Portada » Historia » Revolución Industrial: Orígenes, Desarrollo y Consecuencias (1750-1970)
A principios del siglo XIX, Europa experimentó la Revolución Francesa y la Revolución Industrial en Inglaterra. Entre 1750 y 1850, la agricultura dejó de ser la actividad económica predominante en Inglaterra, donde comenzó la Revolución Industrial. En el siglo XVIII, la sociedad inició un cambio social y económico significativo, con un gran avance científico y tecnológico, y en Europa comenzaron a surgir empresarios.
En Inglaterra, el clima, la localización, los recursos, la visión filosófico-religiosa del mundo y la organización de la sociedad determinaron el éxito de la industrialización. La Gran Divergencia se debió a varios factores, entre ellos, los gobiernos, el orden, la justicia y la tributación.
Mientras que en China imperaba un régimen absolutista y el mundo islámico estaba fuertemente influenciado por la religión, Europa contaba con un gobierno que favorecía la economía. Europa y el estado islámico vivían en permanente guerra, a diferencia de China, que no tuvo conflictos significativos. La justicia en Europa era igual para todos, sin privilegios, y la tributación facilitó el avance de los servicios públicos y la economía. Cada país se industrializó de manera distinta, pero en todos se produjeron avances tecnológicos que aumentaron la producción.
Un siglo antes, se había puesto fin al absolutismo monárquico, lo que propició una situación social, política y cultural adecuada para el avance de la industrialización. La geografía era ideal, ya que Gran Bretaña, al ser una isla, estaba protegida y resguardada. La población no era muy elevada, pero tenía ingresos altos, y las actividades agrarias y manufactureras estaban avanzadas. El Imperio Británico se expandió y dominó el ultramar. La Revolución Industrial se caracterizó por el frecuente uso de la tecnología, con alteraciones en la producción. Este cambio fue posible gracias a las máquinas, la energía y las materias primas. La oferta de energía había sido orgánica, y el descubrimiento del carbón permitió a Inglaterra disponer de la energía necesaria para la industrialización. El algodón y el hierro aumentaron su oferta y se extrajeron a gran escala. Se produjo un proceso conocido como la transición demográfica, caracterizado por un aumento de la población. La población inglesa casi se triplicó debido a la ausencia de crisis de mortalidad y al aumento del crecimiento demográfico. La población inglesa fue la primera en iniciar esta transición. El estado de las carreteras inglesas a principios del siglo XVIII era desastroso; los ríos sirvieron como medio de comunicación.
La difusión fue lenta y desigual. Hasta 1914, Gran Bretaña fue la economía líder a nivel mundial, y en 1870 fue superada por EEUU. Gran Bretaña era líder por ser productora de maquinaria, algodón, hierro, carbón, etc. La crisis que se inició en 1873 trajo consigo una serie de cambios. Los países centroeuropeos y EEUU empezaron a construir su propia maquinaria, y Rusia y Japón iniciaron una industrialización forzada y protegida por aranceles muy elevados. Los seguidores de Gran Bretaña fueron Alemania y Francia, que se convirtieron en potencias en el siglo XIX. Se distinguen tres fases de evolución en estos países:
En la primera fase, Alemania y Francia reaccionaron rápidamente a las innovaciones británicas en el sector textil. En 1782 se instaló el primer alto horno en Francia, y en 1784, la primera hiladora mecánica en Alemania. Se firmó el pacto Zollverein, por el cual se eliminaron las aduanas interiores y se fijó una tarifa aduanera exterior común. En Alemania se comenzó a impartir enseñanza técnica y mejoró la agricultura, la alimentación, y se exportaron productos primarios y agrícolas. La red ferroviaria provocó el nacimiento de la industria ferroviaria.
Las primeras líneas se construyeron con material inglés, pero pronto consiguieron su propio material e incluso comenzaron a exportarlo. Esto dio un gran impulso a la industria. La producción agrícola aumentó gracias a esto, lo que a su vez incrementó el capital y el crecimiento económico. Tanto en Alemania como en Francia comenzó a desarrollarse el sector del algodón.
En 1870, Francia era la tercera potencia de Europa, pero la guerra franco-prusiana la dejó dañada, empobrecida y con tensiones políticas y sociales. Después, sufrió una doble crisis agrícola. En 1895, hubo un impulso en algunos sectores de la Segunda Revolución Tecnológica. Alemania se convirtió en una gran potencia económica y contaba con personal capacitado gracias a las escuelas técnicas. El crecimiento se debió a la concentración en sectores nuevos y a la demanda a nivel mundial. A finales del siglo XIX, EEUU era la mayor potencia económica mundial. El crecimiento se debió a la ampliación del territorio, la población y el crecimiento económico. La extensión del territorio permitía el crecimiento de la población; era una economía basada en el sector primario. La aportación más importante fue la producción de piezas clave. Hasta la Guerra de Secesión, EEUU dependía de la agricultura; a partir de 1860, el crecimiento fue industrial. A finales del siglo XIX, ya era el principal productor mundial de carbón, hierro, cobre, y un gran productor de oro, plata, petróleo, etc.
Tras la muerte de Carlos II, se produjeron la Revolución Francesa y la Revolución Industrial inglesa. Ambos acontecimientos dificultaron la transición de España a la modernidad. Después de la Guerra de Sucesión, durante el reinado de Felipe V, el crecimiento económico fue lento. En 1814, se puso en marcha la desamortización. Entre 1790 y 1813, el país estuvo en permanente guerra con Francia o Inglaterra, y la deuda del país se vio afectada. Se intentó solventar mediante créditos, remesas, la desamortización de 1798, emisión de pagarés, etc. La Guerra de la Independencia condicionó la evolución de la economía española. Entre 1814 y 1840, se agrandaron mucho las diferencias con Europa. La productividad y la renta se estancaron. La solución habría sido eliminar los privilegios de la nobleza y el clero, crear un sistema de rentas y desgravar las actividades económicas, pero los absolutistas no estaban de acuerdo. A partir de la década de 1840, España puso fin a las guerras. El país no inició la transición demográfica; la tasa de mortalidad se situaba en torno a los 30 años, y la educación era muy baja. El déficit presupuestario se hizo crónico y no permitió al Estado ofrecer educación y sanidad. Los métodos de cultivo eran anticuados. Tanto la industrialización como la construcción ferroviaria se hicieron a medias. La industrialización comenzó con la siderurgia vasca, el textil catalán y el ferrocarril. El alto horno no llegó hasta la década de 1830. España se convirtió en un país exportador de materias primas e importador de carbón y maquinaria.
El conjunto de innovaciones que surgieron entre 1870 y 1970 se denominan Segunda Revolución Tecnológica. Este crecimiento benefició a todas las economías, aunque de manera desigual. Las inversiones en los sectores tradicionales eran cada vez menos rentables, por lo que hubo interés en desarrollar productos y procesos nuevos. Ahora se disponía de nuevas materias primas, otra mentalidad empresarial, mayor preparación científica y técnica, etc. Se creó una nueva fase de crecimiento global y permitió a la población el uso de bienes de consumo duraderos, como electrodomésticos o automóviles. Gracias al desarrollo del acero, se fabricaron máquinas, se abarataron costes, etc., y gracias al aluminio se desarrolló la aeronáutica. Con la nueva energía y el petróleo, se desarrolló la electricidad y, gracias a ello, la iluminación, el motor eléctrico y la electroquímica. Características del nuevo modelo tecnológico:
A lo largo de estos años, el comercio internacional creció considerablemente. Esto se debió al crecimiento de la población, que supuso un aumento de la demanda de alimentos, y a la ampliación de las superficies de cultivo. La adopción del vapor impulsó el comercio a través de sus efectos en el transporte terrestre, y se expandió la red ferroviaria. La ausencia de guerras permitió una mayor estabilidad política y seguridad. La expansión del imperialismo permitió que se redujeran los niveles arancelarios entre algunas metrópolis y sus colonias. Después, aparecieron los flujos migratorios internacionales. Durante estos años, más de 60 millones de personas migraron en busca de oportunidades hacia un mercado de trabajo globalizado. Las personas se iban de países europeos, y el destino era Norteamérica, Sudamérica y Oceanía. Cuando parte de la población abandona su país natal, lo que busca es mejorar su calidad de vida. El impulso migratorio se relacionó con la existencia de una brecha salarial entre la vieja Europa y las grandes regiones. Los flujos internacionales de capital avanzaron mucho entre 1870 y 1914. La inversión en el extranjero se cuadruplicó.
La fabricación de piezas estándar alcanzó la perfección en el trabajo en cadena y gracias a la organización científica del trabajo. El siguiente paso fue el montaje en cadena, que convertía a los montadores en piezas de una máquina. Esto lo desarrolló Taylor en 1880 mediante la organización científica del trabajo, que se basaba en la especialización de tareas. Consistía en dividir las tareas en movimientos sencillos y de igual duración. El caso más importante fue el de Ford. La ventaja de la cadena de montaje es que no hay tiempos muertos en las jornadas, aumenta la productividad y, con poca formación, todos pueden realizar las tareas. La desventaja es que se descalifica al trabajador y aumenta la fatiga. Se normalizaron las piezas, lo que redujo la variedad de productos y permitió la fabricación para el mercado. Hubo mercados más grandes y empresas más grandes gracias a las redes ferroviarias, la navegación y los camiones. En el exterior, se crearon nuevos tipos de empresas, y en el interior, hubo cambios en la producción y en la comercialización. Las organizaciones eran más complejas.
La característica principal del mercado de la Segunda Revolución Industrial es la aparición de la gran empresa, dedicada a la producción y a la distribución en masa. Esto conlleva a una integración vertical y horizontal. Se crearon los mayoristas, que tenían los productos que necesitaban las empresas, pero en cantidades pequeñas. Luego surgieron las cadenas de tiendas. Todo esto llevó al descenso de precios y de beneficios. Para evitar la competencia, se inventó la absorción y la fusión de empresas. Absorción: una empresa absorbe a otra, siendo la absorbente dueña de la propiedad y de las decisiones. Fusión: dos empresas se unen y ponen en común el capital, creando una nueva empresa. El fin de esto era crear empresas más grandes. Luego se crearon los cárteles, donde había acuerdos para fijar precios, producción y zona de actuación. A finales del siglo XIX, el capitalismo fue desapareciendo, y la economía funcionaba con monopolios. La información en una empresa es clave; por ello, la necesidad de obtener información dio lugar a la creación de formularios, máquinas de escribir, calculadoras, etc.