Portada » Lengua y literatura » Realismo Mágico en Latinoamérica: Explorando ‘La Casa de los Espíritus’ de Isabel Allende
El realismo mágico es un género literario y metalingüístico que surgió a mediados del siglo XX. Se desarrolló con particular fuerza en las décadas de 1960 y 1970, como resultado de las discrepancias entre dos visiones que coexistían en Hispanoamérica en ese momento: la cultura tecnológica y la cultura de la superstición. Además, emergió como una forma de resistencia literaria a los regímenes dictatoriales de la época.
En el realismo mágico, la imaginación y lo fantástico irrumpen junto a las realidades inmediatas. Jorge Luis Borges ya se había adelantado a esta tendencia en los años 30, hablando de “realismo fantástico”. Posteriormente, se popularizaron términos como «realismo mágico» o «lo real maravilloso». Esta última denominación se debe a Alejo Carpentier, para quien el realismo puro era incapaz de capturar la asombrosa e insólita realidad del mundo americano: “Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en la historia del Continente”.
El realismo mágico busca realizar un retrato integral de la realidad, ya que, según los novelistas que lo cultivaron, el mundo —y, especialmente, el mundo hispanoamericano— trasciende lo que puede ser percibido por los sentidos. Un narrador mágico realista crea la ilusión de «irrealidad», pero la literatura del realismo mágico no es una literatura fantástica, ya que se fundamenta en el mundo real y reconocible. A partir de este momento, realidad y fantasía se entrelazan íntimamente en la novela: a veces, mediante la presencia de lo mítico, lo legendario o lo mágico; otras, a través del tratamiento alegórico o poético de la acción, los personajes o los ambientes. Una de las obras más representativas de este estilo es *Cien años de soledad* de Gabriel García Márquez.
Se observa una ampliación temática y, en particular, una creciente preferencia por la «novela urbana» (Cortázar, Fuentes, etc.). Cuando aparece el ambiente rural (por ejemplo, en García Márquez), recibe un tratamiento innovador (aunque ya prefigurado por Juan Rulfo).
Es en el ámbito de las formas donde se aprecia una mayor expansión artística. La estructura del relato experimenta una profunda transformación. En cuanto a la renovación de las técnicas narrativas, la nueva novela hispanoamericana incorpora todas las innovaciones: ruptura de la línea argumental, cambios en el punto de vista, combinación de las personas narrativas, estilo indirecto libre, monólogo interior, etc.
La experimentación (o el enriquecimiento) de la novela impacta, de manera particular, en el lenguaje mismo. Subyace en todo esto —como en la España de la misma época— la convicción de la insuficiencia práctica y estética del realismo. Sin embargo, esta evidente preocupación estética no impide que el escritor exprese ideas sociales y políticas revolucionarias.
Estos rasgos, iniciados en los años 40, se prolongaron durante las décadas siguientes en la obra de nuevos novelistas. No obstante, es crucial destacar a cuatro figuras que, cada una a su manera, se erigen como auténticos pioneros en la renovación narrativa: Jorge Luis Borges; Miguel Ángel Asturias con *El señor Presidente*; Alejo Carpentier con *El siglo de las luces*, que encierra una compleja y profunda reflexión sobre la revolución; y Juan Rulfo, con su obra *Pedro Páramo*.
Respecto a la relación entre el realismo mágico y *La casa de los espíritus*, la crítica ha identificado en ella ciertos elementos propios de este estilo. A lo largo de la novela, Isabel Allende describe tanto los aspectos mágicos como las duras realidades de la vida de la familia Trueba, así como los cambios en el país, desde una oligarquía estable gobernada por los conservadores ricos hasta una dictadura caótica gobernada por los militares. Las atrocidades cometidas contra los ciudadanos, como la tortura, las palizas y la violación, se convirtieron en prácticas comunes. El aspecto mágico de las creencias de estas personas, y posiblemente incluso de sus vidas, puede ser lo que les ayudó a superar sus apremiantes necesidades y a liberarse de las restricciones impuestas por el gobierno tiránico.
La interconexión de lo real y lo sobrenatural, lo extraño y lo común, ejemplifica cómo Allende logró establecer el realismo mágico a lo largo de la historia.
Asimismo, el mundo espiritual, fascinante y delirante es el mundo de las protagonistas femeninas, de la saga de mujeres de la familia, cuyos nombres también están cargados de simbolismo: Nívea, Rosa, Clara, Blanca y Alba. El mundo de los hombres, en contraste, choca con todas estas extravagancias; es el mundo de lo material, de la lucha por el poder, la sangre y el dolor, de la posesión y el dominio de cosas y personas. Estos dos mundos se entremezclan y se influyen mutuamente.