Portada » Biología » Sistemas de Extinción de Incendios en Museos
Los agentes extintores son elementos que permiten combatir el fuego. Estos productos se arrojan sobre los materiales que están ardiendo o en sus proximidades. Algunos ejemplos son: el agua, el CO2, los polvos químicos, las espumas y los gases extintores. Aunque el agua es el más común, en los museos se intenta evitar pues es muy dañina para los materiales de las colecciones.
Según las normas europeas, los tipos de fuego se clasifican en función del material combustible:
Se distinguen cuatro tipos de métodos de extinción:
El agua siempre ha sido muy utilizada por su abundancia y accesibilidad. Es muy eficaz contra incendios de tipo A, actuando por enfriamiento e incombustibilización. Sin embargo, no es recomendable sobre bienes culturales ya que suele utilizarse en grandes cantidades y a presión.
Existen sistemas menos dañinos, como los rociadores (o sprinklers), que utilizan agua pulverizada y se activan automáticamente. Otra opción es el watermist, que utiliza agua prácticamente vaporizada.
El CO2 se presenta almacenado a presión, generalmente en extintores portátiles. Actúa por sofocación, disminuyendo el oxígeno. Es muy adecuado para las obras de arte, siendo muy barato y pudiendo emplearse, generalmente, en incendios de tipo B o C. Es importante evacuar el área antes de su uso, ya que desplaza el oxígeno.
Los polvos químicos suelen aparecer también en extintores portátiles. Están constituidos por una mezcla de materiales no combustibles en polvo que actúan por sofocación, aislando el material. Las mezclas más modernas también actúan por extinción. Generalmente se utilizan para fuegos de tipo B y, excepcionalmente, del tipo C.
No son tóxicos ni precisan evacuación, pero pueden provocar problemas respiratorios y dificultar la visión. Además, pueden dejar un residuo pegajoso que puede ser corrosivo y requiere una limpieza compleja. Tras su uso, el incendio puede volver a comenzar si se regenera el aire.
Las espumas son sustancias químicas que en contacto con un gas o agua se convierten en espuma. Actúan por refrigeración y sofocación, siendo útiles para fuegos del tipo B ya que flotan sobre los líquidos inflamables. Al ir en agua son conductoras, por lo que no se utilizan en fuegos de los tipos C y D. Tampoco sirven para algunos líquidos como el alcohol o la acetona, pues estos consumirían la espuma. Algunas sustancias pueden provocar vapores al arder que podrían atravesar la capa de espuma.
Los gases extintores han sido los sistemas más utilizados durante muchos años en las instituciones patrimoniales. Los halones (hidrocarburos halogenados) fueron prohibidos en 1997 por ser causa de deterioro de la capa de ozono. Estos gases actuaban por sofocación y tenían la ventaja de que se proyectaban con mucha facilidad, ocupaban poco volumen, no dejaban residuos, podían utilizarse sobre equipos electrónicos, no afectaban a la visibilidad y no dañaban los bienes culturales (salvo por el hecho de que disminuyen la humedad relativa). Desde entonces se han buscado sustitutos, aunque no se ha vuelto a lograr esta efectividad.
Los extintores gaseosos deben ser inocuos, no dañinos para las personas, efectivos contra el fuego a concentraciones que no dificulten la respiración y con el menor impacto ambiental posible.
Los extintores portátiles son requeridos por norma en las diferentes instalaciones. Su contenido varía según el tipo de fuego. El problema de estos aparatos es que la persona que los utilice debe saber cómo emplearlos correctamente. Para evitar errores, se han creado extintores multipropósito que sirven para incendios de los tipos A, B y C.
Los extintores están constituidos por un cilindro metálico que contiene el agente extintor, bien a presión, bien incorporándose presión cuando se vaya a aplicar. Existen tres tipos de extintores:
Los sistemas de rociadores son sistemas automáticos de extinción de incendios. Están conectados de forma permanente a un depósito de agua por medio de tuberías. El agua se encuentra en las cañerías a presión y se libera a través de rociadores distribuidos por el espacio a una temperatura predeterminada.
Los rociadores son muy eficaces, ya que combaten el fuego en sus primeras etapas. No son muy costosos y siempre responden ante un incendio de forma inmediata. Sin embargo, pueden activarse accidentalmente si no están correctamente dispuestos, provocando daños por agua.
Las instalaciones de gases son más caras que las de agua, pero suponen una alternativa a estas últimas. Se distinguen en que las cabezas de los rociadores que van a desprender gases no son individuales, sino que se activan todos a la vez y funcionan por inundación. Esto requiere una estanqueidad absoluta. Tienen la ventaja de que no son dañinos para los bienes culturales, aunque se requiere de un espacio de almacenamiento de gas. Muchas veces requieren también sistemas de ventilación acoplados que extraen el aire.