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EL ESTILO En la rotura de géneros que el siglo XX realizó, la fusión de lo narrativo, lo lírico y lo dramático en el romancero lorquiano es un fenómeno importante por el perfecto ensamblaje de los tres géneros. Lorca afirmó: “El romance típico había sido siempre una narración y era lo narrativo lo que daba encanto a su fisonomía porque, cuando se hacía lírico, sin eco de anécdota, se convertía en canción”. Y manifestó su voluntad de unir ambas modalidades: “Yo quise fundir el romance narrativo con el lírico sin que perdieran ninguna calidad”. Así pues, en el Romancero se funden lirismo y narración, pero también dramatismo, según el ejemplo que el propio autor adujo de esta fusión, el “Romance sonámbulo”, donde una historia de amor y sangre se desarrolla en un ambiente lírico que lo envuelve todo, incluidos los dos compadres que dialogan.En nivel básico de la composición es una narración en tercera persona cuyos elementos básicos están sólo sugeridos, dejando así lugar al misterio y a la sugestión. Sólo “La casada infiel” tiene narrador en 1ª persona. Los cambios espaciales, temporales y los movimientos de personajes se señalan con distintas secuencias, marcadas con asteriscos o espacios en blanco. El nivel lírico-expresivo se exterioriza en breves intervenciones exclamativas o interrogativas, comentarios a los sucesos, admonestaciones o interpelaciones a los protagonistas. Así se evidencia la implicación del narrador, que trata de involucrar al receptor en momentos de fuerte intensidad emocional o quiere subrayar algún detalle importante de la acción o de la descripción (“Preciosa y el aire”, “Prendimiento de A. El C.”). El narrador implicado llega a dialogar con los protagonistas (“Romance de la pena negra”, “Muerte de A. el C.”, donde el narrador participa
como personaje (“¡Ay Federico García!¡Llama a la Guaria Civil!”). En este nivel abundan unidades oracionales monoversales y medioversales. El nivel dramático se sustenta esencialmente en el diálogo y el monólogo. Las intervenciones expresivas del narrador, que en algunas ocasiones también se pueden interpretar como prolongación de la voz de la colectividad gitana, se relacionan con el coro trágico griego, premonitorio y agorero.
La estética de la obra se consigue con un original mezcla de neopopularismo y modernidad. El neopopularismo se observa en el tema mítico-gitano, en las fuentes populares (coplas, el cante jondo, los romances), en las técnicas de repetición (paralelismos, discretos estribillos), en la relaciones con otras formas artísticas neoprimitivas (música, escultura, baile…) y especialmente en el uso de rasgos propios del romancero tradicional. Todas las fuentes están adaptadas a nuevas situaciones narrativas y a personajes y escenarios mítico-históricos actuales. El lenguaje contiene brillantes imágenes, impensables sin las vanguardias (ultraísmo, creacionismo, surrealismo), sobre una base derivada del romancero tradicional, que por esos años estaba estudiándose a fondo en el ambiente filológico español. Lorca cuidó de no prodigar los rasgos tradicionales y de no usarlos de forma mecánica: La vocación oral del romancero antiguo está presente en los muchos recitales que Lorca convocó para dar a conocer el poemario antes de imprimirlo. La historia del romance se actualiza ante los ojos del receptor con los diálogos, sin “verba dicendi” introductorios, o con el verbo “ver” (“Se ven desde las barandas”). Fórmulas paralelísticas (“Ya la coge del cabello / ya la camisa le rasga”),
repeticiones (“El niño la mira, mira”, “El aire la vela, vela”, “Por el monte, monte, monte”), anáfora (“Voces de muerte sonaron, voces de muerte cesaron”).Inicio “in media res” (muerte de Antoñito el Camborio, “Reyerta”).“Que” ilativo “Y que yo me la llevé al río”). Cambios de tiempos verbales, del presente al pretérito (“La luna vino a la fragua”, “mueve los brazos”). El fragmentarismo, con inicios “in media res” (“Muerte de Antoñito el Camborio”, “Reyerta”) y finales truncados (“Prendimiento de Antoñito el Camborio”).Hay calcos directos de expresiones tomadas del Romancero medieval, como “¡Míralo por dónde viene!” de “Preciosa y el aire”, o como la metáfora del “Romance de la pena negra”, “las piquetas de los gallos/ cavan buscando la aurora”, inspirada en el verso de Mio Cid “Apriessa cantan los gallos e quieren crebar albores”.El vanguardismo influye en las imágenes del romancero: La prosopopeya parece originaria del ultraísmo-creacionismo En las mejores imágenes, la vivencia andaluza domina la mecánica vanguardista (“la noche se puso íntima / como una pequeña plaza”). Imágenes surrealistas. Existen rasgos en Lorca y en su generación que remiten al maestro Góngora: el esmero estilístico, cierto hermetismo, la presencia de elementos mitológicos (antiguos y nuevos) o la calidad y dificultad de ciertas metáforas. Lorca tiene una extraordinaria capacidad para encerrar en escasas palabras una enorme cantidad de sugerencias y apreciaciones. Su estilo se caracteriza por la densidad verbal que le lleva a crear expresiones enormemente sintéticas, como en el “Romance sonámbulo” “el barco sobre la mar / el caballo en la montaña” que sugiere la actividad de contrabando a que se dedica el amado, o “cara fresca, negro pelo” que recuerda la
belleza de la mujer cuando estaba viva. Recurre en estos y otros muchos casos la nominalización (ausencia de verbos) y a la yuxtaposición. En otras ocasiones estas expresiones sintéticas van ligadas a la consecución de brillantes metáforas, como Antoñito el Camborio dando “saltos / jabonados de delfín”.También se consigue esta condensación mediante los “desplazamientos calificativos”, que consisten en el traslado de una cualidad desde su soporte natural a los alrededores físicos del mismo. El intento de explicar estas expresiones hace necesario recurrir a largas frases para recoger todo el contenido. Así tenemos “desplazamiento calificativo”, por ejemplo en la “oración decapitada” de Santa Olalla. Por su parte, las metáforas aparecen frecuentemente en la más audaz de sus formulaciones, es decir, con sustitución plena del objeto real. Así, es la imaginación del lector, apoyándose en el contexto y en su conocimiento de los recursos expresivos de Lorca, la que debe interpretar esas imágenes: son saltos de los peces las “glorietas de caracolas” de “Preciosa y el aire”, o peces los “gitanos del agua” del mismo poema; portazos los “truenos” de “Muerto de amor”; una nube rasgada en el amanecer el “pez de sombra” del “Romance sonámbulo Dentro de la producción lírica lorquiana, el Romancero gitano constituye un punto culminante de una etapa estética que, a partir de fuentes, temas y formas tradicionales, y gracias a modelos de transformación tanto generales (el neogongorismo y las vanguardias) como más estrictamente personales (una formación musical avanzada, una lectura original del fenómeno gitano-andaluz), llegó a una escritura y expresión tan originales que el libro es para muchos uno de los grandes productos estéticos de la literatura española del siglo XX.