Portada » Español » Relatividad Lingüística: Lenguaje, Pensamiento y Cultura
La diversidad lingüística es su condición, pero lo que ha dado a la Antropología Lingüística mayor proyección ha sido el “principio de la relatividad lingüística”, cuyo enunciado más estricto habría que atribuir a Whorf. Lo que tiene importancia en esta idea es la relación que se establece entre el lenguaje y el pensamiento (lengua y cultura). La relación entre lengua y cultura ha tenido desde la perspectiva evolucionista una exposición simplista, por eso quizás tiene forma de prejuicio, y pretende situar las lenguas en una escala correspondiente al estadio de la evolución de la cultura en la que se habla. El relativismo rompe el prejuicio en dos direcciones. No menos que las supuestas lenguas evolucionadas, las llamadas lenguas “primitivas”, canalizan el “pensamiento” y no más que las culturas llamadas “primitivas”, los miembros de las culturas supuestamente evolucionadas construyen el mundo según sus lenguas. El relativismo descubre que todas las lenguas son iguales (más bien son equivalentes) y que el pensamiento sigue a las formas de la lengua. El procedimiento para mostrarlo es lo que comenzaron a desarrollar Boas, Sapir, antes que Whorf.
Existen vacilaciones a la hora de determinar la autoría de la Relatividad Lingüística, así como para atribuirle una etiqueta epistemológica (es una teoría, un axioma, una hipótesis…). Fue Whorf quien utilizó la denominación de “Relatividad Lingüística”. Uno de los trabajos lleva con expresivo título “La Lingüística como ciencia exacta” y no está declarado explícitamente, pero se perciben con suficiente claridad los ecos de las teorías de Albert Einstein y de hecho se refiere a la relatividad lingüística como a “un nuevo principio de relatividad”.
La influencia de Sapir en Whorf es innegable. En el artículo titulado “El gramático y su lengua” publicado en la revista American Mercury en 1924, E. Sapir había ya hablado de la relatividad de los conceptos o de la relatividad de las formas de pensamiento y había indicado que para comprenderla eran indispensables los datos comparativos de la Lingüística e incluso había aludido al paralelismo de ésta con la relatividad física de Einstein y la actividad psicológica de Jung, pero ciertamente el fundamento explicativo que proporcionan es deudor de la psicología de la época, y en particular de la psicología de la Gestalt.
En general el halo que parece rodear al Principio de la Relatividad Lingüística es cientifista y revela una pretensión de aproximación de las ciencias humanas a las ciencias físico-matemáticas. Este principio se entiende como aportación fundamental de la Antropología lingüística. El halo científico que adquirió, tal vez, fue el responsable de haber generado cierta confusión (y no pocas decepciones) en torno a él, entre otras razones porque de manera ciertamente audaz la propuesta significaba hacer depender la propia “ciencia” de la “lengua”.
Whorf lo enunció de forma un tanto contundente:
“… un nuevo principio de relatividad que afirma que todos los observadores no son regidos por la misma evidencia física hacia la misma imagen del universo, a menos que sus fondos de experiencia lingüística sean similares o puedan ser equiparados de algún modo”
“ …lo que he llamado “principio de relatividad lingüística” que significa en términos informales, que las personas que utilizan gramáticas acusadamente diferentes se ven dirigidas por sus respectivas gramáticas hacia tipos diferentes de observación, externamente similares; por lo tanto no son iguales como observadores, sino que tienen que llegar a algunos puntos de vista diferentes sobre el mundo”
Estos enunciados nos remiten al pensamiento neokantiano. Fue Boas el que puso las bases para mostrar cómo se producía esa determinación al dirigir su análisis hacia las categorías lingüísticas.
El ensayo al que pertenece el texto comienza repitiendo lo que ya había defendido en otros trabajos:
A continuación acomete las características generales del lenguaje y en primer lugar la fonética. Los aspectos básicos que quedan subrayados en este análisis de fonética son:
El otro nivel de descripción del lenguaje es la gramática y es presentado utilizando el concepto de “categoría”. Este concepto se convertirá en nuclear del principio de relatividad lingüística y sirve fundamentalmente para mostrar que una lengua es un sistema de clasificación.
Si hubiera que señalar un enunciado boasiano del principio sería:
…los grupos de ideas expresados por grupos fonéticos específicos muestran diferencias sustantivas en las diferentes lenguas y no se conforman de ningún modo a los mismos principios de clasificación.
Y aún más claramente:
… cada lengua, desde el punto de vista de otra lengua, puede ser arbitraria en sus clasificaciones.
Parece un enunciado de la diversidad, pero lo es propiamente de relatividad. En Boas la diversidad lingüística mostrada por contraste se torna relatividad lingüística. Pero pese a haber habilitado las herramientas metodológicas para el determinismo, se advertirá que Boas no era estrictamente tal pues entiende que estas diferencias son debidas a “los intereses de los pueblos”.
En realidad estos ejemplos corresponderían no a un nivel gramatical, sino al nivel lexical de las lenguas, sin embargo este es un punto importante en la discusión. La comprensión de la relatividad luego desarrollada por Sapir y Whorf tiene aquí un primer aspecto sustantivo. Boas cuestionaba la separación que en las lenguas modernas indoeuropeas se hacía entre los contenidos materiales de las frases representados por los sujetos y los predicados y los elementos modificadores. A los primeros se les otorga la expresión de un número ilimitado de ideas, mientras que a los segundos muy pocas, los sujetos son objeto de la lexicografía y los predicados de la gramática. Pero en las lenguas americanas precisamente tal distinción se torna oscura pues son muchos los elementos que entran en las composiciones formales. En la lengua tsimshiana hay muchos elementos adverbiales, que no tienen entidad independiente sino que van adheridos a otros elementos y se supone que son elementos que modifican los verbos. El número de verbos de movimientos es muy restringido, pero cuando estos aparecen combinados con los elementos adverbiales este número se convierte en enorme. ¿Habría que considerar a estas combinaciones sólo como formas gramaticales o como términos lexicales diferentes? Por otra parte la distinción entre raíz – elemento modificado- y afijos –elemento modificador- se torna igualmente oscura y finalmente arbitraria ya que ¿Cómo apreciamos qué modifica a qué?
Boas incita así a desplazar la atención hacia el análisis de las categorías y a mostrar su relevancia, al contrario de lo que solía hacerse en el estudio de las lenguas indoeuropeas tan concentrados en las etimologías y creyendo que la expresión de las ideas se encontraba fundamentalmente en las raíces de las palabras.
Las categorías nominales clásicas de los análisis de las lenguas indoeuropeas habían sido el género, el número y el caso. Pero en las lenguas amerindias se mostraban que estos aspectos fundamentales del nombre no eran elementos necesarios del habla.
El género no aparece en muchas lenguas del mundo, los nombres no tienen por qué estar divididos según las clases y si lo están no tienen por qué dividirse según el género sino según otras clases muy distintas.
En cuanto al número tampoco es indispensable. Hay muchas lenguas que son indiferentes a esta distinción. Pero aunque muchas lenguas la idea de pluralidad no parece importante si están marcadas la idea colectividad y de distribución. Por otra parte hay lenguas que no sólo marcan el singular y el plural sino también el dual, el trial y el paucal.
Respecto al caso no hay por qué esperar que se encuentre en los nombres. Los casos se reducen básicamente al nominativo y acusativo, puesto que los demás se expresan por medio de pronombres y sus respectivas características por medio de elementos adverbiales.
En las lenguas indoeuropeas estamos habituados a tres personas en los pronombres tanto en plural como en singular y se hace distinción de género en algunas personas. Boas recuerda aquí que una verdadera primera persona del plural es imposible, porque no puede haber más de un sujeto hablante (Boas no advirtió que varios hablantes pueden coincidir en un mismo discurso, una circunstancia que se da en los rituales, por ejemplo, cantando himnos, profiriendo juramentos, etc.). En muchas lenguas se evita esta incongruencia haciendo una distinción entre posibles personas interlocutoras. No hay ninguna lengua que combine las tres personas porque esta idea entra en conflicto con la situación del interlocutor. Pero sí hay dos modos de combinar dos personas, uno es el modo inclusivo (nosotros, incluyéndote a ti) y el otro es el modo exclusivo (nosotros, sin incluirte a ti) de la primera persona del plural.
En cuanto a las categorías verbales, personas, tiempos, modos y voces se representan en las lenguas amerindias de formas distintas. En muchas lenguas no se expresan estrictamente la relación de tiempo. Las relaciones de tiempo serían después objeto de análisis minucioso por parte de Whorf, utilizando especialmente ilustraciones de la lengua hopi
En suma, todas estas ilustraciones de las categorías gramaticales de las lenguas americanas insisten en que:
Boas en este mismo trabajo aborda las relaciones entre lenguaje y pensamiento (como luego harían Sapir y también Whorf) pero fue para negar primero que las lenguas amerindias no puedan expresar ideas abstractas ni formularse generalizaciones. En segundo lugar niega que, aunque los sistemas numerales de estas lenguas se limiten a series reducidas, eso significa que las gentes no sean capaces de contar grandes cantidades como muestra el hecho de que en el contacto con la “civilización” adoptan perfectamente todos los numerales que necesitan de otras lenguas. El relativismo en Boas no es simplemente ilustrativo. Es un arma metodológica contra las falsas atribuciones a los pueblos llamados “primitivos” de inferioridad o de incapacidad mental y a la vez es el camino que conduce a la unidad de los procesos psicológicos fundamentales, a la unidad psíquica de la humanidad.
El relativismo de E. Sapir va más allá pero guarda el mismo respeto por la unidad psíquica. Cabe destacar los siguientes puntos:
El interés por la forma es uno de los contenidos nucleares de este trabajo. Sapir pretendía con ello lograr un reconocimiento de la lingüística como ciencia y advertía que es reconocimiento se podría lograr o adoptando una perspectiva histórica, es decir, mostrando la naturaleza de los cambios lingüísticos, especialmente de aquellos que están en correlación con las fases de la evolución cultural, o tomando por objetivo la exploración de la forma.
La primera opción había sido una aportación característica de la lingüística alemana que había conseguido desenmarañar los encadenamientos de los hechos que condujeron, por ejemplo, a la formulación de la leyes de Grima, etc., pero la segunda, apoyada en la psicología, podría permitir adentrarse en la estructura interna del lenguaje, en tanto que conjunto de procesos psíquicos inconscientes.
El primer aspecto a destacar a la hora de abordar el estudio de cualquier lengua, era el carácter acabado de su forma. Todas las lenguas poseen un sistema fonético particular y bien definido y aún más, todas sus expresiones están integradas en una red muy sutil de formas bien dispuestas, una “red de la que no se puede escapar”. Este es un enunciado de igualdad de las lenguas muy similar a los que Boas había voceado para todas la culturas primitivas o no. Y por otro lado, la metáfora de la “red” traída aquí anticipa vagamente el sentido determinista del lenguaje que luego desarrollaría Whorf. A la metáfora de “red” añade Sapir, para explicar que el conjunto de formas lingüísticas de una lengua determinada es un sistema completo de referencia, las analogías con un sistema de números en matemáticas y con un sistema de ejes de coordenadas en geometría. Estas analogías buscan a su vez la equiparación de la lingüística con las ciencias y ayudan a entender que pasar de una lengua otra es lo mismo que pasar de un sistema geométrico a otro, es decir, el mundo de aplicación, los puntos en el espacio, son los mismos pero el sentido de orientación es totalmente diferente.
Pero Sapir era a la vez defensor decidido de la unidad psíquica de la humanidad. Uno de sus análisis ilustrativos, que es presentado para mostrar que el carácter acabado de la forma es independiente de la riqueza o pobreza del vocabulario, es esclarecedor.
Las deficiencias de vocabulario se suplen en las lenguas tomando prestadas palabras de otras lenguas a medida que el campo de la experiencia de sus hablantes se amplia, o bien extendiendo el significado de palabras que ya tienen o creando por analogía nuevas palabras a partir de recursos lingüísticos propios.
A pesar de sus múltiples estudios sobre el païte, el nutka, el yana y sus dialectos, el takelma, el sarci y otras muchas lenguas, Sapir no hizo análisis específicos comparativos de cómo el sentido de la forma en estas lenguas “canalizaba” la experiencia. En 1928 publicó un artículo en el que puede hallarse una formulación del relativismo lingüístico un tanto más acusada. El contexto de esta formulación es una discusión sobre la utilidad del lenguaje y de las lenguas para todas las ciencias humanas y más en concreto la necesidad de apoyarse en una lengua para penetrar en el conocimiento de una cultura.
El fundamento de esa necesidad no es meramente metodológico. Indica entonces:
Todo esto sería el contenido de lo que luego se llamó primer principio de la relatividad lingüística. Pero en Sapir quedó únicamente como enunciado.