Portada » Español » Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández
Miguel Hernández nació en el seno de una modesta familia de tratantes de ganado, el 30 de octubre de 1910, en Orihuela.
La vida y la obra de Miguel Hernández, trágicamente truncadas por las secuelas de la guerra, sirven de puente entre dos etapas de la poesía española.
Por una parte, sus contactos con la Generación del 27 hicieron que Dámaso Alonso le llamara genial epígono de dicha generación. Por otra parte, se incluye a veces en la llamada Generación del 36.
Durante su adolescencia, Hernández había leído, a escondidas de un padre asentado en las tradiciones de la época que toleró que permaneciera en el colegio más allá de sus catorce años porque había de trabajar como los demás miembros de la familia. Supo generalizar su situación y su sentimiento en el poema El niño yuntero.
Fue pastor de cabras, aunque despistado y por poco tiempo. Aun en la pubertad, ya mostraba paso firme y decidido por las calles de Orihuela y, aunque ensimismado a veces, era apreciado por su saber deslumbrantemente precoz y por su jovialidad entre los amigos.
En expresión de María Zambrano, Hernández había nacido para ser poeta.
Aunque existen borradores de aprendiz de poeta desde los quince años, la primera publicación de Miguel, el poema Pastoril, aparece a los diecinueve en el diario El Pueblo de Orihuela. Es una muestra de ambiente pastoril, con influjos de Garcilaso de la Vega. Miguel describe la naturaleza de la huerta oriolana como si de Fray Luis de León se tratara. La naturaleza del primer Hernández es una perfecta obra divina, repleta de alusiones cristianas, pero también, de elementos mitológicos paganos, tomando prestadas las deslumbrantes obras de los escritores latinos Virgilio y Ovidio del canónigo Almarcha.
El primer Miguel Hernández copia literalmente, memoriza e imita a los clásicos españoles y a las nuevas voces consolidadas: la exquisitez de la poesía de Juan Ramón Jiménez o la musicalidad de Rubén Darío, la prosa de Gabriel Miró, que también estudió en el colegio de jesuitas de Orihuela, unos años antes.
Joven de iniciativas y retos, se asocia con C. Fénoll y, sobre todo, con R. Sije, un emprendedor nato. Con Sije como promotor, los tres amigos oriolanos fundan una revista literaria, Destellos.
Tras estas aventuras e iniciativas, el aprendiz de poeta desea demostrar que domina el oficio y que merece ser aceptado en sociedad, en la república de las letras. Y pronto se da cuenta: Orihuela se le queda pequeña.
Quizás consiga salir del pueblo sin menospreciar a su padre.
Es la hora de prestar a la patria el servicio militar obligatorio. Es la única posibilidad que él ve para cambiar de lares y experimentar otras vivencias. Sin embargo, resulta excedente de cupo, es decir, se libra de la mili y ha de permanecer en Orihuela.
Si quiere abandonar su casa, habrá de esperar a su mayoría de edad, que entonces se alcanzaba a los veintiún años. Pide ayuda a sus amigos acomodados. Afortunadamente ha ido haciendo buenas amistades y, por medio de Sije siempre, prepara su marcha a Madrid.
Exactamente un mes después de haber cumplido los veintiún años, emprende viaje a Madrid para vivir su sueño de escritor. La aventura apenas dura seis meses. No le va bien.
Camino a Orihuela, es detenido en el tren e ingresa en la cárcel de Alcázar de San Juan por llevar un billete de estudios o un billete de caridad a nombre de otra persona. Ha de pedir dinero para reanudar el viaje y recurre, como siempre, a Ramón Sije.
Perito en Lunas, libro compuesto por 42 octavas reales, los objetos humildes son sometidos a una elaboración metafórica hermética y deslumbrante. El libro tendrá una tirada de 300 ejemplares y los gastos de edición serán pagados por el sacerdote Luis Almarcha. Junta la metáfora culterana como tradición popular y las greguerías* (metáfora+humor) de Ramón Gómez de la Serna. La forma lunar es el fundamento que, de manera surrealista, sirve para retratar seres y objetos cotidianos y banales: toro, palmera… Esta era la versión de un gongorismo muy plástico, muy visual, similar a lo que el cubismo había plasmado en la moderna pintura. En efecto, cada poema es una viñeta o un cuadro de bodegón vanguardista. El joven Hernández crece: era la hora del amor. En 1933, conoce Miguel en Orihuela a otra modista, seis años menos que él (Josefina Manresa). En septiembre de 1934 formaliza su noviazgo con ella. Para granjearse la aceptación en Madrid de los prohombres de la cultura, escribe a la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías, un drama teatral: El torero más valiente. Un año después, en 1935, fija su residencia en Madrid con el deseo de estar cerca del hervidero artístico que le permita prosperar. La escritura es su obsesión, por un lado, las lecturas de San Juan de la Cruz y las de Garcilaso determinan los sonetos pastoriles de su proyecto de Silbo vulnerado, un nuevo poemario. Por otro lado, Quevedo, junto con la experiencia real del sentimiento amoroso, dota de contenido existencial a Imagen de tu huella, otro proyecto de libro. Ambas iniciativas literarias, que no son publicadas, culminarán en su gran primer éxito, servirán de banco, El rayo que no cesa (Se compone, sobre todo, de sonetos a excepción de la impresionante elegía en tercetos encadenados titulada Elegía a Ramón Sijé, acaso el más hermoso poema de la amistad escrito hasta ahora. También forman parte del libro las odas a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda. Entre los sonetos memorables del libros destaca ¿No cesará este rayo que me habita?, Como el toro he nacido para el luto y el dolor). El tema de El rayo que no cesa es la insatisfacción profunda de la inaccesibilidad de la amada, esto es, la queja del enamorado, no por no ser correspondido, sino por no poder gozar carnalmente de su amor. Ya un año antes del levantamiento desleal de los militares que provocó la guerra civil en España, alrededor de junio de 1935, había experimentado, casi al unísono, un firme cambio de sentido en su actitud cívico-social. Esta es la fecha clave en el cambio ideológico y estético de Miguel Hernández. Abandona su credo religioso, “me libre de los templos: sonreídme”, y se abraza a la defensa de los más débiles, del proletariado, de las desprotegidas mujeres. A los oprimidos se dirige ahora en expresión más clara y contundente: desaparece la retórica hueca y el puritanismo fatuo; exhibe un tono reivindicativo que forjará el espíritu hernandiano más progresista. El ambiente, lo que ve y comenta, y los nuevos amigos de Madrid le conducen definitivamente a esferas de pensamiento que contrastan con sus mentores oriolanos: con el español Vicente Aleixandre, el chileno Pablo Neruda. Eran famosas las reuniones en casa de Pablo Neruda, en Madrid. Sin tratamiento médico adecuado, fallece en 1942, el 28 de marzo a los treinta y un años. Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), en este libro nonato se recogen temas en torno al amor y las adversidades que lo hostigan: es uno de los más bellos poemarios de la poesía en español del siglo XX, pletórico de ternura y de melancolía. Además de la popular y emocionante Nanas de la cebolla, deben destacarse poemas tan importantes como Menos tu vientre.