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La historia económica del periodo franquista podría analizarse a lo largo de tres etapas, directamente relacionadas con la evolución política del país y con el contexto internacional.
En 1939 la prioridad del régimen era la reconstrucción de un país devastado, arruinado demográfica y económicamente después de tres años de guerra. El hambre de una gran mayoría de la población, derivado del hundimiento de la producción agraria, obligaba al racionamiento. Para afrontar la situación, las autoridades optaron por la autarquía, un modelo acorde con los planteamientos del fascismo italiano, según los cuales un país no podía gozar de independencia política si no era económicamente autónomo.
Se implantó así un sistema intervencionista que impedía la actuación libre de los agentes económicos. El Estado fijó los precios agrícolas y obligó a los campesinos a entregar los excedentes de sus cosechas al Servicio Nacional del Trigo. Se creó el Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941 para articular y nacionalizar la débil industria española y se establecíó un rígido control del comercio exterior.
Las consecuencias de todo ello fueron nefastas. Se generalizó el mercado negro de casi todos los artículos de consumo, empezando por los alimentos, que esquivaban los bajos precios y funcionaba al margen de las cartillas de racionamiento. Los traficantes acumulaban enormes beneficios del llamado estraperlo
En 1950, el estancamiento por el fracaso del modelo autárquico era evidente, lo que obligará a las autoridades a dar un giro a la política económica. En 1952, se aplicó una liberalización parcial de precios, del comercio y de la circulación de mercancías, y se puso fin al racionamiento de alimentos (cierta expansión económica). La guerra fría y el consiguiente cambio en la política internacional norteamericana propiciaron que desde 1951 comenzara a llegar ayuda económica norteamericana. Esta ayuda permitíó importaciones de bienes de equipo imprescindibles para el desarrollo industrial.
El incipiente desarrollo trajo una fuerte inflación que propició un fuerte malestar social. Finalmente, Franco permitíó la entrada en el gobierno en 1957 de un grupo de tecnócratas del Opus Dei.
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Estos nuevos ministros diseñaron el giro definitivo en la política económica: el Plan de Estabilización de 1959.
Los objetivos del Plan de Estabilización de 1959 eran liberalizar la economía mediante la supresión de trabas burocráticas,la reducción de salarios y del dinero en circulación, devaluación de la peseta, el recorte del gasto público y la apertura de la economía española a las inversiones y al comercio internacional. Las consecuencias se apreciaron en poco tiempo. A partir de 1961 España inició un acelerado crecimiento económico, basado, sobre todo, en el aumento del sector industrial y de servicios, lo que permitíó un proceso de modernización que afectó profundamente a la sociedad española.
A partir de 1963 el gobierno intentó regular el crecimiento mediante los llamados Planes de Desarrollo, que intentaban orientar las inversiones privadas. Se trataba de conseguir, en períodos de tres años, una serie de objetivos de crecimiento en sectores clave, mediante incentivos fiscales, ayudas a la exportación y subvenciones estatales. Se crearon los llamados “polos de desarrollo”, en los que se intentaba promocionar la instalación de nuevas industrias para generar empleo en zonas deprimidas. Pero, en realidad, los Planes de Desarrollo no funcionaron
Fueron años de fuerte crecimiento, gracias al desarrollo de la industria, sobre todo del automóvil, y de los servicios, especialmente el turismo. Pero se trató de un desarrollo desigual y desequilibrado. Se favorecíó el desarrollo de ciertas regiones como País Vasco, Cataluña, Baleares o Madrid, frente al escaso desarrollo de ambas Castillas, Galicia o Andalucía. Serán estas regiones las que alimenten la ingente bolsa de la emigración a Europa, en busca de trabajo. Las desigualdades sociales se acentuaron, con una clase obrera mantenida con salarios bajos, frente a una burguésía favorecida por un sistema fiscal injusto.
El crecimiento económico español entre 1961 y 1973 significó la apertura definitiva de la economía española al capitalismo mundial.
En 1973, como consecuencia de la guerra del Yom Kippur, se produjo un alza brusca de los precios del petróleo que sacudíó toda la economía mundial y afectó a España deteniendo su expansión económica. Faltó una respuesta de la política económica a todo ello, en parte por razones económicas, pero también por la debilidad política de un régimen en declive.