Portada » Historia » Pueblos Prerromanos a Reinos de Taifas: Historia de la Península Ibérica
Los pueblos prerromanos fueron grupos culturales indígenas que habitaron la Península Ibérica durante la Edad del Hierro (primer milenio a.C.), antes de la llegada de los romanos en el 218 a.C. Pueden diferenciarse dos áreas: la ibérica y la indoeuropea o celta. La ibérica abarcaba la costa mediterránea y el sur, y estaba culturalmente más avanzada (uso de la moneda y la escritura) debido a la influencia de los pueblos colonizadores: fenicios y griegos. La indoeuropea abarcaba la Meseta y el norte, y estuvo muy marcada por las influencias de los celtas indoeuropeos (expertos metalúrgicos y asentamiento en castros). En algunas zonas de convergencia de los dos grupos surgió otro pueblo: los celtíberos.
Los vascones fueron un pueblo prerromano de origen no indoeuropeo que poblaba el Pirineo Occidental (actual Navarra y parte de La Rioja, Aragón y País Vasco) antes de la llegada de los romanos en el 218 a.C. En las comarcas montañosas del norte (saltus) practicaban una economía de subsistencia basada en la ganadería y vivían más aislados, por lo que la romanización fue débil. Las comarcas del sur (ager) se dedicaban a la agricultura y fueron más permeables a las influencias de otros pueblos. Aunque no formaron una unidad política, mantuvieron en común determinados rasgos culturales y su lengua, el vascuence o euskera, que conservaron a pesar de las influencias exteriores.
La conquista romana de Hispania fue el proceso de ocupación de la Península Ibérica por parte de Roma que se inició en el siglo III a.C. y concluyó, tras un proceso largo y complejo, en el siglo I a.C. Durante este proceso, los romanos impusieron en Hispania su estructura económica y sus formas de organización administrativa, política y social (romanización). Se pueden distinguir tres etapas principales:
Las provincias romanas eran divisiones administrativas del territorio conquistado por Roma en la Antigüedad. Cada una estaba dirigida por un gobernador que ostentaba el título de pretor, cónsul o procónsul, del que dependían los demás funcionarios, y estaba subdividida en conventos jurídicos. Con la llegada de Augusto al poder, se estableció una diferenciación entre provincia senatorial, dependiente del Senado, e imperial, bajo el control directo del emperador.
La Península Ibérica, a la que los romanos llamaron Hispania, fue dividida tras la llegada de los romanos en el siglo III a.C. en dos provincias: Citerior y Ulterior. Sin embargo, durante la dominación romana fueron fragmentándose, de modo que en el Bajo Imperio (S. IV d.C.) existían ya seis provincias: Tarraconensis, Cartaginensis, Baetica, Lusitania, Gallaecia y Baleárica. La actual Navarra pertenecía al convento jurídico de Caesaraugusta dentro de la provincia Tarraconensis.
Andelos fue una ciudad romana situada en la zona media de la actual Navarra, cerca de Mendigorría. Enclavada sobre un asentamiento anterior de la Edad del Hierro, alcanzó su máximo desarrollo durante los siglos I y II d.C. En ella se han encontrado algunos de los restos romanos más importantes de nuestra comunidad, destacando el trazado de varias calles, las plantas de varias mansiones (domus) pavimentadas con mosaicos (como el “triunfo de Baco”) y unas termas. Sin embargo, lo más destacado es el complejo sistema para abastecer de agua a la ciudad, del que se conservan la presa, el depósito, los restos de un acueducto y de un castellum aquae o depósito de distribución. Su poblamiento continuó durante la Edad Media, época en que recibió el nombre de Andión, hasta que quedó despoblada durante la crisis del siglo XIV.
La romanización fue el proceso de asimilación de los rasgos de la cultura romana experimentado por los habitantes de los pueblos conquistados, que asumieron sus costumbres, su organización política, económica y social, así como su lengua, el latín, y su religión. En la Península Ibérica tuvo lugar durante el periodo de dominación romana (S. III a.C.- V d.C.). Se dio de forma lenta y gradual, y no fue uniforme, siendo en el Mediterráneo mucho más intensa que en la cornisa cantábrica. Los principales agentes que contribuyeron a la romanización fueron las ciudades, la red de calzadas, el ejército, el asentamiento de colonos latinos, la integración de los jefes indígenas en la administración y la concesión de la ciudadanía.
La monarquía visigoda fue el sistema de gobierno establecido en la Península Ibérica entre el 507 y el 711 por los visigodos, pueblo germánico pero muy romanizado que entró en el Imperio proveniente del este de Europa. Tras su expulsión del sur de Galia por los francos, se estableció en Hispania, a donde había llegado en ayuda de Roma años atrás. Con capital en Toledo, la monarquía se caracterizó por el carácter electivo de los reyes, que gobernaron apoyados en el Aula Regia y en los Concilios de Toledo. Consiguió la unificación territorial de la península tras vencer a suevos y bizantinos, la unificación jurídica dada con el Liber Iudiciorum y la unidad religiosa con el abandono del arrianismo y la adopción del catolicismo. De esta manera, consiguieron una mayor unidad entre godos e hispanos. Sin embargo, la debilidad interna provocada por las luchas por el trono facilitó la conquista del reino por los musulmanes en el 711.
El Califato de Córdoba fue el régimen político establecido en Al-Andalus, territorio bajo dominio musulmán de la Península Ibérica, en el año 929 por el emir Abderramán III. Al proclamarse califa, Abderramán III se convertía en la máxima autoridad religiosa para los musulmanes de Al-Andalus y rompía totalmente los lazos de dependencia con el califato Abasí de Bagdad, del que ya tenía la independencia política. Fue la etapa más brillante de Al-Andalus, tanto en lo político como en lo militar, cultural o artístico, y Córdoba, su capital, se convirtió en la principal ciudad de Europa Occidental. Entró en crisis tras la muerte de Almanzor a comienzos del siglo XI y acabó fragmentándose en diversos reinos de taifas en el 1031.
Los reinos de taifas fueron el conjunto de estados independientes en los que se fragmentó Al-Andalus tras la disolución del Califato de Córdoba en 1031. La debilidad de estos reinos, que a menudo estaban enfrentados, fue aprovechada por los reinos cristianos del norte para avanzar en la Reconquista y exigir el pago de tributos, llamados parias, a cambio de protección. A pesar de los intentos de unificación protagonizados por almorávides y almohades norteafricanos durante los siglos XI al XIII, las taifas acabaron sucumbiendo al avance cristiano, y a partir del siglo XIII solo consiguió resistir una, el Reino Nazarí de Granada, conquistado en 1492 por los Reyes Católicos.
Almorávides y almohades fueron grupos nómadas bereberes que llegaron a formar verdaderos imperios en el norte de África y consiguieron unificar temporalmente los territorios de Al-Andalus.
Los almorávides, caracterizados por su interpretación rigurosa del Islam y su poder militar, fueron reclamados por las taifas de Al-Andalus tras la toma de Toledo por los cristianos en 1085. Al llegar a la península, lograron frenar la Reconquista y unificar a las taifas durante algún tiempo, pero finalmente el avance cristiano y la impopularidad de sus medidas les hicieron caer en 1146, formándose nuevas taifas. Estas solicitaron la ayuda de los almohades, que habían sustituido al imperio almorávide en el norte de África. El dominio de los almohades empezó a debilitarse tras su derrota ante una coalición cristiana en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212). La formación de nuevas taifas tras la batalla facilitó la Reconquista, cayendo a lo largo del siglo XIII todas ellas salvo Granada.
Los mozárabes fueron los cristianos que vivieron en Al-Andalus tras la conquista musulmana del reino visigodo en el 711. Aunque se les permitió seguir practicando el cristianismo, estaban obligados a pagar un impuesto especial del que estaban exentos los musulmanes. Su importancia numérica en Al-Andalus fue decreciendo debido a las conversiones al Islam (muladíes) y a las migraciones a los territorios cristianos del norte, donde contribuyeron en la repoblación. En el arte, destacaron en la ilustración de códices miniados, llamados beatos (como el Beato de Liébana), y en la construcción en territorio cristiano de iglesias prerrománicas con influencias del arte musulmán.