Portada » Lengua y literatura » Teatro de los años 60
Durante esta década, el «teatro realista» de los años 50 se acentúa todavía más. En este sentido, la década de los años 60 se caracteriza por una profundización en el «teatro realista» de los 50, en sus temas y tonos de denuncia y protesta.
En este período continúan los temas de la marginación del proletariado, la inmoralidad de la burguésía y las clases sociales superiores, la injusticia social, la explotación humana, la discriminación social, etc.
Formalmente, son obras que se caracterizan por:
1.- Usar un lenguaje directo, claro, violento, provocativo y con conciencia de desafío.
2.- Protagonistas colectivos que acaban aprisionados por la sociedad.
3.- Influencias de Brecht, Lorca, Valle-Inclán, etc.
4.- Se inician tendencias experimentalistas y renovadoras que continuarán a partir de los años 70.
En el «teatro realista» de los 60 destacan Martín Recuerda (Las salvajes de Puente San Gil, ), Lauro Olmo (La camisa, el cuarto poder), Jaime Salom (La casa de las chivas), Juan José Alonso Millán (Juegos de sociedad ), Antonio Gala (Los buenos días perdidos, Los verdes campos del Edén )
Jaime de Armiñán conEva sin manzana.
Finalmente, durante esta década -igual que ocurre con la novela española del momento- se inicia una renovación profunda del teatro.
Desde finales de la década de los 60 se advierte en España una serie de intentos de ruptura con el «teatro realista» de la época que se irá acentuando progresivamente.
Estos intentos de renovación se caracterizan por:
1.- Desaparece la figura del autor clásico, en favor de la del «creador de espectáculos». El texto de la obra pierde importancia frente a otros elementos de la representación: luces, música, ambientación, gestualidad del actor, participación del público, etc. De ahí que últimamente se hable de «montajes» teatrales, y no de «obras teatrales».
2.- Lo ideológico va desapareciendo del espectáculo teatral. No importa tanto el «qué» como el «cómo». Lo de menos es ahora el tema, la ideología.
3.- El teatro vuelve a sus orígenes. De ahí que se produzcan espectáculos teatrales o escénicos con técnicas primitivas como el mimo, la «commedia dell’arte», las máscaras orientales y africanas, la danza. El diálogo cede su importancia en favor de los elementos primitivos del teatro: el gesto, la voz (gritos, etc.), el gesto y el cuerpo. .
4.- Se intenta romper con la frontera que tradicionalmente se establecía entre el escenario y el patio de butacas. Se intenta, entonces, implicar al público como una parte más del espectáculo. El espectador también debe, a su modo, actuar.
En la década de los 70, estas tendencias y concepciones teatrales cristalizaron en una serie de compañías de «teatro independiente» y un grupo de autores llamados colectivamente «teatro subterráneo«
Esta tendencia teatral se inicia en España con los grupos «T.E.I.» (Teatro
Experimental Independiente), «Els Joglars», «Els comediants», «Teatre Lliure», «Dagoll Dagom», «La fura dels Baus», «La cuadra», «Los goliardos», «Tábano», a los que seguirán otros.
Las carácterísticas fundamentales de os grupos del «teatro independiente» serían:
2. El teatro es un tipo de trabajo en grupo, colectivo, y el espectáculo nace, entonces, de reuniones, ensayos colectivos, improvisaciones, discusiones, seminarios, etc.
3. Concepción anti-comercial del teatro: no se busca el éxito social y económico, sino la expresión estética e ideológica del propio grupo como tal.
4. Se comienzan a aplicar las tendencias vanguardistas europeas y americanas que se venían desarrollando desde principios de siglo (teatro pobre, teatro de la crueldad, Living Theatre, etc…)
En lo referente a los temas de las obras debemos decir que seguirán siendo, básicamente, los mismos del período anterior: la injusticia, la falta de libertades, la crítica de la dictadura, la denuncia de la pobreza…
En último lugar debemos señalar que en esta labor de renovación de nuestro teatro fueron importantes algunos autores (Fernando Arrabal, por ejemplo), pero sobre todo lo fueron los grupos de teatro independientes y algunos de sus directores, como Albert Boadella (Els Joglars) o Salvador Távora (La Cuadra).
Dentro del «teatro subterráneo» destacan como José Ruibal (El bacalao, La máquina de pedir), Fernando Arrabal (El entierro de la sardina, El cementerio de automóviles, La torre herida por el rayo ), Francisco Nieva (El combate de Ópalos y Tasia, La carroza de plomo candente ), José Sanchís Sinisterra (Ñaque, ¡Ay, Carmela! ).