Portada » Griego » Relato de la Expedición de Ciro el Joven y el Ascenso a Babilonia
De Darío y Parisátide nacen dos hijos: el mayor, Artajerjes, y el más joven, Ciro. Cuando Darío enfermó y sospechaba que se acercaba el fin de su vida, quiso que sus dos hijos estuviesen presentes. Artajerjes, el mayor, se hallaba presente por casualidad. A Ciro, en cambio, lo envía a buscar desde la provincia de la que le había hecho sátrapa y, asimismo, le había nombrado general de todos los que se reúnen en la llanura de Castolo. Ciro acude, llevando consigo a Tisafernes como amigo, y a trescientos hoplitas griegos, con Jenias de Parrasia como su jefe. Tras la muerte de Darío y la coronación de Artajerjes, Tisafernes calumnia a Ciro ante su hermano, acusándolo de conspiración. Artajerjes se deja persuadir y captura a Ciro con intención de matarlo, pero su madre intercede y consigue su perdón, enviándolo de nuevo a su provincia.
Clearco de Lacedemonia, que estaba desterrado, se encuentra con Ciro. Este, no solo lo admira, sino que le entrega diez mil dáricos. Clearco, con este dinero, reúne un ejército y, partiendo del Quersoneso, lucha contra los tracios que habitan más allá del Helesponto, beneficiando a los griegos. De esta manera, incluso las ciudades helespónticas contribuyen gustosas con dinero para el mantenimiento de sus soldados.
Ciro también llama a los que sitiaban Mileto, y a los desterrados les ordena que se unan a su campaña, prometiéndoles que no cesaría hasta devolverlos a su patria. Estos obedecen gustosamente, confiando en él, y, tomando las armas, se presentan en Sardes.
El rey, al enterarse por Tisafernes de los preparativos de Ciro, se prepara para la guerra. Ciro, con sus fuerzas, parte de Sardes y avanza a través de Lidia en tres etapas (22 parasangas) hasta el río Meandro, que tiene dos pletros de ancho y un puente formado por siete barcas. Tras cruzarlo, avanza a través de Frigia en una etapa (8 parasangas) hasta Colosas, una ciudad habitada, opulenta y grande. Allí permanece siete días. Llega Menón de Tesalia con mil hoplitas y quinientos peltastas (dólopes, enianos y olintios). Desde allí, avanza en tres etapas (20 parasangas) hacia Celenas, otra ciudad habitada, grande y opulenta. Allí, Ciro tenía un palacio y un gran parque lleno de animales salvajes, donde cazaba a caballo para ejercitarse a sí mismo y a sus caballos. El río Meandro atraviesa el parque, naciendo de los palacios, y también fluye a través de la ciudad de Celenas.
También hay un palacio del Gran Rey en Celenas, fortificado sobre las fuentes del río Marsias, bajo la ciudadela. Este río también atraviesa la ciudad y desemboca en el Meandro. El Marsias tiene 24 pies de ancho. Se dice que Apolo desolló a Marsias allí, tras vencerlo en una competición musical, y colgó su piel en la cueva donde nacen las fuentes. Por eso el río se llama Marsias. Se dice que Jerjes, al retirarse de Grecia tras ser derrotado en la batalla, construyó este palacio y la ciudad de Celenas. Ciro permanece allí treinta días. Llega Clearco, el exiliado lacedemonio, con mil hoplitas, ochocientos peltastas tracios y doscientos arqueros cretenses. Al mismo tiempo, se presentan Sosias de Siracusa con trescientos hoplitas y Soféneto con mil hoplitas arcadios.
Allí, Ciro pasa revista y cuenta a los griegos en el parque. En total, suman once mil hoplitas y alrededor de dos mil peltastas.
Desde allí, avanza tres etapas (30 parasangas) hacia la llanura de Caístro, una ciudad habitada. Permanece allí cinco días. Se les debía a los soldados más de tres meses de paga, y a menudo acudían a la tienda de Ciro para reclamarla. Él les daba esperanzas, pero era evidente su disgusto, pues no era propio de Ciro tener dinero y no pagar. Llega Epiaxa, la esposa de Sienesis, rey de los cilicios, junto a Ciro. Se dice que le dio a Ciro mucho dinero. Entonces, Ciro paga al ejército cuatro meses de sueldo. La cilicia tenía una guardia personal de cilicios y aspendios. También se decía que Ciro había tenido relaciones con la cilicia.
Desde allí, avanza en dos etapas (10 parasangas) hacia Timbrio, una ciudad habitada. Allí, junto al camino, había una fuente llamada de Midas, el rey de los frigios, donde se dice que Midas cazó a Sátiro mezclándola con vino.
Ciro observaba primero a los bárbaros, que desfilaban ordenados por escuadrones y batallones. Después, observó a los griegos, pasando Ciro en un carro y la cilicia en un carro cubierto. Todos llevaban cascos de bronce, túnicas púrpuras, grebas y escudos desenfundados. Tras pasar delante de todos, detuvo su carro de guerra frente al centro de la formación y envió a Pigres, el intérprete, junto a los generales de los griegos, ordenando que preparasen las armas y que avanzase toda la línea de batalla. Los generales lo comunicaron a los soldados. Cuando sonó la trompeta, prepararon las armas y avanzaron.
Entonces, avanzando a paso ligero y con griterío, se produjo una carrera entre los soldados hacia las tiendas, causando gran temor entre los bárbaros. No solo la cilicia huyó en su carro cubierto, sino que también los del mercado huyeron, abandonando sus mercancías. Los griegos llegaron a las tiendas riendo. La cilicia, al ver el brillo y el orden del ejército, se admiró. Ciro se alegró al ver el miedo que los griegos infundían a los bárbaros. Desde allí, avanza tres etapas (20 parasangas) hacia Iconio, la última ciudad de Frigia.
Desde allí, avanza en tres etapas (15 parasangas) hacia el río Éufrates, de cuatro estadios de ancho. Allí estaba habitada una ciudad grande y opulenta, llamada Tapasco. Permanece allí cinco días. Ciro envía a buscar a los generales de los griegos y les revela que el camino sería contra el Gran Rey, hacia Babilonia. Les ordena que comuniquen esto a los soldados y los persuadan. Los generales convocan una asamblea y anuncian la noticia. Los soldados se enfurecen contra los generales, acusándolos de ocultarles la información, y declaran que no se moverán a menos que se les dé dinero, como a los que habían ido anteriormente con Ciro en su visita a su padre, y eso que no iban a una batalla, sino que Ciro acudía al llamamiento de su padre. Los generales comunican esto a Ciro.
Desde allí, avanza a través de Babilonia en tres etapas (12 parasangas). En la tercera etapa, Ciro pasa revista a los griegos y a los bárbaros en la llanura, alrededor de la medianoche, pues parecía que al amanecer siguiente el Rey se presentaría con su ejército para luchar. Ordena a Clearco que se encargue del ala derecha, a Menón el Tesalio de la izquierda, y él mismo dispone a sus propias tropas. Después de la revista, al día siguiente, se presentan desertores del ejército del Gran Rey. Ciro convoca a los generales y capitanes de los griegos y discute cómo librar la batalla. Los exhorta y anima con sus palabras.
Ya eran cerca de las once de la mañana y se acercaban al lugar donde Ciro tenía intención de atacar, cuando Pategias, un persa fiel a Ciro, aparece cabalgando a toda velocidad, con el caballo sudando. Inmediatamente, grita a todos los que encuentra, tanto en lengua bárbara como en griega, que el Rey se acerca con un gran ejército, dispuesto para la batalla. Se produce un gran sobresalto, pues los griegos y todos creían que el Rey caería sobre ellos desordenados. Ciro sube a su caballo, toma las jabalinas en sus manos y ordena a los demás que se armen y se coloquen cada uno en su propia formación.