Portada » Religión » Revelación, Biblia y Fe: Un Recorrido por el Antiguo y Nuevo Testamento
La Biblia es considerada:
La Escritura es el testimonio escrito e inspirado de la Revelación de Dios y atestigua la Revelación en dos sentidos:
Hay que hablar de dos autores: Dios y el hombre. Dios es el autor de la Escritura, escrita bajo la inspiración de su Espíritu Santo. Los hombres, movidos por ese Espíritu, han puesto por escrito los libros que la componen.
Los libros de la Escritura enseñan firmemente y con fidelidad la verdad que Dios quiso con el fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para toda obra buena. Se trata de una verdad religiosa, no científica. La Escritura no tiene errores en todo lo que atañe a nuestra Salvación.
La Biblia contiene textos de carácter literario y otros de tradición oral, aunque un autor los haya integrado más tarde. Incluye refranes, proverbios, leyendas etiológicas y narraciones de curaciones.
El Antiguo Testamento se divide en tres secciones:
Los Evangelios son el corazón de todas las Escrituras por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador.
El hebreo es el idioma principal del Antiguo Testamento.
Palabras y acciones de Jesús — transmisión oral, breves escritos — redacción (organización en colecciones y redacción final del texto).
La Biblia comienza con la afirmación de fe: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra».
Los relatos patriarcales explican la diferencia entre los israelitas, ismaelitas, edomitas, moabitas y amonitas. Son primos que pertenecen a genealogías colaterales.
Se observan dos tendencias: la continuidad con el pasado y la necesidad de actualización.
En Génesis 1 y 2 encontramos dos relatos distintos de la creación, pero complementarios, que hablan de la construcción de la casa de Dios y de la familia de los hijos de Dios.
Dios ha dado a conocer el camino de su voluntad. Ante el pueblo hay dos sendas: el bien, que conduce a la vida, y el mal, que conduce a la muerte. El hogar es un inmenso paraíso.
La voz de sí mismo: la serpiente. El pueblo se ha negado a seguir los caminos del Señor. La serpiente es imagen de la voluntad de independencia y autonomía del hombre, la tentación del hombre.
La Torre de Babel representa la unidad del imperio en torno al rey. «Una sola lengua» describe la unidad del imperio. «Una boca les hizo tener» indica una unidad impuesta por la violencia y la fuerza, no por la voluntad libre de los pueblos.
«Dios bendice a Noé y sus hijos» (Gn 9,1). «Dios se acuerda de Noé, manda un fuerte viento para secar las aguas» (Gn 8,1).
La novedad del Antiguo Testamento es que Dios se presenta como un «YO» en relación con un «TÚ».
Dios es único y trascendente. «Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único». Esta frase refleja el credo fundamental de todo judío desde tiempos remotos. Es una confesión monoteísta, repetida dos veces al día en el rezo del Shemá y proclamada públicamente cada semana en la sinagoga.
La palabra es el medio mediante el cual Dios se revela. La Creación es la primera manifestación de Dios, el primer encuentro entre Dios y el hombre. El encuentro entre Dios y la humanidad se da en la palabra encarnada.
La elección-vocación de Israel por Yahvé es singular y única, pero no excluyente. Al elegir a Israel, Dios piensa en todos los pueblos, y cuando elige a Jeremías, piensa en las naciones.
El exilio pudo significar el fin del pueblo de Yahvé, pero generó una nueva identidad. Yahvé es el Dios del universo y el Señor del destino de todos los pueblos.
La alianza es el modo humano de expresar y concebir las relaciones de Dios con su pueblo: «Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo».
El mesianismo, referido a la esperanza de una salvación consumada por un liberador futuro, representa la categoría primordial que podría recapitular la teología bíblica y el pensamiento genuino de ambos credos.
Los Evangelios son testimonios de fe donde la resurrección del crucificado ilumina toda su existencia terrena.
Los tres evangelios sinópticos (después del bautismo) colocan las tentaciones. Pretenden mostrar la antítesis del compromiso hecho por Jesús. Son la encrucijada que se abre cuando Jesús comienza su vida pública. Son tres:
Son manifestaciones de una única tentación: afrontar la vida como búsqueda de uno mismo. La fidelidad al Padre es entendida como servicio y entrega a los hombres.
El carácter del Reino y la vinculación con Jesús se muestran en el conjunto de las enseñanzas, gestos y comportamientos típicos de Jesús. Hechos y palabras se exigen y explican mutuamente. Los hechos hacen visible y real lo que se dice en las palabras, que iluminan y se concretan en las acciones y gestos de Jesús.
La actividad sanadora de Jesús muestra que la integridad de la salud humana es la expresión más clara de la celebración del sábado (día para la bondad y la belleza de la obra de Dios). Los exorcismos muestran la realidad creada por Dios y animada por el Espíritu. Los milagros significan la victoria del Espíritu frente a los poderes que amenazan o despersonalizan al ser humano.
Sus enseñanzas se condensan en las bienaventuranzas. Proclama felices a aquellos que son unos desgraciados. Dios muestra su preferencia por quien tiene necesidad. Con las parábolas invita a ver a Dios como amor misericordioso al tiempo que interpela al oyente.
Abba es un término arameo que refleja la experiencia de Jesús en Getsemaní, en la soledad y el abandono. Dios sale de su anonimato para mostrarnos su rostro en la humanidad de Jesús, interpelado como Abba. Si Dios es el Abba común, todos sus hijos son hermanos.
La actitud de Jesús es de solidaridad. Se abandona para mostrar que realmente el amor a los enemigos es lo específico del Reino del Padre y el único medio de vencer la violencia.
La Última Cena tiene una dimensión escatológica, es un gesto que rompe el ritual judío, tiene una vinculación con el cuerpo y se enmarca en el horizonte de la alianza.
El credo judío es una narración de las acciones salvíficas de Yahvé. El credo cristiano se centra en la obra escatológica de Dios: en virtud de la acción del Padre y del Espíritu, el Hijo ha pasado de la muerte a la vida. La Pascua, como acontecimiento escatológico e intervención definitiva de Dios, es la referencia permanente de una historia que se inaugura desde bases nuevas y en un horizonte distinto.
Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) comparten la misma perspectiva.
Por su dinamismo, el Evangelio de Lucas se conoce como Evangelio y Hechos de los Apóstoles. El objetivo del Evangelio de Marcos es encontrar la identidad de Jesús.
La tradición lucana comprende el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles.