Portada » Biología » Porque los receptores sensoriales son especificos
Gracias a los sentidos, los animales entran en contacto realidad exterior y también con las transformaciones que se producen en sus propios cuerpos. Durante siglos se pensó, y muchas personas siguen pensando, que el ser humano poseía exclusivamente cinco sentidos. Se puede decir que, en realidad, hay muchos más sentidos, tantos como receptores sensoriales. Se llaman receptores a las células nerviosas especializadas que reaccionan ante los cambios físico-químicos producidos en el ambiente o el interior del cuerpo y emiten una señal que se transmite en forma de impulso nervioso; son terminales que forman los estímulos físicos o químicos en impulsos nerviosos.
Según la clasificación de Wenger y Jones, se distinguen cuatro tipos de receptores sensoriales:
Se hallan situados esencialmente superficie del organismo, por lo que su función consiste en captar la estimulación del medio ambiente. Responden, por tanto, a estímulos originados fuera del cuerpo. Son exteroceptores los cinco sentidos clásicos: vista, audición, olfato, gusto y tacto.
Se encuentran dentro del organismo; están localizados en los aparatos respiratorio, digestivo, urogenital y, en general, dentro de las vísceras. Reciben la estimulación interna, tal como el calor o el frío de los órganos corporales. Su respuesta consiste esencialmente en alteraciones viscerales. Gracias a ellos obtenemos sensaciones de hambre, sed, bienestar, etc.
Están situados en los músculos, tendones, articulaciones, etc. Básicamente controlan las respuestas musculares. Nos permiten andar, dominar el equilibrio del cuerpo, etc.
Se encuentran repartidos por todo el organismo. Reaccionan primordialmente ante estímulos nocivos, transmitiendo al cerebro sensaciones de dolor. Existen otras clasificaciones de los receptores sensoriales en función del tipo de estimulación al que responden, de forma que los sentidos pueden dividirse en fotoceptores (vista), mecanoceptores (oído, receptores cutáneos e internos de la presión), termoceptores (receptores del calor y el frío), quimioceptores (olfato y gusto)
la sensación puede entenderse de dos formas:
• En un sentido fisiológico, la sensación es un proceso que de varias fases: – Excitación de un receptor sensorial por efecto de una estimulación. – Transducción, conversión de la energía física, química o mecánica del estímulo en un impulso nervioso de naturaleza eléctrica. – Transmisión del impulso nervioso de neurona en neurona. – Recepción de dicho impulso por el cerebro.
• En sentido psicológico, la sensación es la captación de una cualidad sensible, de una experiencia por la que un sujeto se da cuenta de una cualidad o aspecto de un objeto. De manera muy simplificada podemos decir que las sensaciones son las respuestas mentales a los estímulos (generalmente físicos y químicos) y los competentes esenciales de la percepción. Pero ésta es algo más que una mera suma de sensaciones.
La Rae define estímulo como “agente físico, químico, mecánico, que desencadena una reacción funcional en un organismo”. Según esto, son estímulos las ondas sonoras, las reacciones químicas que activan el sentido del gusto, las longitudes de onda de la luz reflejadas en las superficies… Ahora bien, no todas las formas de energía que llegan a receptores sensoriales son capaces de provocar sensaciones. Por ejemplo, el ojo humano percibe sólo una pequeña parte – espectro electromagnético; así, las radiaciones de rayos X quedan fuera del campo visual. Lo mismo sucede con determinados sonidos muy bajos o con ciertas propiedades olfativas que no pueden ser captados por los sentidos humanos, aunque sí por los de otros animales, como el murciélago (ultrasonidos) o los cerdos (pueden olfatear las trufas que crecen debajo de tierra). Se llama umbral mínimo o absoluto a la intensidad más pequeña necesaria para que un estímulo sea capaz de excitar un receptor sensorial. El umbral máximo es, en cambio, la mayor cantidad de un estímulo que pueden soportar los sentidos. Más allá de él ya no se produce un aumento de la sensación o se produce una sensación de otro tipo (por ejemplo una luz intensa no provoca una sensación visual, sino dolor).
Además de los umbrales mínimo y máximo, se habla también del umbral diferencial, que es la diferencia mínima necesaria entre dos estímulos para que las sensaciones resultantes sean captadas como realmente distintas. Uno de los cultivadores de la psicofísica en el siglo XIX, el alemán Ernst Weber, descubrió que el umbral diferencial no es una cantidad absoluta, como los umbrales mínimo y máximo, sino que varía dependiendo del estímulo originario: por ejemplo, un mínimo aumento en la intensidad de la luz es perceptible en una habitación oscura, pero no en otra muy iluminada; si, con los ojos vendados, sostienes un folio en la mano, notarás el aumento de peso que supone otro folio más, pero no lo notarías si sostuvieras un paquete de 100 o más folios. La llamada ley de Weber (o ley de Weber- Fechner) dice que “el umbral diferencial es directamente proporcional a la magnitud de un estímulo”, siendo, por tanto, el resultado de dividir estímulo por una constante. La ley de Weber se cumple en muchos casos, pero no en todos: más exactamente, se cumple para estímulos de magnitud media y alta, pero no para los que están próximos al umbral mínimo. En este último caso, puede haber grandes diferencias de apreciación entre distintos sujetos sobre la variación necesaria para considerar un estímulo como diferente a otro.