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Un gran peligro acechaba la ciudad pero nadie lo notaba. Los hombres grises cada vez conseguían persuadir a más gente para que dejara de lado todo lo prescindible, los placeres de la vida, para centrarse solo en las cosas productivas y así ahorrar tiempo que se quedaban ellos. Entre las personas engatusadas se encontraba Fusi, a quien le había venido un hombre gris al local, para meterle miedo y exprimir al máximo su tiempo pero solo con cosas que proporcionaran un futuro y dinero. Según él todo el tiempo ahorrado seria perfectamente guardado en el banco de los hombres grises. Pero poco a poco se fue dándose cuenta de que una vez terminadas todas sus tareas no le quedaba nada de tiempo libre para hacer lo que realmente le gustaba y poco a poco se estaba volviendo un infeliz.
Momo, los hombres grises, Beppo, Gigi y los ciudadanos (Fusi).
Los niños también notaron la influencia de los hombres grises; a sus padres ya nunca les quedaba tiempo para estar con ellos y les compraban un montón de cacharros para mantenerles entretenidos. Pero los niños no lo aceptaban y acudían al anfiteatro, aunque muchas veces también tristes o enfurruñados. También había algunos amigos de Momo que habían dejado de visitarle así que fue día a día a sus casas a pedirles explicaciones. Resulta que ya era demasiado tarde y los hombres grises se habían llevado también su tiempo.
Un día Momo se encontró una muñeca en las escaleras del anfiteatro. Se trataba de una muñeca muy especial, pues estaba hecha a tamaño real y era capaz de pronunciar algunas frases, pero por más que Momo intentaba jugar con ella decía siempre las mismas cosas sin sentido y por primera vez en su vida experimentó una extraña y repugnante sensación: el aburrimiento.
De repente se dio cuenta de que un hombre gris había salido del coche, se ve que llevaba algún tiempo observándola. Y empezó a explicarle que, ésta era una muñeca muy especial, no se podía jugar con ella simplemente sino que había que comprarle un montón de complementos y accesorios para realmente divertirse, siempre más y más. Según él no necesitaba a sus amigos si tenía todas estas cosas, que en realidad solo les estaba haciendo perder una enorme cantidad de tiempo. Pero Momo opinaba, que, a sus amigos les podía querer, a la muñeca no. Al final el hombre gris acabó confesando todo: si todas las personas fueran como Momo no les sería posible robar el tiempo a la gente. Su secreto consistía en mantenerse ocultos.
Momo, Nino, Liliana, Nicola, Gigi, Beppo, los niños, la muñeca y el hombre gris.
En cuanto vinieron Gigi y Beppo, Momo les contó todo lo sucedido con pelos y señales; su encuentro con el hombre gris y como le había confesado todo lo que tramaban. Sus amigos quedaron bastante asombrados y Gigi propuso hacer una gran asamblea con todos los niños y amigos.
Tras explicarles el motivo de la reuníón todos se quedaron con un terrible nudo en el estómago y finalmente llegaron a la conclusión de que la mejor forma de derrotar a los hombres grises era que todo el mundo se enterara de quienes eran y que mejor manera que una manifestación.
Estuvieron mucho tiempo preparando pancartas y carteles. Por fin llegó el gran día. Al principio los niños se manifestaban con todas sus fuerzas, muy ilusionados pero pasaban las horas y no venían los adultos. A los que más iba dirigido ni siquiera se habían enterado. A medida que se iban yendo los niños la desilusión de Momo iba creciendo hasta que al final se quedó completamente solo y destrozado.
Momo, Beppo, Gigi y los niños.
Momo se sentó desilusionada sobre una roca viendo todas sus ilusiones rotas en añicos.
Mientras tanto Bepo estaba realizando uno de sus trabajos de noche en los grandes vertederos. Se quedó un rato más para recuperar el aliento pero se durmió.
De repente despertó con una extraña sensación de frió y se encontró en medio de un juicio de hombres grises, que al parecer no podían verle. El acusado era el hombre gris que le había confesado todo a Momo y ese era justamente su pecado. Tras horas de discusión sobre su gravísima falta que les ponía en peligro a todos, fue sentenciado a muerte y se desvanecíó en la nada de la que provénía.
Entre tanto Momo no se había movido se su asiento sobre la piedra del anfiteatro, tenía la sensación de que debía esperar, que algo muy importante estaba apunto de ocurrir y ese algo llegó de la forma más inesperada. De repente algo rozó sus pies, se trataba de una tortuga, en su caparazón se podía leer. Al principio Momo no sabía que pretendía pero luego empezó a seguida y pasito a pasito se adentraron en la gran ciudad.
Momo, Gigi, Beppo, los niños, la tortuga y los hombres grises.
Cuando Bepo por fin llegó a la ruina se encontró todo hecho un asco, estaba seguro de que los hombres grises se habían llevado a Momo, así que fue corriendo a contárselo a Gigi.
Casi al mismo tiempo Momo se paseaba con la tortuga por la ciudad. Al banco de tiempo llegó la noticia de que la niña Momo había sido vista, pero aún no la tenían y de alguna extraña manera habían perdido toda huella.
Momo y la tortuga llegaron a “la calle del Nunca Jamás” por la que había que avanzar de espaldas hasta que llegaron a la última casa de la calle, en la que ponía “la casa de Ninguna Parte”, “Maestro Segundo Minucio Hora” y tras llamar al estrepitoso timbre entraron en la casa.
Momo, Gigi, Beppo, los hombres grises y la tortuga.