Portada » Historia » Represión y Oposición al Franquismo: Cultura y Resistencia
El régimen franquista se caracterizó por una fuerte represión política desde su inicio. Algunas de las leyes que instauraron este clima fueron:
Este «Estado de Guerra» se mantuvo hasta 1948, con tribunales militares activos. Numerosos funcionarios fueron depurados, junto con universidades, la administración pública y empresas privadas sospechosas de simpatía con la Segunda República. Los detenidos eran sometidos a juicios sin garantías, y cualquier actitud sospechosa era perseguida. Incluso dentro del bando vencedor, aquellos que no se alineaban con Franco sufrieron represalias.
Cerca de 500.000 españoles que perdieron la guerra emigraron. Los que cruzaron la frontera francesa acabaron en campos de refugiados, muchos siendo entregados al régimen. Unos quince mil republicanos españoles terminaron en campos de concentración, con casi cinco mil muertes estimadas. Otros se unieron a la resistencia antinazi en Francia, o se instalaron en la URSS, Argentina y México.
Las fuerzas del exilio confiaban en que los aliados restaurasen la democracia en España. Se crearon organizaciones para preparar el retorno, como las Cortes de la República en México, que buscaban establecer un gobierno democrático, aunque sin reconocimiento. El PCE, por otro lado, defendía la lucha directa contra Franco. Iniciaron una expedición al Valle de Arán con hombres desmovilizados tras la liberación de Francia, para luego optar por reactivar la guerrilla en el interior. Su objetivo era demostrar a los aliados la existencia de una oposición interna y forzar una intervención en España.
En las serranías de Asturias, León, Andalucía y Extremadura, quedaron núcleos guerrilleros. Su objetivo inicial era la supervivencia, esperando el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. En estos años se multiplicaron los robos y secuestros. La estrategia franquista para frenar la guerrilla fue la represión de la población campesina para cortar el suministro a los guerrilleros, principalmente a través de la Guardia Civil. Se produjeron numerosas matanzas sin juicio previo, prisión y tortura. Las conversaciones con D. Juan de Borbón no fructificaron, y con el tiempo, las esperanzas de una restauración democrática se desvanecieron, dejando a la oposición interior como único protagonista.
Una carta firmada por 300 sacerdotes vascos denunciando el totalitarismo franquista fue una de las primeras grandes demostraciones de oposición. Cataluña y País Vasco fueron las regiones donde el clero no oficialista protagonizó mayores protestas. Destacan figuras como Monseñor Añoveros y el Cardenal Tarancón.
Los conflictos obreros fueron constantes. El sindicato más activo fue el de Marcelino Camacho, desde la Comisión Obrera del metal, que combinaba la negociación sindical con la reivindicación activa. Fue declarado ilegal por el Tribunal Supremo y sus dirigentes condenados a prisión. A partir de los años sesenta, UGT y CCOO se convirtieron en los sindicatos mayoritarios.
Desde 1956, la Universidad plantó cara al régimen, con una oposición que se mantuvo y creció en los años siguientes. Las conferencias de estudiantes se convertían en protestas, con numerosos detenidos y profesores sancionados. En 1969, la muerte de un estudiante al caer desde una comisaría desató protestas por la brutalidad policial.
Mientras en el exterior había disputas, en el interior, algunas formaciones progresistas continuaron sus actividades, desgastando al régimen. La oposición democristiana abogaba por el pluralismo político y la apertura democrática. Tras la muerte de sus líderes históricos en el PSOE, nuevas figuras cobraron protagonismo a partir del XI Congreso en Toulouse. Los nacionalismos también fueron una importante fuerza opositora. En Cataluña, destaca la campaña contra el director de La Vanguardia liderada por Jordi Pujol, quien fue detenido y condenado. En el País Vasco surgió ETA, que defendía la lucha armada contra el régimen.
Aquellos con capacidad de intervenir se manifestaron contra la dictadura y a favor de la democracia. Este hecho, conocido como el «Contubernio de Munich» por el régimen, tuvo como respuesta el exilio o destierro para sus participantes. Se suprimieron los supuestos derechos del Fuero de los Españoles, y el Gobierno decretó el estado de excepción para reprimir sin obstáculos.
El Tribunal de Orden Público (TOP) se encargaba de la detención y juicio de opositores. Organizaciones terroristas como el FRAP o ETA recrudecieron sus acciones contra las fuerzas de seguridad. ETA fue responsable del asesinato del presidente de gobierno Luis Carrero Blanco. La respuesta del franquismo fue contundente: el Proceso de Burgos en 1970 condenó a nueve miembros de ETA a muerte y a otros siete a cadena perpetua. En marzo de 1974, el anarquista Salvador Puig Antich fue ejecutado a garrote vil.
El exilio provocó la destrucción de la llamada Edad de Plata de la cultura española. Aquellos que impulsaron la modernización de España y la orientación a Europa tras el desastre del 98, con el regeneracionismo y la Institución Libre de Enseñanza, fueron perseguidos. Con la recuperación económica del franquismo, se produce un cambio en el panorama cultural:
En la música, el rock and roll americano, los Beatles y el pop francés influyen en el panorama español. En conclusión, las élites culturales e intelectuales del tardofranquismo ya estaban integradas en el panorama cultural occidental.