Portada » Psicología y Sociología » Relación terapeuta paciente en el humanismo
En la práctica psicoterapéÚtica el foco tiene un eje central.
Con la mayor frecuencia este eje está dado por el motivo de
consulta (síntomas más perturbadores, situación de crisis,
amenazas de descompensación que alarman al paciente o al
grupo familiar, fracasos adaptativos). Íntimamente ligado al
motivo de consulta, subyacente al mismo, se localiza cierto
conflicto nuclear exacerbado. Para Ernesto, un paciente de
30 años, con un hijo de 3, que acaba de separarse de su
mujer, el motivo de consulta es un estado de angustia y
depresión que afecta su vida cotidiana y su rendimiento
profesional. Las desavenencias crónicas hacían necesaria para
Héctor J. Fiorini. Ed. Nueva Visión. Psicología Contemporánea. © Copyright de todas las ediciones en castellano
1 He revisado sesiones de diferentes tratamientos observando en ellas las vicisitudes de la focalización. Una paciente con fuerte debilidad yoica presenta más
de 30% de intervenciones dispersas, ajenas a toda focalización, contrastando con un promedio inferior al 10% para tales intervenciones en un paciente cuyas
funciones yoicas revelaban, a través de indicadores diversos un mejor rendimiento.
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él la separación, pero siente que no puede tolerarla, que no
podría reemplazar a su mujer ni admitir que ella formara
otra pareja. En Andrea, paciente soltera de 26 años, profesional
recién graduada, el motivo de consulta reside en el
miedo paralizante que experimenta frente a un proyecto, ya
iniciado en sus trámites, de trasladarse varios años al extranjero
a los fines de especializarse. Su ambivalencia frente a ese
proyecto es muy intensa.
En cada uno de estos focos, el eje dado por el motivo de
consulta y el conflicto nuclear subyacente se inserta en una
específica situación grupal. Para Ernesto la situación se agrava
porque desde su separación ha ido a vivir con su madre,
persona autoritaria con quien siempre mantuvo un vínculo
conflictivo, de intensa ambivalencia mutua. Este hecho, en
parte inevitable por sus dificultades materiales para vivir
solo inmediatamente de producida la separación, significa a
su vez dejar de convivir con su hijo, lo que añade obstáculos
a dificultades previas del paciente con la paternidad. La situación
se complica en el momento en que surge otro hombre
con posibilidades (le hacer pareja con su mujer. El viaje
de Andrea al extranjero significa dejar sola a su madre viuda
en la misma época en que se casa su hermano menor, que
vive hasta entonces con ambas. La madre ha tenido en el
último año signos de leve insuficiencia coronaria.
Motivo de consulta, conflicto nuclear subyacente, situación
grupal son aspectos fundamentales de una situación
que condensa un conjunto de determinaciones. Un trabajo
analítico nuestro sobre la situación intentará identificar zonas
de ese conjunto de determinantes. Lo esencial a respetar
es el carácter de estructura de la situación tal como existe,
totalizada, en la experiencia humana, de modo que todo
trabajo analítico se haga a partir de delimitar esa totalidad de
la situación, en toda su amplitud. El estudio de diversos
componentes de la situación deberá hacerse en el sentido de
despliegue de “niveles de análisis”, entendidos como estratos
funcionales enraizados en la situación, actualizados y
totalizados por ésta.
Con este enfoque es posible deslindar una zona de componentes
de la situación que podemos caracterizar como
aspectos caracterológicos del paciente (dinamismos intrapersonales
activados en esta situación específica, modalidades
defensivas personales selectivamente movilizadas por la situación
-no es posible ensayar una u otra de varias defensas,
hay que ver cuáles de ellas hace el grupo viables-, etapas no
resueltas del desarrollo infantil, actualizadas por la estructura
de la situación). En Ernesto su dependencia materna,
no resuelta sino trasladada a su pareja, exacerbada con la
pérdida y la vuelta a la convivencia con su madre; sus conflictos
de intensa ambivalencia frente a la dependencia (complementarios
con la ambivalencia de su mujer y su madre
frente a esa dependencia); además, sus conflictos por el choque
entre su dependencia (con sus consecuencias: agresión,
separación, angustia, depresión) y sus necesidades adultas
(de autonomía, maduración y eficacia en sus rendimientos).
Se localizan en esta zona sus defensas movilizadas: disociaciones,
proyecciones, ataques al objeto que abandona, idealizaciones.
En Andrea se registra en este aspecto también
una fuerte dependencia materna, generadora de ambivalencia,
tanto frente a su viaje como frente a la posibilidad de
quedarse a estudiar en Buenos Aires. Experimenta culpa de
dejar a su madre y gran miedo a quedar desprotegida. Se
ponen en juego en ella defensas fóbicas (evitaciones principalmente,
búsqueda de objetos acompañantes) y maníacas
(reacciones contrafóbicas, negación de su dependencia e idealización
de sus recursos fuera del país). También en esta
zona de determinantes caracterológicos es posible incluir
otras funciones yoicas adaptativas. En Andrea, más visibles
que en Ernesto, la capacidad de planificación, el armado de
cierto proyecto de salida de su dependencia, a través del
desarrollo profesional. Andrea actúa mediante defensas más
primitivas, pero las contrarresta con otras funciones adaptativas
potencialmente eficientes. Ernesto presenta un debilitamiento
marcado de sus funciones yoicas, apenas mantenidas
en la esfera del trabajo.
Es posible asimismo reconocer en la situación aspectos
histórico-genéticos individuales y grupa les reactivados. La
agresión de la madre de Ernesto ha estado siempre centrada
en sus fracasos, la distancia prescindente de su padre hizo
que esos juicios fueran los únicos que aspiraran a objetivar
a Ernesto una imagen de sí mismo. La esposa encarnó luego
y mantiene una actitud similar desvalorizante que tiñe el
clima de la situación para el paciente. Lo que se juega no es
sólo la separación sino el fracaso, una vez más. En Andrea
sigue presente, en el centro de la situación, una antigua relación
simbiótica con su madre, en la que ésta jugó el rol de
objeto acompañante, y es ese rol el que ambas tienen que
romper en esta situación. Juega también como figura de identificación
precaria, la presencia del ladre fallecido hace años,
como exigencia de un rendimiento profesional brillante que
justifique esa separación, agregado como elemento fobígeno.
Otra zona integrante de la situación comprende el momento
evolutivo individual y grupal, las tareas que se desprenden
de necesidades propias de ese momento evolutivo
y la prospectiva global que comporta esa etapa. Gran parte
de la conflictiva agudizada en la situación deriva no solamente
de la reactivación de conflictos infantiles, sino del
choque entre las limitaciones dadas por la persistencia de
esos conflictos y las necesidades propias de la etapa evolutiva
abierta que urgen una satisfacción. Urgencias a la vez
subjetivas (autoestima) y objetivas (presiones sociales para
la maduración y la eficiencia). Ernesto tiene que enfrentar
sus dificultades de pareja (con esta o con otra pareja), las
exigencias de la paternidad, y de su trabajo profesional, necesidades
de estudio y de sociabilidad que cuanto más precariamente
se enfrentan más distante hacen la posibilidad de
recuperación. De modo semejante, Andrea y su madre tienen
que separarse, ella tiene que crecer, la situación de infancia
y adolescencia no es prorrogable, y sin crecimiento y
resolución de esa simbiosis se interfieren otros rendimientos,
eróticos, sociales y vocacionales. Para la madre, el viaje
de Andrea, el casamiento de su hijo menor y sus problemas
de salud configuran una etapa crítica, que agrega obstáculos
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para la resolución de la situación.
Esta serie de componentes de la situación tiene que ser
puesta en relación, además, con un conjunto de determinaciones
concurrentes, que originalmente podemos localizar
en una zona de determinantes del contexto social
más amplio. Un conjunto de condiciones económicas, laborales,
culturales, ideológicas que intervienen de muchas
maneras en la situación.
Para Ernesto no es lo mismo vivir este conflicto de pareja
en condiciones de trabajo seguro y de alivio económico,
que correr el riesgo por su depresión de perder sus ingresos.
Una cultura tradicional para la cual ese divorcio es un
fracaso y nunca un éxito, como es la que ha prevalecido en
su familia y en él mismo desde siempre, es concurrente de
peso, como lo es toda la ideología del orgullo masculino
frente a la presencia del tercero. Estos componentes refuerzan
la angustia y traban las posibilidades de elaborar esa
separación. Para Andrea la situación de desocupación profesional
y las condiciones difíciles de especialización en nuestro
medio refuerzan su ambivalencia frente a la posibilidad
de quedarse aquí y su miedo al fracaso afuera que la obligue
a regresar. Su falta de contacto ideológico-político con esta
situación hace que todas las posibilidades sean medidas desde
una óptica estrictamente individual que agrega otra dimensión
de aislamiento a sus ansiedades de destete. Toda la ideología de
los cuidados que la hija debe retribuir a la madre y la oculta
responsabilidad del sistema social por el desamparo de una
persona sola se incrustan en el centro mismo de la situación de
Andrea para movilizar culpas de difícil elaboración.
Si volvemos a considerar el conjunto de estas zonas de
determinaciones que hemos desplegado en un somero examen
analítico, lo que haremos es reconfigurar una estructura,
construir un modelo de la situación que intente dar cuenta
de los dinamismos, articulaciones, encajes, potenciaciones
y oposiciones propios de una totalización. A mi juicio el
concepto de situación, en el que convergen las perspectivas
dialéctica, materialista y existencial puede aportar un modelo
adecuado capaz de aproximarnos a una totalización concreta,
singular y en movimiento, del individuo o grupo en
estudio. Es en esta noción totalizadora de situación donde
pueden encontrar su marco aportes parciales propios de
una conceptualización psicodinámica (ansiedades, conflictos,
fijaciones), comunicacional (modalidades en el manejo
de los mensajes, alianzas, descalificaciones) o psicosocial (roles,
mitos, tareas grupales).
Comprendido el foco como delimitación de una totalidad
concreta sintética (14) entonces los esfuerzos analíticos
conservan sentido por su inclusión en ese marco conservado
a lo largo del movimiento de profundización sobre determinadas
zonas de sus componentes. La óptica dirigida a
la situación se refleja en esta formulación: “…El hecho de que
el conflicto tenga lugar como tal intrapersonalmente no significa
que la cuestión sea de orden primariamente personal,
ni desde luego exclusivamente personal. El problema ha surgido
de una situación y ésta es a su vez, como dijimos antes,
resultante del diálogo de la persona con su realidad”. Importa
detectar “las formas cómo el diálogo se realiza y la
índole de la estructura dialéctica sujeto-realidad” (5).
El modelo de foco contiene esta serie de componentes
condensados en la situación estructurada. La profundidad
con que se indague el papel de cada uno de ellos en la estructura
y las articulaciones del conjunto depende a su vez de
otro conjunto de factores propios de la situación terapéÚtica
que creo posible identificar como reguladores del foco;
éstos serán mencionados en el punto siguiente.
2. Diafragmado operacional del foco sobre la base
de ciertos reguladores y retorno a la totalización
En muchos momentos del proceso la tarea no abarca la totalidad
de los componentes de la situación sino que se concentra,
por una especie de diafragmado, en algunos de ellos,
recortando alguna zona de la estructura. La profundidad
con que se explore cada zona y la amplitud con que pueda
comprenderse la estructura de totalidad depende de una
serie de factores reguladores que comprenden:
a) Desde el paciente y su grupo familiar, un conjunto de
factores: condiciones de vida, culturales, ocupacionales, geográficos;
motivación y aptitudes para el tratamiento.
b) Desde el terapeuta y la institución otros condicionantes:
esquemas teóricos, recursos técnicos que integran su arsenal
terapéutico, disponibilidad de personal y espacios, estilos
de supervisión: este conjunto de factores influye en decisiones
sobre tiempo, objetivos y técnica que son a su vez
reguladores del foco.
Este conjunto de factores establece la amplitud general
que habrá de darse al trabajo sobre el foco.
c) En cada momento del proceso no obstante, la focalización
adquirirá una amplitud particular.
Este conjunto de reguladores delimita sobre la situación
total un cono de amplitud variable; cada sesíón puede ahondar
selectivamente ciertas zonas del cono. Lo esencial, sin
embargo, reside en que cual quiera sea el sector de elementos
explorados, éstos sean comprendidos como integrantes
estructurados-estructurantes de la situación.
El trabajo con el foco seguirá en psicoterapia esta secuencia:
1) El paciente inicia la sesíón aportando un material disperso,
hecho de episodios recientes, recuerdos, observaciones
sobre los otros y vivencias personales en esos episodios.
2) Transcurrido un tiempo de ese despliegue inicial, el
terapeuta interviene para preguntar en una dirección específica,
o bien reformula el relato, subrayando de modo selectivo
ciertos elementos del relato significativos desde la situación-
foco.
3) El paciente recibe esta reformulación y comienza a
operar con ella: produce asociaciones guiadas por la nueva
dirección impresa a tarea, amplía elementos recortados por
el terapeuta.
4) Nuevas intervenciones del terapeuta tomarán ya ele www.
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mentos parciales componentes de la situación, a los fines de
ahondar en ellos, y articulaciones del conjunto, en un doble
movimiento analítico-sintético, que Sartre ha caracterizado
como momentos regresivo y progresivo del análisis de la
situación. Este último apunta al encuentro de una totalización
singular, a realizar “la unidad transversal de odas las
estructuras heterogéneas”. El movimiento de diafragmado
entonces se acompaña de un retorno a la totalización, en
una alternancia constante desde las perspectivas entre figura
y fondo.
Un movimiento donde se trabaja a la vez sobre los detalles
y sobre el conjunto. Un método que Sartre encuentra
en Marx: “Si subordina los hechos anecdóticos a la totalidad
(de un movimiento, de una actitud), quiere descubrir ésta a
través de aquellos. Dicho de otra manera, a cada hecho, además
de su significado particular, le da una función reveladora;
ya que el principio que dirige la investigación es buscar el
conjunto sintético; cada hecho una vez establecido, se interroga
y se descifra como parte de un todo; y es sobre él, por
medio del estudio de sus faltas o de sus sobre-significados
cómo se determina a título de hipótesis la totalidad en el
seno de la cual encontrará su verdad” (14).
5. Algunas implicaciones teóricas y técnicas del modelo
de foco centrado en la situación
1. Un modelo estructural de articulación de una multiplicidad
de determinaciones en el todo concreto de un sujeto
en situación, permite comprender que diferentes tipos de
estímulos y recursos técnicos pueden tener eficacia en cuanto
a inducir reconfiguraciones en la situación. Si se comprende
que la acción se ejerce siempre sobre una estructura,
no pueden esperarse relaciones lineales ni proporcionales
entre influencias y efectos, porque entre ambos polos de la
supuesta cadena causal lineal se interpone la estructura de la
situación, con sus líneas de fuerza internas, sus leyes de
reconfiguración, sus planos de clivaje. Este aspecto puede
ser fundamental para comprender las relaciones entre la acción
terapéÚtica y los cambios emergentes.
2. Si la situación está organizada según un modelo estructural
se comprende el intento de hacer converger sobre
ella una pluralidad de recursos técnicos; la práctica terapéÚtica
de las instituciones en los últimos años parece orientarse
en esta dirección en función de lograr una eficacia que
puede entenderse desde la pluralidad de zonas que componen
la situación y su variedad de vías de acceso.
3. Si cada situación puede entenderse como una estructura
dotada de una organización interna peculiar, entonces
es comprensible que no se la puede abordar por simple
concentración masiva de estímulos correctores, sino en base
a una planificación estratégica, que seleccione las vías de abordaje
y sus secuencias, y vaya luego haciendo reajustes progresivos,
en base a las respuestas de esa estructura, mediante
una articulación cuidadosa de los recursos sobre ella concentrados
(aspecto que se discute en el capítulo 13).
4. El modelo propuesto de foco intenta a su vez responder
a la necesidad de trabajar con enfoques psicológicospsicopatológicos,
diagnósticos y terapéuticos coherentes,
integrados en una concepción totalizadora de la experiencia
humana. Una concepción desde la cual las condiciones de
realidad (micro y macrosocial) y los dinamismos propios
del mundo interno personal y endogrupal sean abordados
en su integración interpretante, y en sus movimientos de
estructuración-variación-reestructuración constantes. Si el
diagnóstico no se encara con este sentido de movimiento al
encuentro de una realización concreta (Marx, Politzer, Sartre),
el ser humano real desaparece. En este caso las más
elaboradas hipótesis psicodinámicas, las más sutiles descripciones
comunicacionales, no pueden superar el nivel de la
abstracción y cosificación de lo humano.
En un trabajo sobre la primera entrevista psicoanalítica, Maud
Mannoni (12) emplea el concepto de “situación” para caracterizar
el problema motivo de consulta. Interesada en destacar la
óptica psicoanalítica de la situación, en salvaguardar las dimensiones
psicoanalíticas de la misma, restringe la mirada. Los elementos
que toma en cuenta, necesarios sin duda en todo diagnóstico,
resultan en cambio insuficientes para abarcar el conjunto
de series y articulaciones cuya estructura y sentidos es necesario
comprender en la perspectiva más amplia del abordaje psicoterapéutico.
En nuestra aproximación “situación” incluye
un conjunto más vasto, heterogéneo, de series y sus articulaciones.
Apunta a efectuar una construcción teórica en la dirección
de lo que puede llamarse, con Deleuze (7), teoría del sentido
en el acontecimiento.
La Institución Ágora de Montevideo, Instituto de intervenciones
Psicoanalíticas Focalizadas (dirigido por Denise
Defey, Juan Hebert Elizalde y Jorge Rivera) ha publicado
tres volúMenes (1992, 1995 y 2001) dedicados al trabajo
clínico, la teoría y modalidades técnicas de las psicoterapias
focales, con el aporte de numerosos autores de varios países.
Remitimos al lector al estudio de esos trabajos en torno
al concepto de foco. Sólo podremos aquí referirnos a algunos
de sus significativos aportes para este tema.
Ricardo Bernardi en “la Focalización en Psicoanálisis” encuentra
vínculos entre la tarea focalizadora y la noción de “puntos
de urgencia” y puntos de inflexión” en la comprensión de
W. Y M. Baranger en su concepción de los procesos psicoanalíticos.
Destacó el concepto de Malan de “cristalización de un
foco” como una configuración que emerge desde y en el trabajo
en conjunto de paciente y analista. Y puso especial énfasis en
que la focalización no es ajena a toda terapia psicoanalítica, línea
que citó especialmente de Thoma y Kachele (1989) cuando
dicen: “En el psicoanálisis consideramos el foco configurado
interaccionalmente como una plataforma giratoria central del
proceso y por este motivo concebimos al tratamiento psicoanalítico
como una terapia focal continuada, de duración indefinida
y de foco cambiante”. Agrega entonces Bernardi: “Esto
nos lleva a destacar que la asociación libre del paciente no conduce
por sí sola al descubrimiento de los aspectos inconscientes
del conflicto; es decir que el psicoanalista tiene que seleccionar
qué interpretará del material, según sus metas tácticas a u
corto plazo y sus metas estratégicas a largo plazo”.
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Thoma y Kachele entienden por Foco un punto nodal
temático producido en la interacción del trabajo terapéutico,
que resulta de la propuesta del paciente y de la capacidad
de comprensión del analista. Sostienen también que “la sucesión
de focos es el resultado de un proceso de intercambio
inconsciente entre las necesidades del paciente y las posibilidades
del analista. Algunos procesos no se ponen
realmente en movimiento hasta que ambos participantes logran
establecer ese entrecruzamiento interaccional en la reelaboración
de los temas focales. Del mismo modo, un cambio
de analista conduce como regla general a experiencias
bastante distintas y nuevas.”
A veces se ha pensado que una intervención focalizadora
del analista podría introducir cierta rigidez de perspectivas,
cierto recorte que traduzca limitadamente la experiencia interna
del paciente. Sobre este punto merece destacarse otra
consideración de Bernardi en su artículo:
Para empezar ya hay una traducción del paciente al
formular su experiencia interna (en muchos aspectos
no verbal) en un discurso articulado de palabras. Y es
muy probable que las interpretaciones que resultan
más eficaces pasen por zonas que no son las que
pensamos. Quizá nuestras teorías sobre el cambio
psíquico tengan algo de acertado; pero es muy probable
también que haya un enorme campo, poco percibido,
por donde la efectividad de la intervención
tenga más que ver con la capacidad del paciente de
traducir a sus propios referentes internos lo que escucha
del analista.
En la segunda de estas publicaciones uruguayas he podido
relatar en detalle (Fiorini, H., 1995) el trabajo técnico
realizado durante cuatro meses, con un foco centrado en un
duelo y una situación de crisis individual, grupal e institucional.
En convergencia con lo que en la línea de Anzieu y
Kaes se ha llamado (Guillaumin, J., 1979) “enfoque intercrítico
de las crisis”, el foco, tal como lo instrumentamos en la
clínica, enlaza los diferentes ámbitos en que reverbera la crisis,
dado que esas intersecciones tienen efectos de potenciación
por resonancias.
Horst Kachele y colaboradores (departamento de Psicoterapia,
Clínica de la Universidad de Ulm, Alemania) en “La
formulación formal del foco en la psicoterapia” (1995) ha
realizado un recorrido por diferentes autores que desde
Alexander y French, con su formulación de “conflicto nuclear”,
han abordado la focalización como “conflicto nuclear
neurótico” (Wallerstein y Robbins, 1956) , “problema
capital” (Mann y Goldmann, 1982),” tema de conflicto de
relación” (Luborsky, 1977). Destacan que en esta tarea coexisten
y se alternan en el terapeuta “un estado funcional
para la obtención de máxima información (la atención parejamente
flotante) y la organización de la información obtenida
según el punto de vista preponderante en cada caso (el
focalizar)”. El foco aparece como “un centro de gravedad
temático”, como un campo problemático central del paciente,
campo a trabajar como variaciones de un tema básico.
Desde un punto de vista fenomenológico descriptivo
se equipara el foco al cuadro sintomático actual. En
este caso la formulación está establecida a un nivel de
síntoma y de comportamiento, el cual de todos modos
es preconsciente. En una concepción metapsicológica,
la focalización se da según premisas abstractas
de la teoría que se emplea en cada caso, por cierto a
gran distancia de la vivencia concreta del paciente. Los
resultados de la investigación en Psicoterapia, sobre
todo los dc aquellos trabajos que tratan la conformación
de la relación terapéÚtica, abogan por el contrario,
porque el foco sea conceptualizado de manera tal
que también el paciente pueda vivenciarlo como una
actividad común entre él y su terapeuta.
(En este aspecto coinciden con las primeras puntualizaciones
de Alexander “la formulación de la interpretación focal de
ser puesta en conexión con la problemática que ha sido motivo
de la consulta, debe ser mostrada esa relación, de lo contrario el
paciente quedará desorientado y se perderá el hilo del proceso,
o se perderá el paciente”). En esta dirección Kachele cita también
la tarea de focalización propuesta por Lachauer (1992) que
considera dos partes: en primer lugar la denominación y la
descripción del problema principal del paciente, luego una hipótesis
psícodínámica sobre los motivos ocultos inconscientes
de aquel problema principal. Este autor propone conformar
una oración focalizadora que sea dicha en primera persona. Un
ejemplo dice: “tengo miedo de comprometerme porque temo
que, de todos modos, nuevamente, nada será suficiente, y que
se impondrán mi furia destructiva y mi ofensa humillante, las
que no creo poder contener”.
Destacamos en el estudio de Kachele y colaboradores el
informe sobre 29 sesiones de psicoterapia focal con un estudiante
dc 22 años, en el que indagan, siguiendo a Luborsky, “el
tema central del conflicto relacional». Ilustran el empleo de las
narraciones del paciente sobre episodios de su vida para identificar
sus pautas básicas de conflicto relacional. Conviene recordar
que la publicación originaria dc Alexander y French
contiene numerosas ilustraciones clínicas de esta modalidad del
trabajo técnico y de la comprensión psicopatológica.
Mencionaremos asimismo los trabajos de Denise Defey,
Jorge Rivera, Juan Hebert Elizalde y Pedro Menéndez incluidos
en las publicaciones de Agora (1992,1995 y 2001) en
los que se ahondan y especifican criterios de planificación,
modalidades de intervenciones focalizadoras, abordajes de
crisis, criterios temporales en estas modalidades técnicas.
1 Alexander, Frans y French, Thomas, Terapéúrica psicoanalítica, Buenos Aires, Paidos, 1965.
5. Castilla del Pino, Carlos, «La situación fundamento de la antropología», en Dialéctica de la persona, dialéctica de la situación, Barcelona, Península, 1870.
7. Deleuze, Giles, Lógica del sentido, Barcelona, Barral, 1971.
12. Mannoni, Maud, La primera entrevista con el psicoanalista, Buenos Aires, Granica, 1973.
14. Sartre, Jean-Paúl, «Cuestiones de método», en Crítica de la razón dialéctica, tomo I, Buenos Aires, Losada, 1963.