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Ideal carlista: Apoyo al absolutismo real. Mantenimiento del Antiguo Régimen y de los privilegios de la nobleza y la Iglesia. Propone como rey al infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII. Contienda limitada a zonas geográficas: Navarra, País Vasco, Cataluña, Maestrazgo y Valencia, y en áreas rurales. Apoyo de la población rural y del pueblo llano. Ejército bien organizado bajo la dirección de Zumalacárregui y Cabrera, pero con grandes disensiones internas. Las gres guerras carlistas: Primera guerra carlista (1833-1840): grave derrota carlista en Luchana en 1836. La guerra acaba con el “abrazo de Vergara” entre el general Espartero y el general Cabrera en 1839. Segunda guerra carlista (1846-1849). Tercera guerra carlista (1872-1876). Tras la muerte de Fernando VII, en Septiembre de 1833, se iniciaron levantamientos armados a favor del pretendiente Carlos. Comenzaba así una larga Guerra Civil que iba a durar siete años y enfrentaría a dos bandos de ideología opuesta. Guerras Carlistas es nombre por el que son conocidas las tres guerras civiles que tuvieron lugar en España entre 1840 y 1876 y que enfrentaron, de un lado, a los partidarios de los derechos al trono de la hija del rey Fernando VII, Isabel II, y, del otro, a los de la línea dinástica encabezada por el hermano de aquel, Carlos María Isidro de Borbón (el infante don Carlos, ‘Carlos V’ para sus seguidores), así como a sus posteriores descendientes. FUERISMO, CARLISMO Y CUESTIÓN VASCO-Navarra«Las reticencias de la oligarquía que dominaba las Juntas de las Provincias vascas respecto de la Revolución de Cádiz (1812) anunciaban ya la larga historia de antagonismo entre el constitucionalismo liberal y el fuerismo “antiguo régimen”, presentado este como encarnación de “libertades” más auténticas y generales que las que venía a implantar el primero, en un ejercicio de tergiversación de la realidad, que todavía se cultiva hoy de manera particularmente irracional. […] Absolutismo y Liberalismo, desde presupuestos ideológicos contrarios, coincidían en la necesidad de que desaparecieran los arcaicos ordenamientos forales, con su secuela de privilegios tributarios y militares, y la capacidad de presión de las viejas élites de poder, nobleza e Iglesia en particular, cuyo tiempo había pasado ya. […] PRIMERA GUERRA CARLISTA: 1833-1840 – GUERRA DE LOS SIETE AÑOSFue la más violenta y dramática, con casi 200.000 muertos. Los primeros levantamientos en apoyo de Carlos María de Isidro, proclamado rey por sus seguidores con el nombre de Carlos V, ocurrieron a los pocos días de la muerte de Fernando VII, pero fueron sofocados con facilidad en todas partes salvo en las Vascongadas, Navarra, Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana. Se trataba sobre todo de una Guerra Civil, sin embargo tuvo su impacto en el exterior: los países absolutistas (Imperio Austríaco, Imperio Ruso y Prusia) y el Papado apoyaban aparentemente a los carlistas, mientras que el Reino Unido, Francia y Portugal apoyaban a Isabel II, lo que se tradujo en la firma del Tratado de la Cuádruple Alianza en 1834. SEGUNDA GUERRA CARLISTA: 1846-1849La segunda guerra carlista o “guerra de los madrugadores” (matiners) entre Septiembre de 1846 y Mayo de 1849, se produce tras el fracasado intento de la boda de Isabel II y Carlos VI. Las expectativas frustradas de uníón dinástica matrimonial entre Isabel II y Carlos Luis de Borbón y de Braganza, conde de Montemolín (primogénito de don Carlos y denominado Carlos VI en la genealogía carlista), detrás de cuya hipotética alianza se situaban conocidos valedores como el filósofo Jaime Balmes o Juan de la Pezuela y Ceballos, allanó de nuevo el camino a la irracionalidad de la fuerza. Se desarrollará en Cataluña. El general Cabrera se pone al frente de las tropas carlistas, hasta que pierde el apoyo de sus tropas y, herido, se retira a Francia. En Cataluña habían persistido bandas carlistas que no se habían rendido tras el fin de la Primera Guerra Carlista, aunque actuaban más como bandoleros (trabucaires) que como guerrilleros, a lo que uníó la crisis agraria e industrial de 1846, especialmente importante en Cataluña y algunas reformas impopulares de los gobiernos moderados de Ramón María Narváez como las quintas, el impuesto de consumos y la introducción de un sistema de propiedad liberal que entraba en contradicción con los usos comunales de la tierra. TERCERA GUERRA CARLISTA: 1872-1876La tercera guerra carlista se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas, Navarra y Cataluña. Esta fue la última contienda militar carlista desde las primeras escaramuzas del llamado ‘ejército de Dios, del trono, de la propiedad y de la familia’, fechadas en 1872, hasta el histórico “Volveré” pronunciado por Carlos VII en Febrero de 1876 al cruzar el puente de Arnegui rumbo al exilio, por lo demás nunca cumplido. La restauración de los Fueros por el pretendiente en Julio de 1872, abolidos por los decretos de Nueva Planta por Felipe V, influyó en la fuerza del levantamiento en Cataluña y en menor medida en Valencia y Aragón y algunas partidas poco activas por Andalucía, así como el resto del territorio peninsular, especialmente en áreas montañosas donde practicaban el bandolerismo ante su marginalidad y escasa eficacia a la hora de establecer un vínculo con el pueblo que facilitara su actividad guerrillera. ORIGEN Y CAUSAS DE LAS GUERRAS CARLISTASEl origen de los exigidos derechos sucesorios carlistas parten de la confusa anulación, por parte de Fernando VII, de la Ley Sálica, vigente desde Felipe V y que excluía a las mujeres de la sucesión a la Corona española. El 29 de Marzo de 1830 Fernando VII firmó la Pragmática Sanción de 1789, publica la Pragmática Sanción de Carlos IV aprobada por las Cortes de 1789, que dejaba sin efecto el Reglamento de 10 de Mayo de 1713 que excluía la sucesión femenina al trono hasta agotar la descendencia masculina de Felipe V. Se restablecía así el derecho sucesorio tradicional castellano, recogido en Las Partidas, según el cual podían acceder al trono las hijas del rey difunto en caso de morir el monarca sin hijos varones. El monarca, ante la posibilidad de no tener herederos varones, hace público lo que se había mantenido en secreto en el reinado de Carlos IV: la derogación de la Ley Sálica. |