Portada » Filosofía » Primeros Filósofos: Desde Tales de Mileto hasta los Sofistas
Considerado oficialmente el primer filósofo occidental, Tales de Mileto (astrónomo y matemático) propuso que la sustancia primordial era el agua. Basó su teoría en la observación de los tres estados del agua y en la premisa de que donde no hay agua, no hay vida. Esto lo llevó a concluir que todo está hecho y proviene del agua. Además, predijo eclipses solares. Según Tales, el mundo es como una balsa que flota en un mar gigante.
Anaximandro postuló que el elemento primordial no podía identificarse con ninguna sustancia conocida, por lo que denominó a esta sustancia como ápeiron (lo indefinido, lo indeterminado). Según su teoría, el universo nace del ápeiron y regresa a él tras cumplir un ciclo, regido por la ley natural de la compensación. El ápeiron produce sustancias opuestas, y cuando una prevalece sobre la otra, se restablece el equilibrio. Para Anaximandro, la Tierra flota y tiene forma de queso.
Para Anaxímenes, la sustancia origen era el aire, que por rarefacción se convierte en fuego y por condensación en viento, nube, agua y piedra. Según su visión, la Tierra es un disco y los astros se mueven a su alrededor.
Pitágoras fundó una comunidad místico-filosófica y formuló dos problemas fundamentales: el dualismo antropológico y la matematización de lo real.
Pitágoras comparaba la vida con una fiesta, donde los luchadores son esclavos de la gloria, los mercaderes son cazadores de haberes y los que van a ver son los filósofos, amantes de la virtud. Además, formuló el famoso Teorema de Pitágoras: en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.
Heráclito afirmaba que todas las cosas coinciden y forman parte del cosmos. La naturaleza está en constante devenir, y la esencia de todas las cosas es el fuego. La armonía surge de los contrarios. El logos es divino y siempre es el mismo; quien lo conoce, se conoce a sí mismo. Los opuestos mueven todo, y la valoración de las cosas depende de la persona (dialéctica como tensión de opuestos). El mundo es eterno y divino, simbolizado por un fuego siempre vivo, encendido y apagado por el logos. La guerra es necesaria para que haya ser. Lo real está en constante movimiento; el ser es móvil.
Parménides sentenció: «El ser es y el no ser no es». Todas las cosas coinciden en que son. Las características del ser de Parménides son: es ingenerable, incorruptible, eterno, inmóvil, uno y pleno. Conocer algo es pensarlo y demostrarlo por definición y deducción. Lo real está en permanente reposo: el ser es inmóvil. La razón tiene sentido; el ser no tiene límite.
Empédocles explicaba la realidad con cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) y dos fuerzas responsables de su mezcla y separación: amor y odio. Todas las cosas están hechas de lo mismo (agua, aire, tierra y fuego), y la diferencia entre ellas se debe a las proporciones de los elementos entre sí. La materia es inerte, no se puede mover por sí misma. Su teoría se basa en la composición y descomposición.
Anaxágoras desarrolló su actividad en Atenas y fue un filósofo muy querido por sus conciudadanos. Su aniversario se celebraba con un día festivo en las escuelas. Según su teoría, todas las partículas estaban juntas inicialmente, luego vino la mente (el nous) y las ordenó. Existen elementos infinitos. El hyle (materia) y el nous (razón) no se unen. El Sol es un globo de fuego más grande que el Peloponeso. La Luna está habitada y tiene colinas y valles. El viento proviene del aire enrarecido por el Sol, lo que provoca terremotos y mueve los astros. Anaxágoras anunció la llegada de un meteorito a la Tierra y predijo que iba a llover. Todo en el universo se mantiene por el giro; si se parara, se caería.
Demócrito propuso el atomismo. Los átomos poseen las siguientes propiedades: son sólidos, plenos, ingenerables, invariables, incorruptibles, móviles y carecen de cualidades sensibles secundarias, pero son diferentes entre sí. Los átomos se mueven por el espacio, rebotando o enganchándose con otros. Las cualidades sensibles se dividen en primarias (posición y figura) y secundarias (olor y sabor).
Sócrates no dejó obras escritas. Trató temas como la moral, la justicia y la verdad. Su método se basaba en el diálogo y en hacer preguntas a los demás para que reconocieran su ignorancia. Buscaba la verdad a través de la ironía, reconociendo la propia ignorancia («Solo sé que no sé nada» o «Conócete a ti mismo»), y la mayéutica, que consistía en el replanteamiento de la posición del interlocutor.
Los sofistas eran antropólogos interesados en el estudio del ser humano. Los más importantes de la primera generación fueron Protágoras y Gorgias, y de la segunda generación, Trasímaco y Calicles. Los sofistas eran extranjeros, con diversidad de procedencias y doctrinas, y profesionales de la enseñanza. Su tema principal era el hombre y su vida en sociedad. Fueron los impulsores de la primera paideia, la educación integral del hombre. Como embajadores del panhelenismo, entraron en contacto con otras culturas, lenguas, religiones y leyes diferentes. Los rasgos de la filosofía sofística incluyen el escepticismo (dudas sobre la posibilidad de alcanzar un conocimiento válido de la naturaleza) y el relativismo (no existe una verdad absoluta). Vivieron en un periodo de entreguerras (guerras médicas y del Peloponeso) y de cambios sociopolíticos impulsados por Pericles, que llevaron a un gran desarrollo económico y cultural, con la instauración de la democracia y los primeros ciudadanos. La población estaba ligada al pasado, pero se produjeron cambios en la polis. La democracia directa, el dominio del lenguaje, la libertad personal, las leyes y la administración de justicia fueron aspectos clave de esta época.