Portada » Historia » Revolución Industrial: Orígenes, Desarrollo y Expansión del Capitalismo
El desarrollo de vagonetas que se movían sobre raíles de hierro, junto con ruedas con pestañas que impedían el descarrilamiento, marcó un avance significativo en el transporte. Sin embargo, la verdadera innovación fue la locomotora de Stephenson (1829), que funcionaba mediante una máquina de vapor. La primera línea de pasajeros se inauguró entre Manchester y Liverpool en 1830. Durante los decenios siguientes, la construcción de la red ferroviaria en Europa impulsó el desarrollo de la siderurgia. El ferrocarril redujo la duración de los trayectos, incrementó la seguridad de los viajes y, gracias a su mayor capacidad de carga, abarató el transporte de mercancías.
Posteriormente, la máquina de vapor se aplicó al transporte marítimo, y los barcos de vapor, construidos con hierro, reemplazaron a los de vela. Los primeros vapores comenzaron a operar en Estados Unidos alrededor de 1807, y para 1847, los barcos ya podían cruzar el océano Atlántico en tan solo 15 días.
La Revolución Industrial dio lugar a una economía de mercado, donde la producción no se destinaba al autoconsumo, sino a la venta en mercados cada vez más amplios. Este cambio fue posible gracias al aumento de la producción, el crecimiento demográfico y la mejora del poder adquisitivo de los campesinos y las clases populares. La optimización de los sistemas de transporte facilitó el crecimiento del comercio interior, expandiendo los mercados locales y consolidando gradualmente un mercado nacional.
El comercio exterior también experimentó un notable incremento a mediados del siglo XIX. Las teorías del librecambio argumentaban que la libertad de comercio entre países estimularía el crecimiento económico. No obstante, para protegerse de la supremacía británica, muchos Estados que iniciaban su industrialización adoptaron el proteccionismo, defendiendo la industria nacional mediante aranceles a las importaciones.
La Revolución Industrial dio origen al capitalismo como modelo económico y al liberalismo como la doctrina política que lo respaldaba. Desde Gran Bretaña, este nuevo sistema se propagó al resto de Europa, Estados Unidos y Japón.
A finales del siglo XVIII, una serie de pensadores británicos, entre los que destacó Adam Smith, definieron el liberalismo económico. Smith estableció los principios del liberalismo:
Bajo estos principios, el capitalismo industrial se configura como un sistema en el que los medios de producción son propiedad privada de un grupo reducido, la burguesía, mientras que los trabajadores de las fábricas, los obreros, sin propiedad, se emplean a cambio de un salario. En el capitalismo, la falta de planificación y el constante aumento de la producción generan crisis económicas cíclicas. Estas crisis ocurren porque la oferta tiende a crecer más rápido que la demanda, llevando a la quiebra de empresas con exceso de inventario. La consecuencia social de esto es el aumento del desempleo.
Los bancos jugaron un papel crucial en el desarrollo del capitalismo, proporcionando capital a las empresas, actuando como inversores directos y facilitando los pagos mediante cheques y letras de cambio. La banca se convirtió en intermediaria entre los ahorradores, que depositaban su dinero, y los industriales, que necesitaban capital para invertir.
Las empresas requerían grandes sumas de dinero, que un solo empresario no podía aportar. Así surgieron las sociedades anónimas, donde el capital de una empresa se divide en acciones. Estas acciones pueden ser compradas y vendidas por cualquier particular en una institución especializada: la bolsa de valores.
A principios del siglo XIX, la industrialización se extendió a países como Francia y Bélgica, con un mayor énfasis en la siderurgia y menor en la industria textil. Entre 1850 y 1870, Rusia, Alemania, Estados Unidos y Japón también se industrializaron. Su modelo se caracterizó por el uso masivo de tecnología y capital extranjero, una alta concentración de empresas, un papel significativo de los bancos y una mayor intervención estatal. En el sur de Europa coexistieron regiones industrializadas con zonas rurales. La Europa oriental, en su mayor parte, permaneció al margen del proceso de industrialización hasta bien entrado el siglo XX.