolló, aunque explotada por compañías extranjeras.
La expansión económica se vio entorpecida por la falta de recursos energéticos, el proteccionismo estatal, la debilidad del mercado interior y la dependencia tecnológica del exterior.
Las transformaciones se consolidaron en el último tercio del siglo XIX, marcando la llamada revolución industrial española.
Se ha argumentado que la falta de desarrollo se debió a la mentalidad no capitalista de la nobleza y la burguesía, la ineficiencia del transporte y la tardía adopción del sistema métrico. Sin embargo, la burguesía invirtió en productos seguros y países como Gran Bretaña se desarrollaron sin el sistema métrico.
Los sectores más dinámicos fueron el textil (Cataluña) y la siderurgia (País Vasco).
El sector textil, especialmente el del algodón, inició la industrialización en Cataluña. Las causas fueron la abundante mano de obra, la mentalidad empresarial y la política proteccionista. La mecanización disminuyó los costos de producción y los precios de venta.
La minería se expandió a partir de 1868 debido al aumento de la demanda internacional, los avances técnicos, las concesiones a empresas extranjeras y la demanda del ferrocarril.
La siderurgia en España estuvo condicionada por el carbón y el hierro. Se consolidó en Vizcaya en el último cuarto del siglo.
A mediados del siglo XIX, la red de carreteras era escasa y deficiente. El transporte marítimo mejoró gracias a la ampliación de puertos y la introducción de la navegación a vapor.
El ferrocarril revolucionó los transportes, reduciendo costes y aumentando la rapidez. El primer trayecto fue Barcelona-Mataró en 1844. Los progresistas impulsaron su construcción con la Ley de Ferrocarriles. La ley se acompañó de otras leyes sobre bancos de emisión y sociedades de crédito.
La estructura del ferrocarril fue radial, con Madrid como centro. La construcción se adjudicó a compañías privadas, lo que derivó en casos de corrupción. No se favoreció la siderurgia nacional.
La construcción del ferrocarril impulsó la creación de un mercado nacional, aunque no eficiente debido a su estructura radial. El ancho de vía diferente al europeo obstaculizó el comercio exterior. El Estado subvencionó la construcción, ya que el mantenimiento de la red no era rentable.