Portada » Lengua y literatura » Renovación Teatral en la Posguerra Española: Buero Vallejo y Otros Autores
El teatro de la Generación del 98 inició una labor innovadora que continuó, entre otros, Federico García Lorca. Con la Guerra Civil y el franquismo, el teatro se convirtió en un medio propagandístico del sector dominante, con una dramaturgia decadente y sin profundidad. Con esta situación rompieron autores como Buero Vallejo, Miguel Mihura y Alfonso Sastre. En el exilio se llevó a cabo una literatura dramática de considerable importancia en circunstancias adversas, ya que los autores se vieron aislados de su público. Quizá el autor más significativo fue Max Aub, cuya obra es difícil de ordenar por su variedad formal y temática. La Guerra Civil Española y la gran contienda europea están en la base de su reflexión, aunque también tiene obras como Deseada, ajenas a estos planteamientos. A partir de los años 50, decrece el ritmo de producción dramática y se dedica con mayor intensidad a la narrativa y a la crítica literaria. Las piezas experimentales de su primera época fueron las que tuvieron más fortuna, como Crimen o San Juan.
Alejandro Casona escribió una veintena de piezas dramáticas en su exilio que destacan por su lirismo, simbolismo y lenguaje poético. Entre sus obras más reconocidas se encuentran Los árboles mueren de pie y La dama del alba. Rafael Alberti también escribió obras teatrales como El Adefesio.
Durante los años 40, el modelo teatral triunfante fue la comedia burguesa, con personajes de clase media que se mueven en ambientes acomodados y temas referidos a asuntos matrimoniales y celos, generalmente con final feliz. Destacan Jacinto Benavente y Enrique Jardiel Poncela. El teatro pretende un entretenimiento sin trascendencia, con el deseo de entretener sin preocupar. No se especializan en drama o comedia, sino que ambos conviven, y tienen éxito autores como José María Pemán, Juan Ignacio Luca de Tena y José Calvo Sotelo. También son frecuentes las obras humorísticas, y destacan Jardiel Poncela y Miguel Mihura, que abogan por la fantasía y practican una estética que conduce al teatro del absurdo.
La obra de Jardiel Poncela tiene muchas acotaciones y personajes, con abundantes cambios de escenarios. Destaca Los ladrones somos gente honrada. Miguel Mihura, por su parte, estrenó Tres sombreros de copa, que no fue bien entendida por el público en su momento, lo que le llevó a abandonar la orientación renovadora. A partir de 1953, empieza una nueva etapa de teatro más convencional, conservando su éxito hasta 1968. Su humor se define por la ruptura de esquemas lógicos y frases hechas. Mihura llega a lo absurdo a través de la ruptura de frases hechas, la incompatibilidad semántica y las interpretaciones al pie de la letra que destruyen la lógica de la frase.
Antonio Buero Vallejo nació en 1916 en Guadalajara. Durante el asedio a Madrid, su padre fue fusilado y, cuando se movilizó su quinta, se incorporó al ejército republicano. Fue condenado a muerte en 1939, pero se le conmutó por la de 30 años, que se redujo a seis y medio, obteniendo la libertad condicional. En 1949, presentó Historia de una escalera al Premio Lope de Vega. El estreno de la obra fue un acontecimiento decisivo en el teatro de posguerra y significó un nuevo teatro, cargado de hondas preocupaciones. En los años 60, la fama de Buero se consolidó y se extendió a Europa y América, donde pronunció conferencias y estrenó obras suyas. En 1971, fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua y, en 1986, recibió el Premio Cervantes.
Para Buero Vallejo, la tragedia supone una mirada lúcida sobre el hombre y el mundo, pero no una función pesimista. Su función es doble: inquietar y curar. Inquietar planteando problemas, pero sin imponer soluciones. El final de sus obras suele ser una interrogación, y el espectador ha de prolongar la reflexión personal. Se nos invita a tomar partido, a comprometernos. También se propone curar, señalando la necesidad de superación personal y colectiva, impulsándonos a luchar contra todas las fuerzas que se oponen al desarrollo de la dignidad humana.
Sus obras giran en torno al anhelo de realización humana y sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la verdad y de la felicidad se ve obstaculizada. Por eso, su obra ha sido enfocada en un doble plano:
Con ambos enfoques se entreteje un enfoque ético. La tragedia se desencadena por una transgresión moral que un personaje ha cometido libremente y de la que es responsable. Sus piezas están muy cuidadas en los aspectos formales. Se plantea cada obra como un experimento. La clave de la acogida que tuvo fue saber renovar sin romper con las fórmulas ya consolidadas. Hace un efecto de inmersión, una técnica inversa a la del teatro brechtiano. La concepción del espacio y del tiempo recorre un camino de progresiva complejidad.
Hay una carga de significados simbólicos, siguiendo el modelo de Ibsen. Un símbolo fundamental es la ceguera, y la contraposición luz/oscuridad está presente en toda la obra. Hace un uso del escenario múltiple, con una gran visión plástica de este. Le preocupa el comportamiento individual, la conciencia de las limitaciones del hombre y el problema de su personalidad. Están los personajes activos (carecen de escrúpulos y usan cualquier medio para conseguir su fin) y los contemplativos (escrupulosos y angustiados, soñadores que fracasan en lo inmediato).