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Los avances en diferentes ámbitos hicieron que Europa disfrutara hacia 1900 de un nivel de vida mucho más algo que en el siglo anterior. Este desarrollo tuvo como consecuencia un gran crecimiento de las ciudades. Europa controlaba las materias primas y el comercio del resto del planeta. Por el poder mundial competían Inglaterra, Francia, Alemania y EEUU, y sus disputas condujeron a la Primera Guerra Mundial.
En España se produjo a finales del siglo XIX el Desastre de 1898, cuando la derrota militar frente a los EEUU acabó con los últimos restos del antiguo imperio español: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Durante los primeros años del siglo XX el sistema político no fue alterado, por lo que el Partido Liberal y el Partido Conservador continuaron turnándose en el poder.
La sociedad estaba dominada por los nobles terratenientes y la alta burguesía financiera, que controlaban la economía y las elecciones. Por debajo se hallaba la pequeña burguesía, marginada por el bloque dominante y temerosa del proletariado. Su mentalidad solía ser reformista; de ella surgieron intelectuales y escritores disconformes. En último término encontramos a la clase obrera, que soportaba durísimas condiciones de vida. En ella prendieron las ideas revolucionarias socialistas y anarquistas.
En las Artes y las Letras también cunden impulsos renovadores frente a las tendencias vigentes. Muchos de los escritores jóvenes abominan de la realidad que ven en torno y se alzan contra la literatura anterior. Al principio se llamó modernistas a todos los escritores animados por tales impulsos innovadores, todos coincidían en su actitud rebelde frente a los valores burgueses, en su rechazo al materialismo y la deshumanización del mundo capitalista. Pero con el tiempo el término fue reservado para designar a aquellos autores que se despegaron del mundo que aborrecían y encauzaron su inconformismo hacia la búsqueda de la belleza, de lo exquisito, renovando la estética. Al mismo tiempo, se creó la etiqueta Generación del 98 para aquellos autores españoles que se orientaban más bien a profundizar en problemas humanos o a analizar críticamente la penosa realidad española.
El Modernismo se desarrolla entre 1885 y 1915. Tiene su cuna en Hispanoamérica y su principal impulsor y representante es Rubén Darío, autor del que hablaré más adelante.
En España, el Modernismo conoce dos fases: el Modernismo polémico, que comienza en 1892 con la llegada de Rubén Darío a España y finaliza en 1904, y el Modernismo domesticado, donde los autores ya ocupan un lugar central en el mercado editorial y se atenúan la actitud provocadora y combativa que los caracterizaba.
Las figuras más características del Modernismo en España son Manuel Machado, Villaespesa y Marquina. Hay tres autores que inicialmente estuvieron en esta órbita, pero que después desbordaron sus cauces: Valle-Inclán, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez.
El Modernismo hispánico se haya fuertemente influido por la literatura francesa, en concreto por el Parnasianismo y el Simbolismo. El Parnasianismo defiende el ideal de “el arte por el arte”, instaura el culto a la perfección formal y pretende construir una poesía serena y equilibrada. Sus temas, que después serán típicamente modernistas son la mitología griega, el exotismo oriental y las civilizaciones antiguas, entre otros. El Simbolismo no se contenta con la belleza externa ni la perfección formal (aunque no las desprecie), sino que quiere ir más allá de las apariencias. Para ellos, la realidad sensible encierra significaciones profundas y la misión del poeta es descubrirlas, sirviéndose de símbolos. Se trata de una poesía que se propone sugerir todo cuanto está oculto en el fondo de las cosas, pues ya no le convienen las formas escultóricas y cinceladas de los parnasianos, sino un lenguaje musical.
También se advierten en los modernistas huellas de los poetas postrománticos Bécquer y Rosalía de Castro.
La temática del Modernismo apunta en dos direcciones: la que atiende a la exterioridad sensible (lo legendario y lo pagano, lo exótico, lo cosmopolita) y la que apunta a la intimidad del poeta, con su vitalismo, su sensualidad, su melancolía y su angustia.
1. Desazón “romántica”: Al igual que los románticos, los modernistas también rechazan una sociedad en la que la poesía no encuentra lugar y también sienten desarraigo y soledad. La melancolía o angustia es un sentimiento central que se representa en lo otoñal, lo crepuscular y la noche. Además, la crisis espiritual que alimenta a los modernistas les lleva a exaltar por encima de la razón las pasiones y lo irracional, el misterio, lo fantástico y el sueño.
2. Escapismo: Como los románticos, se evaden del mundo con el que están en desacuerdo. Hay una evasión en el espacio (exotismo, gusto por lo oriental) y en el tiempo (pasado medieval, renacentista y dieciochesco). En la misma línea se sitúa el gusto por la mitología clásica, con su brillantez y su sensualidad pagana. De acuerdo con tales preferencias, aparecen por los poemas dioses, ninfas y centauros; vizcondes y marquesitas…, en un mundo de viejos castillos, salones versallescos y jardines perfumados, con cisnes, libélulas, flores de lis y de loto… Todo ello obedece a la necesidad de soñar mundos de belleza en los que refugiarse del ambiente mediocre que les rodeaba.
3. Cosmopolitismo: Es un aspecto más de la necesidad de evasión, del anhelo de buscar lo distinto, que desemboca en la devoción por París.
4. Amor y erotismo: Se advierte un contraste entre un amor delicado y un intenso erotismo: encontramos por un lado el amor ideal, imposible, acompañado de la melancolía; y por otro lado, muestras de un erotismo desenfrenado.
5: Los temas americanos y lo hispánico: También hay un cultivo de temas indígenas que al principio son otra manifestación de la evasión, pero que más tarde obedecen al anhelo de buscar las raíces de una personalidad colectiva.
El Modernismo profesa un culto casi religioso a la Belleza. La poesía se considera el arte supremo y se concibe como la búsqueda de la armonía, de lo absoluto. Las principales características son las siguientes:
1. Literatura de los sentidos: Los poetas pretenden sugerir con las palabras las sensaciones que otras artes consiguen a través del sonido, el color o la luz. Por ello aluden frecuentemente a instrumentos musicales, a colores, mediante objetos preciosos u olores exquisitos, insinuados por medio de flores y plantas. Observamos dos direcciones: la de la brillantez y los grandes efectos, y la de lo delicado y delicuescente. Así, encontramos desde los acordes rotundos, hasta la musicalidad lánguida o los efectos plásticos: desde lo brillante hasta lo tenuemente matizado.
2. Recursos estilísticos: Se sirven de todos aquellos recursos que se caracterizan por su valor ornamental o su poder sugeridor. Los recursos fónicos responden al ideal de musicalidad; el léxico se enriquece con cultismos, vocablos exóticos y adjetivación ornamental; y la preeminencia de lo sensorial se manifiesta en el abundante empleo de imágenes. Destaca la riqueza de imágenes, como el hombre montaña encadenado a un lirio.
3. Variedad métrica: Se experimenta con estrofas, versos, acentos y rimas, en búsqueda de originalidad y ritmo musical. Los versos más comunes en los modernistas son los alejandrinos, dodecasílabos, eneasílabos y los versos libres. En cuanto a las estrofas, predominan los sonetos, silvas, serventesios, coplas, seguidillas, romances y cuartetas.
Rubén Darío es un poeta nicaragüense que nació en 1867 y que, con su libro “Azul…”, da comienzo a esta época literaria, sirviendo de inspiración a poetas como Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez y los hermanos Machado. Su personalidad curiosa e inquieta le hizo compaginar de forma fructífera sus raíces indígenas, el conocimiento de otros países de América, sus largas estancias en España (donde entra en contacto con escritores e intelectuales españoles, a quienes da a conocer su poesía) y su estancia en París (donde entra en contacto con el decadentismo francés, cosmopolitismo de París y con las modas literarias europeas). La publicación de “Azul…” supone la culminación de su primera etapa poética. “Prosas profanas”, culminación del Modernismo, representa su segunda etapa poética. Por último, la tercera etapa está representada por “Cantos de vida y esperanza”, que incorpora sentimientos de desilusión y amargura.