Portada » Español » Teatro del Absurdo y Realismo Crítico: La Vanguardia Dramática del Siglo XX
El Teatro del Absurdo se desarrolló en la década de 1950, especialmente en París, donde confluyeron numerosos escritores exiliados y directores que se atrevieron a poner en escena obras de vanguardia. Si bien el movimiento tuvo su epicentro en Francia, su influencia se extendió por toda Europa. A pesar de su carácter innovador, muchos de sus rasgos ya se encontraban presentes en propuestas dramáticas anteriores.
En 1961, el británico Martin Esslin agrupó a un conjunto de autores que compartían las mismas ansiedades y temores bajo la denominación de «Teatro del Absurdo». Entre estos autores destacan Jean Genet, Eugene Ionesco, Arthur Adamov y Samuel Beckett.
Los dramaturgos del absurdo no discuten la condición humana desde un punto de vista filosófico (como Sartre o Camus), sino que la representan a través de imágenes y escenas. Buscan reflejar no la realidad en sí misma, sino lo absurdo de esa realidad. Este enfoque implica un cambio significativo en la concepción escénica y la técnica teatral.
Estos autores comparten, en mayor o menor medida, la visión de la falta de sentido de la condición humana, recurriendo al abandono del enfoque racional. Su teatro causó conmoción por la novedad de sus propuestas. En general, basan sus dramas en la protesta y la paradoja, criticando el orden social y la condición humana.
El género teatral, por su naturaleza de espectáculo, está fuertemente influenciado por el interés del público, que a menudo se alinea con los gustos de la sociedad burguesa, consciente de los cambios económicos, sociales y políticos. Durante la segunda mitad del siglo XX, conviven dos tendencias teatrales principales:
Este teatro, destinado al público burgués, es presentado por grandes compañías que buscan complacer al espectador y satisfacer a los empresarios teatrales. Se compone de comedias y dramas ligeros que reflejan conflictos en familias de clase media-alta. Su función principal es el entretenimiento.
El teatro de realismo crítico se caracteriza por una descripción fidedigna de la realidad, sin omitir los aspectos más desagradables. Esta crudeza convirtió a sus autores en objeto de agrias polémicas en su tiempo. La preocupación por los temas sociales tendría importantes repercusiones en el teatro posterior, dando lugar a un teatro comprometido con las realidades sociales y las polémicas del momento. Un ejemplo de ello es la obra de Henrik Ibsen, quien criticaba sin piedad la sociedad de su época: la hipocresía, la situación de la mujer, la falta de libertad, etc.
Arthur Miller (1915-2005) es considerado uno de los autores teatrales más importantes del siglo XX. Entre sus obras más conocidas se encuentran Muerte de un viajante (1949), Las brujas de Salem y Panorama desde el puente.
Hijo de inmigrantes judíos polacos de clase media, Miller vio cómo la Gran Depresión arruinaba el negocio textil de su padre, obligando a la familia a mudarse de Manhattan a Brooklyn. Este apartamento serviría como modelo para la vivienda del protagonista en Muerte de un viajante. Desde sus primeras obras, Miller deja entrever el elemento fundamental de toda su producción: la crítica social. Su consagración definitiva llega en 1949 con Muerte de un viajante, obra en la que denuncia el carácter ilusorio del sueño americano.
Conocido por su intenso activismo político y social, Miller arremetió contra la deshumanización de la sociedad estadounidense, se aproximó al marxismo para luego criticarlo, y se opuso a la caza de brujas del senador McCarthy, de la cual fue víctima. Esta experiencia se plasma en Las brujas de Salem, una alegoría de la situación real vivida durante el macartismo.
Otras obras destacadas de Miller incluyen Recuerdo de dos lunes, Panorama desde el puente (1955), Incidente en Vichy, El precio y La creación del mundo. En 1961, escribió el guion de Vidas rebeldes para su entonces esposa, Marilyn Monroe.
A pesar de ser etiquetado como anticuado en la década de 1970, Miller volvió a obtener reconocimiento con Cristales rotos (1994). Durante sus últimos años, viajó por todo el mundo, siendo aclamado como un clásico vivo.