Portada » Lengua y literatura » Siglos XVIII y XIX: Ilustración, Neoclasicismo y Romanticismo en España
En el siglo XVII termina la dinastía de los Austrias con la muerte sin descendencia de Carlos II y se instaura, tras la guerra de Sucesión, la dinastía francesa de los Borbones, con Felipe V. España pierde Sicilia, Cerdeña, Milán, Luxemburgo, Gibraltar y Menorca. Con los monarcas siguientes – Fernando VI, Carlos III y Carlos IV – mejora la política interior al reducirse el número de pobres y aumentar la población, la mano de obra y la producción. Sin embargo, ya a principios del siglo XIX, Carlos IV entregará el país a Napoleón y comenzará la guerra de la Independencia.
En Francia se afianza un importante movimiento intelectual, fruto del predominio del auge de la burguesía frente a la nobleza: la Ilustración. Este movimiento, que se extenderá por toda Europa, aunque con diferente intensidad según los países, se caracteriza por los siguientes aspectos: el racionalismo y la experiencia (el fundamento del saber se encuentra en la razón, no en la fe o en la tradición), el utilitarismo, la búsqueda de la felicidad a través del progreso (material y espiritual) y el reformismo o concreción práctica de los ideales ilustrados en propuestas sociales, económicas y políticas que lo hagan posible. El espíritu crítico basado en la razón y en la experiencia es, por tanto, el aspecto más destacado de los nuevos intelectuales y pensadores. A ello se debe el nombre de Siglo de las Luces.
Los gobiernos tienen como lema el Despotismo ilustrado: «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Se procura su bienestar, pero sin que intervenga en la política. Y para mejorar su cultura y educación se crean escuelas, periódicos (más de setenta con Carlos III), museos y centros de investigación. Con Felipe V y sobre todo bajo el reinado de Carlos III se fundan diversas instituciones culturales de capital importancia para el desarrollo de las ideas ilustradas:
El Neoclasicismo es el movimiento artístico propiamente ilustrado. Se impone en Europa en la segunda mitad del siglo XVIII y constituye un retorno a la sencillez y equilibrio de los modelos clásicos cuya máxima *docere delectando* (enseñar deleitando) impregna el arte neoclásico.
El género que mejor se ajustaba a los intereses de los ilustrados era el ensayo (escritos de carácter didáctico en los que se abordaban temas de naturaleza científica, literaria, filosófica, histórica, artística, social, etc.), porque facilitaba la difusión de sus ideales. Los principales ensayistas del XVIII fueron:
Se suele contraponer a clásico, pero es una oposición que ha decaído en su crédito. Clásico y romántico significan, más o menos, equilibrio e interrupción del equilibrio. Son categorías que no se deben aplicar de manera gratuita. Pero todo clasicismo supone un romanticismo anterior. Ha de superarse el empleo de estos términos: lo romántico es la definición de una sensibilidad propia de un determinado período histórico, exclusivamente. La palabra “romántico” aparece en inglés a mediados del XVII. Servía para denominar ciertas características de las novelas caballerescas y pastoriles: la falsedad, la irrealidad, la índole fantástica e irracional de sus sucesos y los sentimientos descritos en aquellas novelas. Nace, pues, con un matiz peyorativo. Pero durante el siglo XVIII surge en los gustos una nueva corriente: lo romántico, aunque absurdo, se ve atrayente para la imaginación. Romántico, además de describir la escena y el paisaje, describe la emoción propia de quien lo contempla.
El Romanticismo es un movimiento originado en Inglaterra y Alemania a finales del XVIII, que se extiende por el resto de Europa en las primeras décadas del XIX. Implica el fin del orden clásico con su dominio de la monarquía absoluta, la razón y la regla, instaurando en cambio la democracia, la libertad, la voluntad individual. Frente al objetivismo racionalista surge una escala de valores basada en el subjetivismo integrador: predominio del yo y del idealismo frente a la realidad exterior; supremacía de lo popular frente a las aristocracias; culto del nacionalismo frente a pretensiones universalistas; reivindicación del cristianismo y de la cultura europea frente al prestigio grecorromano; imitación de modelos nuevos como Shakespeare, Dante, Calderón, frente a los clásicos antiguos; proclamación de una libertad ilimitada frente a reglas sociales, académicas, del gusto; conciencia de la relatividad del arte, resultado de distintas condiciones económicas, geográficas, culturales, frente al concepto de arte único y universal.
El Romanticismo modela el mundo externo desde el mundo interno, de dentro afuera. La libertad individual es fundamental. Pero toda liberación produce un sentimiento de soledad y vacío. De ese romper con un orden seguro proviene la angustia, el pesimismo, la melancolía romántica.
El Romanticismo comenzó con un haz de acontecimientos decisivos a lo largo del siglo XVIII, sobre todo entre 1770 y 1800, que cambian radicalmente el signo de la sociedad y la cultura occidental. Los principales hechos que favorecen la aparición del Romanticismo son: las tres grandes revoluciones (la industrial, la americana y la francesa); una gran evolución en el pensamiento filosófico, con la obra de Kant, Fichte, Hegel y Rousseau, que propugnan el desarrollo de la personalidad individual; y hubo una gran evolución en la concepción de la literatura.
Lo romántico se identifica con la belleza medusea. Shelley se impresionó con el cuadro de la Medusa, antes atribuido a Leonardo y ahora a un ignoto flamenco, que vio en los Uffizi (Florencia) hacia fines de 1819. De motivos que deberían provocar desagrado, brota un nuevo sentido de belleza engañosa y contaminada, un estremecimiento nuevo. Para los románticos, la belleza parece aumentar precisamente por obra de aquellas cosas que deberían contradecirla: lo horrendo. Cuanto más triste y dolorosa es, más la saborean.
El descubrimiento del horror, como fuente de deleite y de belleza, terminó por actuar sobre el mismo concepto de belleza. Lo horrendo pasó a ser, en lugar de una categoría de lo bello, uno de los elementos propios de la belleza. Por tanto, esto produjo que se podía extraer belleza y poesía también de las materias que en general se habían considerado innobles y repugnantes. Se insiste también en el tema del placer inseparable del dolor. Lo bello y lo triste se unen inseparablemente. Se afirma la voluptuosidad del dolor.
La belleza medusea es una actitud de la sensibilidad. Un romántico tratará de vivir los extravíos de su fantasía o por lo menos intentará sugerir un trasfondo de experiencia. Se afectaba un verdadero gusto por la belleza minada por la enfermedad o incluso pútrida. También apunta el carácter de rebeldía satánica de los románticos: para ellos, la figura de Satanás expresa la energía heroica. Se observa sobre todo a través de la figura de Lord Byron.
Los temas principales del Romanticismo español son la historia, los sentimientos y los problemas sociales.
La historia es casi siempre de tema nacional, prefiriendo casi siempre la Edad Media. Se revaloriza el Romancero y la épica, se revive el ambiente caballeresco. Aparece el tema de los templarios y el mundo árabe alcanza una importancia especial, no como algo exótico, sino como parte de su historia. Además de la Edad Media se acudió a la historia de los Siglos de Oro. No fue muy cultivada la historia extranjera. A veces se altera la realidad histórica y hay anacronismos. A veces la historia es reflejo del presente. Hay algunas obras que se dedican a enaltecer el ideal regionalista: El señor de Bembibre de Gil y Carrasco.
Los sentimientos que se tratan son el amor, la religión, la muerte y la vida como mal. El amor se convierte en un fenómeno subjetivo y hasta neurótico. Suele aparecer un amor sentimental (que conduce a la melancolía) y un amor pasional (que rompe con todas las convenciones y conduce a la muerte trágica). Este amor fue objeto de sátira por parte de los costumbristas. La mujer puede ser inocente, hermosa, o un demonio, perversa, vengativa, que arrastra a la muerte y la destrucción. En religión, aparece el tema de la rebeldía contra Dios y el satanismo. El sentimiento religioso no es firme. Las invocaciones a Dios suenan falsas, por lo retóricas. No hay profundidad ni sinceridad También se presenta como institución, apareciendo problemas contemporáneos como la desamortización eclesiástica, la alianza de curas y carlistas, etc. Se condena la Inquisición, las intrigas de las órdenes religiosas, el nefando dominio del clero. Pero se descubre la belleza de los templos medievales y lo gótico se pone de moda.
La vida es un mal para los románticos. El romántico es un inadaptado que está solo. El pesimismo lo envuelve todo. Es el mal del siglo, el cansancio de existir. Los románticos, perdida la fe en Dios e incapaces ya de creer en la razón como los ilustrados, operan en el vacío, en lo que se ha llamado inmenso vacío del silencio divino. El desprecio por la vida los lleva a buscar aventuras heroicas, donde se puede perder. La muerte, en consecuencia, es la libertadora, la que trae la paz, la suprema serenidad. Incluso se la busca deliberadamente en el suicidio.
En cuanto a los conflictos sociales, el escritor romántico es comprometido, consciente de su misión social, y denuncia y amenaza. Se proclama la libertad como eje de la vida pública y privada. En su nombre se reclama el derecho a pensar y a decir lo que se piensa. Se critica el absolutismo monárquico, exaltando el ideal burgués y liberal. Se elige el lado del individuo frente a la organización. Se admira, en consecuencia, a tipos rebeldes, marginales, que encarnan una permanente protesta con su renuncia a integrarse. Se promueve el humanitarismo, se clama contra la pena de muerte y el mal estado de las cárceles. Cobra una nueva dimensión la concepción nacionalista, que provoca el nacimiento del costumbrismo y el regionalismo.
A caballo entre los conflictos sociales y los sentimentales aparece el problema del mal: la sociedad es mala, la vida es un mal, el diablo está más próximo al hombre que Dios. Los escritores del período hacen una inmersión en el mal moral, el mal físico y el mal social.
Las constantes técnicas se desarrollan alrededor del entorno, la fantasía y los personajes.
En el entorno (la naturaleza) prefieren el color local, un gusto por lo particular y determinado frente al universalismo neoclásico. Tiene dos escenarios preferidos: la naturaleza salvaje y la ciudad (artística, cargada de historia y tradición). Se prefiere la noche y las estaciones de la primavera (estación de las ilusiones y el amor) y del otoño (símbolo del desengaño). Se busca demostrar el triunfo de la naturaleza sobre el hombre, de ahí el motivo de las ruinas envueltas en la madreselva. Se asocia la naturaleza y los sentimientos, siendo reflejo la primera de los segundos.
La fantasía renace en los escritores para romper los estrechos límites de la realidad y para usar la imaginación. El choque con la realidad hostil provoca el desencanto romántico. La fantasía puede entrar a través de lo misterioso y lo sobrenatural o a través del sueño o la visión, anticipando la explosión del subconsciente.
En cuanto a los personajes, más que personajes crean tipos planos con una caracterización determinada: existen héroes apasionados, caballerescos y nobles, en los que es importante el gesto, siempre grandioso (el suicidio, el desafío a Dios). Se prefieren personajes marginales y víctimas: el reo de muerte, el verdugo, el suicida, el pirata. El costumbrismo contribuyó a crear arquetipos, más que personajes.
Por lo que respecta al lenguaje, se rechaza la distinción entre palabras nobles y plebeyas: toda palabra puede entrar en el texto si es necesaria. El lenguaje abandona los nombres mitológicos. Se sustituye el ideal de precisión lógica por el de colorido y expresividad. Hubo predilección por palabras que se repiten con insistencia, sobre todo epítetos asociados a sustantivos: lúgubre son, fúnebre ciprés, raudo torbellino. Lo que más define el nuevo estilo es el énfasis como fundamento de la expresividad, que se conserva en la abundancia de interrogaciones, exclamaciones, antítesis violentas. Hay hinchazón retórica, nada se puede decir con sencillez, todo ha de ir envuelto en el exceso verbal. A los románticos les preocupaban el purismo y la deformación provocada por los galicismos y las traducciones.