Portada » Historia » Sexenio Revolucionario y Restauración Borbónica: Historia de España
Durante los últimos años del reinado de Isabel II, el poder estuvo monopolizado por los moderados, marginando al resto de fuerzas políticas. En 1866, los partidos progresista y demócrata firmaron el Pacto de Ostende (Bélgica), comprometiéndose a derrocar la monarquía de Isabel II y convocar unas Cortes Constituyentes. La sublevación estalló en 1868 en Cádiz, preparada por el general Prim en colaboración con el general Serrano y el almirante Topete. Al pronunciamiento militar se unieron sublevaciones populares en diversas zonas del país, lo que provocó la huida de Isabel II a Francia. La “Revolución Gloriosa”, como la denominaron los progresistas, había triunfado en España.
Se estableció un gobierno provisional presidido por el general Serrano y con el general Prim. Se tomaron medidas para controlar la revolución: supresión de las juntas revolucionarias, reorganización de la Milicia Nacional y restitución de la disciplina militar. Además, se intentó captar el respaldo de las clases populares mediante medidas como la supresión del impuesto de consumos, la liberación de los hijos de esclavos, el decreto de libertad de enseñanza y reforma de la educación secundaria, y el decreto de libertad de imprenta. El ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, impulsó medidas como la creación de la peseta. En enero de 1869 se convocaron elecciones a Cortes constituyentes por sufragio universal masculino, resultando en una mayoría de diputados progresistas y unionistas, además de una notable presencia de republicanos. Carlistas y moderados obtuvieron una representación muy baja en unas Cortes a las que se oponían. La principal labor de las Cortes fue decidir sobre el modelo del futuro Estado: mientras que progresistas y unionistas se decantaron por la monarquía, demócratas y republicanos eligieron la república.
Fue aprobada el 6 de junio de 1869, recogiendo el principio de la soberanía nacional, estableciendo la división de poderes, el derecho de reunión y asociación, y la libertad de culto. Era de carácter progresista y la forma del estado era la monarquía democrática. Las Cortes eran bicamerales, elegidas por sufragio universal masculino, y se reservaron el poder legislativo, mientras que la Corona se reservó el poder ejecutivo y la autoridad de disolver las Cortes. La nueva Constitución contó con un fuerte rechazo tanto de los católicos, que se oponían a las libertades de cultos, como de los republicanos, que rechazaban la monarquía. La continuidad de la monarquía como sistema político obligaba a buscar una nueva dinastía. Mientras se buscaba un nuevo rey, se estableció una regencia.
La regencia del general Serrano tuvo que hacer frente a diversos problemas tanto internos como externos: una guerra colonial en Cuba, la oposición activa de carlistas y alfonsinos, el descontento de las clases populares al no ver cubiertas sus demandas sociales y el bandolerismo en Andalucía. En mayo de 1869 se firmó el Pacto de Tortosa, donde las fuerzas republicanas reclamaban una república federal y una extensa autonomía para municipios y provincias. En octubre de 1869 estalló una sublevación que unió tanto a sectores burgueses como a miembros del incipiente movimiento obrero, teniendo especial importancia en Cataluña, Valencia, Aragón y Andalucía.
Con respecto a la búsqueda de un nuevo rey, se barajaron varios candidatos. Finalmente, las Cortes eligieron a Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II y perteneciente a una dinastía con fama liberal. El general Prim fue asesinado el 27 de diciembre de 1870, principal apoyo del rey, por lo que su ausencia debilitó la posición del nuevo monarca. Días más tarde, Amadeo llegó a España (30 de diciembre de 1870), donde se encontró con un amplio frente de rechazo: los carlistas; los “alfonsinos” partidarios de la vuelta de los Borbones (hijo de Isabel); la Iglesia católica; y, por la izquierda, movimientos republicanos, marxistas y anarquistas. Su reinado se caracterizó por una enorme inestabilidad política, por la continuidad de la guerra de Cuba y el inicio de la tercera guerra carlista (1872-1876). El 10 de febrero de 1873, Amadeo I presentó su abdicación a la Corona. Sin otra alternativa, ya que era imposible iniciar la búsqueda de un rey entre las dinastías europeas, las Cortes proclamaron la república el 11 de febrero de 1873.
Hubo serias divisiones entre los que defendían una república unitaria y centralizada (radicales) y los partidarios de una república federal con una amplia autonomía de las diferentes regiones (federalistas). La debilidad del régimen republicano provocó una enorme inestabilidad política con cuatro presidentes en un año: Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar. Por otro lado, tuvo que enfrentarse a dos guerras (la carlista y la de Cuba), además de las revoluciones de obreros surgidas en Cataluña y de campesinos en Andalucía. La Asamblea Nacional eligió a Figueras como presidente de gobierno de una república unitaria. Se emprendieron una serie de reformas: abolición de la esclavitud en Puerto Rico y supresión de las quintas. Se mantuvo la Constitución de 1869 suprimiendo los artículos referentes a la monarquía. El 10 de mayo de 1873 se convocaron elecciones a Cortes constituyentes proclamándose la república federal. Pi i Margall, quien sustituyó a Figueras al frente de la República, tuvo que hacer frente a dos guerras con un ejército que no era leal a la República. Además, las revueltas sociales se agravaron cuando una huelga se transformó en una sublevación obrera en Alcoy. A su vez, fueron surgiendo los movimientos cantonales, tras declararse en Cartagena el primer cantón el 12 de julio de 1873. Pi i Margall fue sustituido en el gobierno por Nicolás Salmerón, que consiguió acabar con el movimiento cantonal en Valencia con el general Martínez Campos y en Andalucía con el general Pavía. Castelar fue nombrado presidente tras la dimisión de Salmerón. Su programa tendió a restablecer el orden, actuando en la guerra carlista y cubana, a la par que el proyecto constitucional quedaba relegado al olvido. Por otro lado, las fuerzas radicales obligaron a Castelar a dimitir al interpretar su política como un intento de acabar con la república federal. Finalmente, en enero de 1874, el general Pavía tomó el Congreso dando fin a la Primera República.
En 1874, el general Pavía dio un golpe militar. Las Cortes fueron disueltas y se suspendió la constitución. El régimen republicano se mantuvo un año más, aunque la dictadura de Serrano fue un simple paso previo a la restauración de los Borbones que planeaban los “alfonsinos” liderados por Cánovas del Castillo. En diciembre de 1874, el príncipe Alfonso de Borbón firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, en el que se incluían los principios del nuevo régimen monárquico.
Finalmente, el 29 de diciembre de 1874, el general Martínez Campos llevó a cabo un pronunciamiento militar en Sagunto donde proclamaba a Alfonso XII como rey de España. El general Serrano dimitió y el 31 de diciembre se constituyó el ministerio-regencia presidido por el líder de los «alfonsinos», Antonio Cánovas del Castillo. El 14 de enero de 1875, la monarquía borbónica fue restaurada tras la entrada apoteósica de Alfonso XII en Madrid, iniciándose así el periodo de la restauración.
Tras el intento fallido de instaurar un régimen democrático durante el sexenio, se restauró la monarquía borbónica y España volvió al liberalismo. El poder se alternó entre el partido conservador y el liberal. Cánovas redactó el Manifiesto de Sandhurst (1874) por el cual el futuro rey prometía un gobierno constitucional y la ausencia de represalias a su vuelta. Martínez Campos se pronuncia en Sagunto a favor de Alfonso XII, proclamando la Restauración borbónica, que se divide en dos etapas: el reinado de Alfonso XII (1875-1885) y la regencia de María Cristina de Habsburgo (1885-1902). Serrano dimite y se marcha al exilio. Cánovas es nombrado regente mientras vuelve el futuro rey.
Debido a los problemas del sistema autoritario, como el carácter partidista de la monarquía de Isabel II, la intervención de los militares en la política y los enfrentamientos civiles, se articuló un nuevo sistema político basado en el bipartidismo que quedó establecido mediante una nueva constitución. Se convocaron elecciones a Cortes constituyentes mediante sufragio universal para elaborar la Constitución de 1876, que estructura el nuevo sistema político. La Constitución es una clara muestra de liberalismo doctrinario de carácter conservador e inspirada en los valores históricos tradicionales de monarquía, religión y propiedad.
Cánovas estableció un sistema basado en el bipartidismo y la alternancia en el poder de dos partidos dinásticos (turno pacífico), cuya tarea era garantizar la estabilidad institucional. El ejército deja de intervenir en la vida política, pero el poder militar sirvió como instrumento de presión sobre la vida civil.
El triunfo de cada partido en las elecciones se conseguía mediante la corrupción electoral y la manipulación del proceso electoral y de los resultados. Los caciques eran personas con gran influencia social y económica en las zonas rurales. Cada cacique controlaba su distrito y preparaba una lista de candidatos al gobierno (encasillados). Orientaban la dirección del voto para que ganaran sus candidatos. El conjunto de trampas electorales que se usaban para manipular los resultados electorales se conoce como pucherazo. Algunos métodos eran la falsificación del censo y el empleo de violencia y amenazas.
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista (1876) y cubana. En 1878, se estipuló un sistema de conciertos económicos, que otorgaba cierta autonomía fiscal a las Provincias Vascas.
En 1878, la Paz de Zanjón dio por terminada la Guerra de los Diez Años con la insurrección cubana, con la promesa de reformas políticas y la abolición de la esclavitud. Entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad. Tras la muerte del rey Alfonso XII (1885), se firmó el Pacto del Pardo entre conservadores y liberales, con el fin de apoyar la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía. La primera gran crisis del sistema ocurrió con el impacto del Desastre de 1898. Durante el reinado de Alfonso XII hubo un predominio de los gobiernos conservadores y durante la regencia de María Cristina, de los gobiernos liberales progresistas. En el “gobierno largo de Sagasta” (1885-1890), los liberales impulsaron una importante obra reformista. En 1890 se implantó el sufragio universal masculino para las elecciones generales. Sin embargo, continuaron los mecanismos de fraude y corrupción electoral. En 1897, Cánovas del Castillo fue asesinado por un anarquista.
A continuación, los partidos opositores al régimen fueron:
La Restauración duró más de 50 años, desde el pronunciamiento de Martínez Campos en 1874 hasta la proclamación de la Segunda República en 1931. Durante este largo período se consolidó un régimen constitucional parlamentario. El régimen político de la Restauración nunca llegó a ser plenamente democrático. Tras el asesinato de Cánovas del Castillo (1897), el personalismo del sistema provocó la descomposición de los partidos. En 1898, la pérdida de las últimas colonias españolas sumió a la Restauración en una gran crisis política y moral, el “desastre del 98”.