Portada » Griego » Representaciones de la Mitología Griega: Anfitrión de Plauto y el Libro II de la Eneida de Virgilio
La acción se lleva a cabo en Tebas. Júpiter suplanta a Anfitrión y pasa la noche con su esposa, Alcmena. Anfitrión, por su parte, desembarca de una victoriosa expedición. Se encuentra acompañado por Sosia, su esclavo, quien se encamina a dar a la señora la noticia del regreso de su esposo. El dios Mercurio, quien acompaña a Júpiter, impide que el esclavo interrumpa el idilio de Júpiter; por ello, propina una paliza a Sosia y le manifiesta que el esclavo verdadero es él. Para comprobarlo, el dios le descubre detalles de su vida; Sosia comprueba que aquel individuo desconocido es su vivo retrato. Asombrado, pregunta al dios: «¿Quién soy yo entonces?». Mercurio le responde: «Hombre sin nombre, muchos azotes habrás de recibir si no cedes tu plaza». A la hora de amanecer, Júpiter se despide de Alcmena. Parte al combate dejándole como recuerdo una copa de oro. Al poco tiempo, Anfitrión, quien no ha creído la historia que le ha referido su esclavo, llega a su hogar. Alcmena le comunica que ya ha estado con él y que juntos han pasado la noche. El marido considera que ha perdido la razón, pero queda estupefacto al oír cómo ella le narra las batallas donde él participó y le muestra la copa de oro que él pensaba obsequiarle. Ante las sospechas del marido, ella se muestra ofendida y proclama su propia inocencia en los siguientes términos: «Mi dote es mi castidad». Anfitrión, por su parte, no admite protestas, pues se halla completamente seguro de haber pasado la noche en su barco. Júpiter toma nuevamente el aspecto de Anfitrión y se presenta ante Alcmena. Le dice que todo no ha sido más que una broma para probar su fidelidad, y ella le perdona su desatino ante los sorprendidos ojos de Sosia, que ha presenciado la escena. Júpiter llama al falso Sosia para que impida la entrada del verdadero Anfitrión. Sin embargo, los dos Anfitriones se encuentran frente a frente sin que ninguno de los compañeros de guerra pueda determinar quién de ellos es el verdadero. Alcmena siente los primeros dolores del parto y Júpiter la asiste; entretanto, el verdadero Anfitrión cae desmayado. Al volver en sí, una esclava le comunica la noticia: ha tenido dos niños, el primero de un vigor extraordinario (Hércules). Júpiter anuncia que aquel niño es su hijo y rehabilita el honor de Alcmena; el otro de los gemelos, es de origen humano (de Anfitrión) y recibe el nombre de Ificles.
Eneas, a petición de Dido, cuenta la caída y el saqueo de Troya. El relato de la toma de Troya se abre con el episodio del caballo: Ulises, junto con otros soldados griegos, se oculta en un caballo de madera «alto como un monte», mientras que el resto de las tropas griegas se oculta en la isla de Ténedos, frente a Troya. Los troyanos, ignorando el engaño, entienden que los griegos han huido y hacen entrar el caballo en su ciudad. Piensan que se trata de una ofrenda a los dioses, a pesar de las advertencias de Laocoonte, que es asesinado por dos monstruos marinos junto a sus dos hijos. Llegada la noche, Ulises y sus hombres salen del caballo, abren las puertas de la ciudad y someten a Troya al fuego y el terror. En el momento del asalto, Eneas, dormido, ve a Héctor, que en sus sueños le anuncia el fin de Troya y le ordena salvar a los Penates y huir.
Los ruidos del combate terminan por despertar a Eneas, que, viendo a su ciudad en llamas y librada a manos de los griegos, decide al principio luchar hasta morir, junto con sus compañeros. Visita el palacio de Príamo y contempla la muerte del hijo de este, Polites, en manos de Pirro, que luego decapita al rey de Troya. En medio del caos, ve a Helena y se dispone, lleno de ira, a castigar a la culpable de la guerra. Venus, su madre, se le aparece y lo conmina a contenerse: los verdaderos culpables son los dioses, no Helena. Lo insta luego a buscar a los dioses Penates y a su familia, para huir de Troya. Eneas busca a su padre, Anquises, y a su hijo, Julo. Anquises se rehúsa inicialmente a partir, hasta que un presagio divino lo convence. Parten entonces de la ciudad en llamas. Habiendo perdido de vista a su mujer, Creúsa, regresa a Troya. Finalmente, tras encontrar a la aparición de Creúsa, vuelve con los suyos a las afueras de Troya, donde prepara lo necesario para la partida.