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El capital es dinero susceptible de multiplicarse, dinero que engendra dinero; es la base del sistema capitalista:
Las personas valen por el dinero que tienen y el trabajo vale por el dinero que genera.
La forma inicial del capital es una masa de dinero cuya utilización en el proceso productivo capitalista permite a su dueño obtener una cantidad mayor que la inicial. El dinero sirve para comprar maquinaria y materias primas, por una parte, y fuerza de trabajo por la otra, es decir, capital constante y capital variable. Una vez que posee capital constante y variable, el capitalista puede organizar la producción de un determinado bien; el valor de una unidad de ese bien debe ser mayor que la suma de las partes de capital constante y variable que se han usado en su producción. De esta forma, cuando todo el capital constante y variable adquirido haya sido gastado, o sea cuando las máquinas estén tan desgastadas que no puedan seguir siendo utilizadas, cuando hayan sido consumidas las materias primas y cuando haya vencido el contrato de los trabajadores, el dinero obtenido por la venta de lo producido ha de ser mayor que el invertido originalmente. En este sentido sostiene el marxismo que el capital es un valor que se valoriza. Hay que entender, consiguientemente, que el capital es un tipo de dinero diferente del salario. El salario es el dinero que recibe un proletario a cambio de su trabajo; con él el trabajador resuelve sus necesidades y repone sus fuerzas para seguir trabajando. El capital es el dinero que el capitalista o burgués obtiene de vender lo que el proletario produce; con él el burgués puede hacer mucho más que sobrevivir; la diferencia entre lo que una persona puede hacer en la vida dependiendo de si su dinero es salario o capital es el fundamento de la explotación.
Marx observa una curiosa perversión producida por el mercado capitalista. Originariamente las personas producen mercancías que pretenden cambiar por dinero para poder obtener otras mercancías. En este sistema el dinero desempeña un simple papel de instrumentó y mediador: lo que se desea es conseguir mercancías que necesitamos y no podemos producir.Sin embargo, el sistema capitalista invierte la idea por completo. El objetivo es conseguir dinero, y para ello se invierte dinero. Se pasa de un esquema mercancía-dinero-mercancía a otro dinero-mercancía-dinero. Un capitalista compra una mercancía con la esperanza de poder venderla por un valor superior. No se busca vivir mejor, sino tener más. El capitalismo es por tanto un sistema económico al que le interesan las cosas y el trabajo en la medida en que producen dinero. El dinero, no el hombre, es su finalidad. El dinero y el trabajo no son en el capitalismo medios para que viva el hombre: el hombre y su trabajo son medios para que se multiplique el dinero. El hombre no es un sujeto que maneja el dinero como instrumento, sino al revés: el dinero es el sujeto que maneja a un hombre convertido en instrumento. El dinero, como Dios para Feuerbach, es para Marx lo que existe por encima y antes que el hombre, es el sujeto, el protagonista de la vida humana, y los hombres son sus siervos. Por eso en el capitalismo los hombres no son libres, unos están explotados y todos están alienados.
Una persona está alienada cuando tiene una imagen errónea de sí misma, es decir, cuando es una extraña para sí misma y vive fuera de sí. “Alíen” significa “otro”, “extraño”; por eso se dice de quien tiene una imagen falsa de sí mismo que está alienado.La alienación, enajenación o extrañamiento es, por tanto, la circunstancia en la que vive toda persona que no es dueña de sí misma, ni es la responsable última de sus acciones y pensamientos. Es la situación del sujeto (el ser humano) escindido, que va perdiendo su propio ser, convirtiéndose en algo contrario a su propia esencia.
Marx considera que con la aparición de la propiedad privada se produce una circunstancia social totalmente nueva que sólo podrá eliminarse con la abolición de dicha forma de propiedad. La causa de la alienación es la propiedad privada, base del sistema capitalista, puesto que en el modo de producción capitalista todos los individuos están alienados, tanto los burgueses como los proletarios: el hombre se hace cosa, mercancía, usada por el propietario de los medios de producción sólo como un instrumento más en la cadena de producción de bienes. La propiedad privada aliena al hombre porque no lo trata como fin en sí mismo, sino como mero medio o instrumento para la producción.
La alienación principal es la alienación económica puesto que de ella dependen todas las demás (religiosa, política e intelectual) y se manifiesta así en las siguientes formas de alienación particulares:
1. Alienación de la actividad: en el proceso del trabajo, el hombre se enajena de sus propias facultades creadoras, no vive su actividad como algo que le pertenezca realmente, que forme parte de sus proyectos.
2. Alienación del objeto: los objetos producidos por la actividad del trabajador no le pertenecen a él, los vive como ajenos.
3. Alienación social: el objeto producido no le pertenezca al trabajador sino a otro, creando con ello una escisión en la sociedad, dando lugar a dos grupos o clases sociales antagónicas: la clase oprimida que realmente produce las mercancías y la clase opresora que se apropia de ellas
Por otra parte, la religión es una forma de alienación en tres sentidos:
a) Porque es una experiencia de algo irreal, es una experiencia de algo que no existe. Siguiendo a Feuerbach, Marx considera que no es Dios quien crea al hombre sino el hombre a Dios. El hombre toma lo que considera mejor de sí mismo (voluntad, inteligencia, bondad,…) y lo proyecta fuera de sí, en el ámbito de las creencias, oponiendo (y al mismo tiempo desvalorizando) el mundo real a un imaginario mundo celestial, lo humano a lo divino, renunciando de este modo a su propio ser y a su propio destino, que ahora son puestos al servicio de una divinidad y un más allá inventados por el propio hombre.
b) Porque desvía al hombre del único ámbito en donde le es realmente posible la salvación y felicidad, el mundo humano. Al consolar al hombre del sufrimiento que en este mundo le toca vivir, sugiriendo que en el otro mundo le corresponderá la justicia y la felicidad plena, le resta capacidad, energía y determinación para cambiar las situaciones sociales, políticas y económicas que son las realmente culpables de su sufrimiento. En este sentido Marx dice que “la religión es el opio del pueblo”, pues, en definitiva, adormece el espíritu revolucionario que de otro modo tendría el ser humano.
c) Finalmente, su crítica a la religión se extiende también al hecho de que la religión suele tomar partido, pero no por las clases desfavorecidas sino por la clase dominante, perpetuando a ésta en el poder, legitimando el estado de cosas existente, dando incluso, en casos extremos, justificaciones teológicas al dominio de un grupo social sobre otro.
Las mercancías pueden valorarse de dos maneras muy diferentes: según su uso y según lo que se puede obtener por ello. Aunque el valor de cambio (el precio) de un vestido de seda es muy superior al de uno de lana, ambos poseen el mismo valor de uso (su utilidad es muy similar). ¿Cómo es posible que dos cosas que sirven para lo mismo puedan tener valores tan diversos? El precio de una mercancía depende de numerosos factores, pero entre ellos destaca su abundancia. Las mercancías están sujetas a la ley de la oferta y la demanda: si hay muchas se aprecian menos, si escasean incrementan su cotización.
Un objeto puede ser útil sin ser valor. Así ocurre cuando la utilidad que ese objeto encierra para el hombre no se debe al trabajo. Tal es el caso del aire, de la tierra virgen, de las praderas naturales, etc. Por otra parte, ningún objeto inútil puede ser valor. Si es inútil también lo será el trabajo que encierra; no contará como trabajo ni representará, por tanto, valor. En términos cuantitativos, el valor de un bien se descompone en valor de las materias primas usadas (evidentemente, este valor está dado por la cantidad de trabajo invertida en la producción de ellas), valor del monto en que las maquinarias se desgastan en su producción (depreciación), valor de la fuerza de trabajo usada (salario) y plusvalía (beneficio del capitalista) generada por la fuerza de trabajo. Si bien el valor de cambio es la expresión formal del valor, no siempre ambos tienen la misma magnitud. El valor de cambio, o precio, oscila por la presión de distintas fuerzas del mercado como la oferta, demanda, etc., pero siempre en torno a la magnitud del valor.
El capitalismo es un sistema económico donde las cosas tienen valor de cambio más que valor de uso. Que un objeto tiene valor de uso significa que sirve, que nos es útil para satisfacer una necesidad. Que un objeto tiene valor de cambio significa que equivale a dinero, que se compra y se vende, que se cambia por dinero. El valor de uso de un objeto es su utilidad, su valor de cambio es su precio.
El valor de cambio o precio de un objeto depende de dos variables: la fuerza humana o fuerza de trabajo empleada para producirlo y el tiempo de trabajo que requiere su producción. Por eso las cosas que se producen con poca fuerza de trabajo y en poco tiempo -por ejemplo un vestido- son más baratas que las cosas que se producen con mucha fuerza de trabajo y en mucho tiempo, por ejemplo una casa.
Si miramos las mercancías desde el punto de vista de su valor de uso, es decir, de la función que cumplen y la necesidad que cubren, observamos cosas concretas, por ejemplo un vestido o una casa. Observamos también que esas cosas concretas están producidas por un trabajo concreto -por ejemplo la costura o la albañilería-, hecho por una persona, la costurera o el albañil. Y además observamos que todos los trabajos concretos son distintos entre sí, son cualitativamente distintos unos de otros: no es lo mismo coser que hacer los planos de una casa o que poner ladrillos.
Si miramos las cosas desde el punto de vista de su valor de cambio, es decir, de su precio, ya no observamos vestidos o casas, observamos cantidad de trabajo y cantidad de tiempo. Por lo tanto, desde el punto de vista de su valor de cambio, las cosas no están producidas por una persona que hace este o aquel trabajo específico, sino por cantidad de fuerza de trabajo y por cantidad de tiempo de trabajo.
El capitalismo privilegia el valor de cambio de los objetos frente a su valor de uso, lo cual tiene las siguientes consecuencias:
-los trabajadores no son personas sino fuerza de trabajo
-no trabajamos para cubrir necesidades sino para multiplicar el dinero.
-producimos numerosos objetos inservibles
-producimos objetos que sí sirven pero que duren poco para seguir vendiendo.
La infraestructura de una sociedad es su economía, su modo de producción, que es la base de toda la vida social. La economía genera relaciones entre los miembros de una sociedad, que Marx llama relaciones de producción. La economía es, pues, la responsable de la igualdad o desigualdad de las personas en una sociedad. La infraestructura la componen los medios de producción (recursos naturales más medios técnicos) y la fuerza del trabajo (los trabajadores). Juntos constituyen las fuerzas productivas, que estarán controladas -a veces frenadas- por las relaciones de producción (los vínculos sociales que se establecen entre las personas a partir del modo en que éstas se vinculan con las fuerzas productivas).
La superestructura es el conjunto de instituciones sociales y políticas que una sociedad tiene, así como sus creencias religiosas y las ideas que la sociedad tiene de sí misma, que constituyen su ideología. El estado, el derecho, las ideologías, las religiones, las manifestaciones artísticas, etc., son hechos sociales que se inscriben en el contexto de la superestructura de una determinada sociedad.
Según Marx hay una relación de causa-efecto entre la infraestructura y la superestructura: la base económica o infraestructura de una sociedad determina siempre la superestructura. Marx postula que para estudiar la sociedad no se debe partir de lo que los hombres dicen, imaginan o piensan, sino de la forma en que producen los bienes materiales necesarios para su vida.
La tesis básica del materialismo histórico es que la superestructura depende de las condiciones económicas en las que vive cada sociedad, de los medios y fuerzas productivas (infraestructura). La superestructura no tiene una historia propia, independiente, sino que está en función de los intereses de clase de los grupos (clase/s dominante/s) que la han creado. Los cambios en la superestructura son consecuencia de los cambios en la infraestructura. Cuando la infraestructura se transforma, cuando se modifica el sistema de producción, automáticamente cambia toda la superestructura, que se adapta rápidamente para defender y justificar la nueva situación. Aunque entre las dos hay una relación dialéctica (pueden influirse mutuamente), la influencia de la realidad material sobre las ideas es mayor que a la inversa y la explicación de la realidad debe buscarse en la estructura económica. Por ello, si queremos cambiar una sociedad, debemos transformar su economía.
Este es el motivo de que Marx crea que llegaremos a una sociedad de personas libres e iguales si abolimos la propiedad privada, que pertenece a la economía y por tanto a la infraestructura, y no la religión, que es una creencia y pertenece a la superestructura. La religión es un efecto de la economía, sirve para justificar la desigualdad y resignarse a ella, pero si abolimos solo la religión dejando intacta la economía nada cambiaría.
El camino para la libertad y la igualdad es, pues, transformar la economía, derrocar el modo de producción capitalista basado en la propiedad privada e instituir un modo de producción comunitario o comunista basado en la propiedad común. Así cambiaría la infraestructura de la sociedad, y de ello derivarían otras relaciones sociales, otras instituciones políticas y otra ideología, es decir, otra superestructura.