Portada » Historia » Reinos cristianos de África
La presencia y poder de los reinos cristianos en España desde el siglo VIII en adelante se produce por unos avances que duraron mas de 7 siglos. España fue ocupada por los musulmanes que entraron por el Estrecho y de ahí en adelante fueron apoderándose de la península Ibérica con lo que los Visigodos fueron reducidos de una manera o de otra porque aunque a estos se les respetasen por aceptar la invasión musulmana, el poder que habían logrado tras la caída del Imperio Romano era insignificante comparado al que los musulmanes de respetaban. Los musulmanes fueron entrando por el estrecho y se apoderaron progresivamente de la península, empezaron por Al-Ándalus y terminaron cerca del reino de lo que es hoy Aragón y Cataluña. Se quedaron ahí a causa de que los franceses se habían afincado allí, el represéntate de aquella zona era Aureolo u Oriol y su instalación allí no tenia otro objetivo mas que los musulmanes no se apoderaran de Francia, he de ahí la vinculación histórica que siempre ha tenido Cataluña con Francia y de ahí también se explica que hoy Cataluña sea una de las regiones más prosperas. De todos modos Los musulmanes no iban a avanzar hacia Francia debido a que en la península tenían todo lo que ellos querían y venían buscando, y a que el clima no era el mismo que tenían ellos en sus países natales. Los musulmanes pusieron su capital principal en Córdoba, construyeron lo propio de sus costumbres como eran las fuentes y las iglesias que ellos la llaman mezquitas, hoy tal patrimonio es cultural andaluz y atrae a gran multitud de turistas. Otras ciudades importantes fueron Sevilla y Málaga entre otras, esto se puede ver reflejado en los diversos monumentos que hay en dichas ciudades. Los musulmanes entraron el España debido a la crisis visigoda y al gran ejercito que traían. Los musulmanes introdujeron una agricultura mas avanzada de regadío, trajeron frutos de sus países para cultivarlos aquí, como el café entre otros. El comercio era lo que más se impónía, he de ahí que después de la reconquista cristiana se retrocediese en ese aspecto debido a que los cristianos impónían la agricultura por encima de todo. La caída musulmana empieza en la Batalla de Covadonga en el año
722 y la protagoniza el reino Astur-Leones. Desde ahí hasta la caída del reino Nazarí de Granada se aprecian retrocesos y avances tanto por parte cristiana como por parte musulmana. Todo empieza con una reconquista que culminaran los reyes católicos en el año 1492 con la conquista de Granada.
reconquista
La invasión musulmana de Hispania tuvo lugar el año 711. Apenas unos años más tarde todo el territorio de la península Ibérica había caído en poder de los islamitas, que apenas hallaron resistencia en su avance. Hay que tener en cuenta que buena parte de la nobleza visigoda aceptó a los invasores, a cambio de mantener sus privilegios y sus propiedades. Ahora bien, los musulmanes no prestaron la misma atención a todo el territorio ocupado. De hecho, los límites efectivos de Al-Ándalus tenían como fronteras septentrionales el sistema Central, en la zona occidental, y el valle del Ebro, en la oriental. En la cuenca del Duero se instalaron simplemente unas cuantas guarniciones de bereberes, las cuales, al parecer, abandonaron el territorio a mediados del siglo VIII.
Por lo demás, en las montañas del norte, desde la cordillera Cantábrica hasta los Pirineos, seguían viviendo los viejos pueblos prerromanos allí asentados, entre ellos los astures, los cántabros, los vascones o los hispani
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El punto de partida de la Reconquista se encuentra en la zona astur-cántabra. Los pueblos de aquel territorio se opusieron a los musulmanes como antes lo habían hecho a los romanos o a los visigodos. De todas formas en la zona astur-cántabra la presión musulmana era inferior a la existente en la regíón pirenaica, en donde los islamitas, firmemente instalados en el valle del Ebro, situaron fuerzas militares con la finalidad de contrarrestar el posible peligro Franco. Eso explica que el avance reconquistador fuera más rápido por el Occidente de la Península que por el Oriente. Así las cosas, mientras los cristianos se establecieron en el río Duero hacia el año 900, la llegada a la zona del Ebro medio no se produjo hasta dos siglos más tarde, en los albores del Siglo XII.
El año 722 los habitantes de las montañas astures, dirigidos por el noble visigodo Pelayo, pusieron en fuga a una columna musulmana que se había adentrado por los picos de Europa. Dicho acontecimiento es la denominada batalla de Covadonga. El suceso tenía escaso relieve desde el punto de vista militar, pero las crónicas cristianas elaboradas posteriormente por los clérigos de la corte astur la consideraron ni más ni menos como «la salvación de España». A partir de esas fechas se constituyó en las montañas cantábricas el primer núcleo político de resistencia al islam que nacía en la Península, el reino de Asturias (o astur).
A mediados del siglo VIII Alfonso I recorríó la cuenca del Duero, contribuyendo a despoblarla pues, al decir de una crónica posterior, «yermó los campos llamados góticos». En el siglo IX el reino astur fue progresando hacia Galicia y hacia las llanuras de la cuenca del Duero, en la medida en que se lo permitían tanto sus posibilidades demográficas como la oposición de los musulmanes. De todas formas la ocupación de ese territorio no requería su conquista militar previa, pues se trataba de una auténtica tierra de nadie que no estaba sometida a ningún poder político. En tiempos de Ordoño I la frontera meridional del núcleo astur llegaba a la línea marcada por las localidades de Tuy, repoblada el año 854, Astorga, colonizada en la misma fecha, y León, que se incorporó al dominio cristiano en el año 856. Al finalizar el siglo IX, siendo rey Alfonso III, los cristianos, aprovechándose de los conflictos internos que habían estallado en Al-Ándalus, alcanzaron la línea del Duero.
Primero se instalaron en Oporto (866) y años más tarde en Zamora (893), Simancas (899) y Toro (900). En la zona oriental del reino astur-leónés, es decir Castilla, había nacido Burgos el año 884. Poco tiempo después los condes castellanos llegaban asimismo al Duero, repoblando el año 912 Roa, Osma y San Esteban de Gormaz. El sistema de repoblación puesto en práctica en la cuenca del Duero fue la presura, que consistía en ocupar tierras y ponerlas en explotación. En la misma participaron gentes del norte, pero también mozárabes, emigrados desde Al-Ándalus.
Paralelamente se constituyeron diversos núcleos políticos en la zona pirenaica: el reino de Pamplona (de Navarra) al oeste, el condado de Aragón en el centro y la Marca Hispánica en el este. Un papel decisivo lo desempeñó el reino Franco de los Carolingios, deseoso de establecer una barrera al sur de sus dominios para impedir el avance de los musulmanes. Coaligados con los nativos hispani, los Carolingios conquistaron Gerona (785) y Barcelona (801), estableciendo en aquel territorio un mosaico de condados, que en su conjunto formaban la llamada Marca Hispánica.
En la segunda mitad del siglo IX el conde de Barcelona Guifré el Pilós repobló la plana de Vic y otros territorios contiguos, fijándose la frontera meridional en el curso de los ríos Llobregat y Cardoner. Por su parte, los reyes de Navarra se acercaron al valle del Ebro, conquistando, a comienzos del Siglo X, las villas de Calahorra y de Nájera.
La Reconquista se vio paralizada en el Siglo X, debido a la hegemonía mantenida en dicha época sobre toda la península Ibérica por el califato de Córdoba. Solamente el triunfo cristiano de Simancas (939), logrado por el rey leónés Ramiro II, permitíó iniciar la expansión al sur del Duero. El año 940 se ponía en marcha la colonización del valle del Tormes (Salamanca, Ledesma, entre otras). Paralelamente, el conde de Castilla Fernán González ponía pie en Sepúlveda. Pero esa labor se perdíó al poco tiempo, pues en la segunda mitad del Siglo X los cristianos se vieron obligados a retroceder a la línea del Duero. La causa fundamental de ese repliegue fueron las terroríficas campañas llevadas a cabo por el caudillo cordobés Almanzor, que atacó todos los flancos de la España cristiana, desde Barcelona, al este, hasta Santiago de Compostela, al oeste.
La desintegración del Califato, acaecida en el año 1031, supuso un cambio radical en la correlación de fuerzas entre los cristianos y los musulmanes de Hispania. Los reyes cristianos pasaron a ejercer un protectorado sobre los diversos taifas en que se había descompuesto el Califato, a los que cobraban parias o tributos. En la segunda mitad del Siglo XI los reyes de Castilla y León impulsaron la repoblación de las Extremaduras, es decir el territorio situado entre el Duero y el sistema Central. Las ciudades de Salamanca, Ávila y Segovia eran sus puntos principales. Fue aquélla una repoblación de frontera, que dio lugar a la formación de comunidades de villa y tierra, en las que desempeñaban un papel rector los caballeros populares.
Al mismo tiempo los reyes de Aragón se acercaban al Prepirineo, conquistando Huesca (1096) y Barbastro (1100). En el año 1085, por su parte, Alfonso VI de Castilla había entrado en Toledo, mediante un acuerdo previo con el taifa que la gobernaba. Toledo había sido la vieja capital visigoda así como una ciudad clave en el mundo de Al-Ándalus. Poco después cayeron en poder cristiano diversas villas de la zona comprendida entre el sistema Central y el valle del Tajo, como Atienza, Guadalajara o Talavera. En esa zona la repoblación consistíó en la mera superposición de gentes originarias del norte sobre la población allí establecida de antemano, en buena parte mudéjar.
La llegada a la Península de los almorávides, que volvieron a unificar Al-Ándalus, se tradujo en un parón del proceso reconquistador. Sólo Alfonso I de Aragón fue capaz de avanzar hacia el valle medio del Ebro, conquistando, entre otras plazas, Zaragoza (1118), Tudela y Tarazona (1119), Calatayud (1120) y Daroca (1121). Gran parte de la población mudéjar permanecíó en aquel territorio, pero también llegaron nuevos pobladores, particularmente a la ciudad de Zaragoza. No obstante, el Imperio almorávide duró muy poco, pues hacia el año 1145 había desaparecido, fragmentándose nuevamente Al-Ándalus en un conjunto de taifas.
En esas condiciones los cristianos, que en el Tratado de Tudillén (1151) se habían repartido las futuras zonas de conquista, reanudaron el avance militar por tierras de Al-Ándalus. Castellanos y leoneses avanzaron por la Meseta meridional; Alfonso VIII conquistó Cuenca en 1177, en tanto que el monarca leónés Fernando II ocupaba las plazas de Yeltes y Alcántara. Por su parte Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón, incorporó a sus dominios el bajo valle del Ebro, al conquistar Tortosa en 1148 y Lérida en 1149. Su sucesor, Alfonso II, avanzó por los montes de Teruel, entrando en la ciudad del mismo nombre el año 1171. Castilla y Aragón suscribieron en 1179 un nuevo tratado de reparto, el de Cazorla. Por lo demás, la principal actividad militar de la segunda mitad del Siglo XII se desarrolló en la Meseta meridional, siendo sus protagonistas las órdenes militares hispanas (Santiago, Calatrava, Alcántara), que acababan de ser creadas.
Antes de concluir el Siglo XII Al-Ándalus fue otra vez unificado, en esta ocasión por los almohades, lo que supuso un nuevo alto en la marcha de la Reconquista.
La victoria lograda por Alfonso VIII de Castilla y sus aliados sobre los almohades en las Navas de Tolosa (1212), preparada cuidadosamente como una auténtica cruzada, significó la caída del Imperio islamita. Al-Ándalus se dividíó nuevamente en un mosaico de taifas. Así las cosas el Siglo XIII conocíó el máximo impulso reconquistador de los cristianos de Hispania. En poco más de treinta años la Corona de Aragón incorporó las islas Baleares y el reino de Valencia, en tanto que la de Castilla hacía lo propio con la Andalucía Bética y Murcia.
No obstante, el primero que sacó partido de la victoria de las Navas, aunque no había participado en ella, fue el rey de León Alfonso IX, el cual conquistó en 1227 Cáceres y en 1230 Mérida y Badajoz. Pero el primer paso importante en la lucha contra los musulmanes lo dio la Corona de Aragón, correspondiendo el protagonismo de esa expansión al monarca Jaime I el Conquistador. En las Cortes de Barcelona de 1228 se dio luz verde a la campaña contra Mallorca. Una poderosa marina catalana desembarcó en Mallorca, cuya capital, Palma, cayó en poder cristiano a finales del año 1229. En los años siguientes se ocuparon las islas de Ibiza y de Formentera, en tanto que Menorca, convertida en tributaria, no fue conquistada hasta el año 1287. Aunque quedó en Mallorca población mudéjar, acudieron al calor de los repartimientos muchos repobladores de origen catalán. La conquista del reino de Valencia fue más larga, extendíéndose desde 1232 hasta 1245. La primera fase se puso en marcha tras los acuerdos de las Cortes de Monzón de 1232. Núcleos como Burriana o Peñíscola fueron ocupados por los cristianos. La segunda fase, iniciada en otras Cortes, celebradas asimismo en Monzón en 1236, tuvo como acontecimiento estelar la conquista de la ciudad de Valencia, en el año 1238. Inmediatamente se procedíó a un repartimiento de Valencia y sus ricos territorios próximos, acudiendo al mismo tanto catalanes como aragoneses. La tercera fase consistíó en la conquista del sur del reino, siendo sus momentos claves la toma de Cullera (1239) y la de Alcira (1245), el último hecho de armas importante. En el reino de Valencia permanecieron numerosos mudéjares, particularmente en la zona meridional.
El protagonismo reconquistador del Siglo XIII por lo que respecta al núcleo castellano-leónés correspondíó al rey Fernando III el Santo. Éste inició la actividad militar en el alto Guadalquivir en el año 1224, cuando sólo era rey de Castilla, logrando la conquista de plazas como Andújar y Baeza. Tras la uníón de los reinos de Castilla y León, en 1230, Fernando III reanudó la ofensiva en tierras andaluzas. A la ocupación de Úbeda (1233) siguió la de Córdoba, en el año 1236 y, años más tarde, la de Jaén (1246). En el avance hacia Sevilla fueron cayendo en poder cristiano lugares como Carmona, Lora o Alcalá de Guadaira. Por fin, tras un largo asedio, tanto terrestre como fluvial, a finales de 1248 se rindió Sevilla, la antigua capital de los almohades. La labor reconquistadora en el valle del Guadalquivir la completó Alfonso X, sucesor de Fernando III, con la toma de Jerez y, finalmente, de Cádiz (1262).
También se realizaron repartimientos en los territorios andaluces recién ocupados, de cuyas ciudades fue expulsada la población musulmana. Mas después de la revuelta que protagonizaron en 1264, los mudéjares tuvieron que abandonar la Andalucía Bética. Por su parte, el reino de Murcia, territorio que había sido adjudicado en los tratados de reparto unas veces a Aragón y otras a Castilla, fue incorporado a este último reino en 1243, por obra del entonces príncipe Alfonso, futuro Alfonso X. En los repartimientos murcianos hubo, junto a la población mayoritaria castellana, una importante presencia de gentes de la Corona de Aragón. Los conflictos fronterizos con Aragón, a quien se había reservado la reconquista del Levante hispano, se resolvieron en el tratado de Almizra (1244), firmado por Fernando III y Jaime I. En él se fijaban los límites entre las zonas de expansión de Castilla y de Aragón.
Sólo quedaba bajo el dominio musulmán el reino nazarí de Granada, que no obstante pudo subsistir hasta finales del Siglo XV. La tarea estaba encomendada a la Corona de Castilla, pues el reino de Granada se encontraba en la zona de expansión que se le había reconocido en los viejos tratados de reparto. Aunque en el transcurso del Siglo XIV la actividad reconquistadora apenas existíó, hubo, eso sí, diversos conflictos fronterizos, particularmente en torno al estrecho de Gibraltar, y algunos éxitos cristianos notables, como la victoria del Salado (1340), obtenida por Alfonso XI, a la que siguió la toma de Algeciras (1344). También en el Siglo XV hubo diversas escaramuzas.
La más famosa fue la conquista de Antequera, llevada a cabo en 1410 por Fernando, tío y regente de Juan II de Castilla. En tiempos de este último monarca es preciso señalar la victoria lograda sobre los granadinos en la Higueruela (1431).
Sin embargo, la conquista del reino de Granada no pudo acometerse con éxito hasta el reinado de los Reyes Católicos. La guerra se inició en el año 1481. Tras unos comienzos inciertos, a partir del año 1485 el conflicto se inclínó decididamente del lado cristiano. Hitos significativos fueron la ocupación de Ronda (1485), de Málaga (1487) y de Baeza (1489). Para la conquista de la capital del reino fue necesario edificar en las proximidades de Granada la ciudad-campamento de Santa Fe. Con la entrada de las tropas cristianas en Granada, acontecimiento que tuvo lugar el 2 de Enero del año 1492, se ponía fin a la Reconquista, un proceso que había durado cerca de ochocientos años. A partir de esos momentos, aunque aún permanecíó por algún tiempo en España población adepta a la religión islámica, ya no quedaba ningún territorio bajo el poder musulmán.
La organización política que aparece en la E.M. Al igual que en toda Europa es el feudalismo, donde algunos señores tenían en su poder la gran mayoría de superficie de tierra y tenían dominio sobre todos los que habitaban en ellos y estos a su vez dependían de otros señores más poderosos que estos, como los magnates y los soberanos a quien debían homenaje.
Así según su organización política la sociedad española de la Edad Media estaba divide entres grupos claramente diferenciados:
Estaban formados por nobles terratenientes (la nobleza) que se encargaban de defender sus tierras. Estos a su vez estaban divididos en dos grupos: la alta nobleza (dominaba las tierras y tenían poder jurisdiccional) y la baja nobleza (que estaba formado por los hidalgos y los caballeros).
Los eclesiásticos, que debido a las donaciones, eran también dueños de grandes propiedades y estaban dedicados a rezar por la salud espiritual de todos. Estos también estaban a su vez divididos en dos grupos: El alto clero (formado mayoritariamente por la nobleza) y el bajo clero (más próximo al pueblo).
Este grupo estaba formado por campesinos que trabajaban tierras ajenas para poder alimentar a su familia, y el cual estaba sujeto a una gran dependencia de su Señor Feudal.
A los dos primeros estamentos pertenecían los privilegiados; al último los no privilegiados. Se puede decir que, según el papel desarrollado en la producción de bienes, sólo habría dos grupos sociales: el de los señores (formado por la nobleza y los eclesiásticos, que son los que tenían en su poder las tierras) y el de los campesinos (que son los encargados de trabajar las tierras de los anteriores).
Con esto se puede sacar como conclusión, que en la época medieval o feudal poseer tierras era poseer los medios de producción, es decir, que era un símbolo de riqueza ya que la tierra era la única fuente de riqueza que existía.
Lo primero que debo de mencionar es la razón por la cual los reinos cristianos del siglo VII en adelante van a anexionarse y expandirse por toda la geografía de la Península Ibérica, esta razón no es otra que la ocupación musulmana que realizaron los árabes tras derrotar a los visigodos de