Portada » Historia » Por que se alcanzo el equilibrio entre las grandes potencias del Siglo XVIII
TEMA 6. LA GUERRA COLONIAL Y CRISIS DEL 98
Con la llegada de la Restauración se pondrá fin a la guerra de los Diez años en Cuba; los independentistas se dieron cuenta que era muy difícil vencer al ejército español y, para el gobierno de España, esta guerra supónía un enorme coste económico y social. Con la Paz de Zanjón se ponía fin pues, a la guerra. Esta paz ofrecía a los cubanos:
+ Mismos derechos políticos en las Cortes.
+ Participación en el gobierno de la isla (autonomía).
+ Libertad de comercio.
+ Abolición de la esclavitud.
Al igual que en la península, en Cuba se crearán dos partidos: el Partido Autonomista (compuesto por cubanos que querían la autonomía y reformas), y el Uníón Constitucional (partido claramente españolista).
Con la llegada de Sagasta al poder, establecerá la abolición de la esclavitud (1888). Sin embargo, el resto de las promesas de Zanjón no se llevan a la práctica, por eso se encenderá de nuevo la mecha del independentismo, esta vez liderado por el poeta José Martí que crea el Partido revolucionario cubano apoyado por Maceo y otros líderes independentistas de la guerra anterior, y que contará con las simpatías de EE. UU.
Pronto van a empezar de nuevo los conflictos, cuando España decide aumentar los aranceles de los productos no españoles que entran en la isla. EE. UU, que era el gran cliente cubano (azúcar, tabaco), protesta e incluso el presidente McKinley amenaza con prohibir comerciar con Cuba de no bajarse los aranceles. Así, en 1879 estalla la Guerra Chiquita, con la sublevación de los mambises (independentistas cubanos) que, sin embargo, fracasará por la falta de organización y apoyos y por el poco armamento del que dispónían los sublevados.
Seis años más tarde (1895), con el Grito de Baire, estallará un levantamiento en el este (Santiago de Cuba) que pronto se extenderá por toda la isla. Cánovas envía al Gral. Martínez Campos con la idea de que inicie una acción militar y a la vez negocie con los sublevados. Ante los escasos resultados, será sustituido por el Gral. Weyler, quien impondrá una dura represión. Dividíó el país en partes (trochas) incomunicadas, concentró a los campesinos en ciertas aldeas e impuso penas muy duras para los insurgentes y simpatizantes. Todo ello provocó hambre, enfermedades y una elevada mortalidad entre los campesinos que fue utilizado por EE. UU para conseguir la protesta internacional. Además, la guerra era complicada para el ejército español; la selva, las enfermedades tropicales, la dificultad de aprovisionamiento (lejanía), y la falta de pertrechos jugaban en su contra. A esto hay que unirle el apoyo de EE. UU (armas, dinero, instructores) y el asesinato de Cánovas (1897), firme valedor de la españolidad de la isla.
La llegada de los liberales al poder supuso un cambio de táctica. Weyler es destituido por el Gral. Blanco, que va con la orden de buscar una conciliación a cambio de una amplia autonomía. Pero ya es demasiado tarde, los sublevados no están dispuestos a renunciar a la independencia.
Por si fuera poco, paralelamente en Filipinas estalla otra sublevación. En este archipiélago, la presencia militar y los intereses económicos españoles eran menores. La Liga Filipinas de José Rizal y la organización clandestina Katipunan provocan un levantamiento que es reprimido duramente por el Gral. Polavieja. Con la llegada de los liberales se produce una pacificación momentánea.
A finales de siglo casi todos los territorios de África, Asía y Oceanía estaban ya ocupados, sin embargo, las grandes potencias industriales y militares (Reino Unido, Francia, Alemania y EE. UU) continuaban compitiendo por el control de los mercados internacionales y por la posesión de nuevas colonias.
Este ansia de expansión solo podía cumplirse arrebatando a las viejas y débiles potencias (España y Portugal) los restos de sus antiguos imperios que eran incapaces de defender.
EE. UU va a estar muy atento a cómo se desarrollan los acontecimientos e intervendrá proporcionando material y armamento a los rebeldes cubanos. El objetivo de esta ayuda no era la liberación de Cuba, sino conseguir dominar la isla.
Los motivos que explican este proyecto expansionista estadounidense son:
+ El interés económico en las minas y en las plantaciones de azúcar y tabaco.
+ El interés geoestratégico en afianzar el control militar sobre el Caribe (doctrina Monroe: “América para los americanos”).
El presidente McKinley trató incluso comprar la isla a España, operación rechazada por el gobierno de nuestro país. Al fracasar este intento, EE. UU pasó a aplicar directamente la ley del más fuerte en política internacional.
El incidente invocado como excusa para declararle la guerra a España fue la explosión del buque de guerra norteamericano “Maine” en la bahía de la Habana en 1898, donde murieron casi 300 marineros. Las causas de la explosión se desconocían, pero EE. UU echó la culpa al gobierno español presidido por Sagasta. Los grandes periódicos norteamericanos desataron una agresiva campaña antiespañola y reclamaron la entrada en la guerra, calentando así los ánimos.
La guerra fue un paseo militar para EE. UU. Los combates resultaron muy desiguales y la armada española quedó destruida en dos enfrentamientos. La primera batalla se produjo en la bahía de Manila, quedando demostrada la superioridad total de la marina estadounidense, que se limitó a “tirar al blanco”, destrozando en menos de una hora a los buques españoles. La segunda derrota se consumó en la bahía de Santiago de Cuba, en la que murieron 300 marinos españoles y sólo un soldado enemigo. Nuestros barcos con cascos de madera se enfrentaron a buques con cascos de acero y cañones de largo alcance.
Durante el conflicto, EE. UU conquistó las colonias españolas de Puerto Rico, que sirvió de excelente base militar, y de Filipinas, donde encontraron un centro de operaciones para penetrar en los mercados de Asía.
Una vez consumada la derrota militar, vino la rendición, iniciándose las negociaciones que culminaron con la firma de la Paz de París entre ambas naciones. Según el contenido de este tratado, España cedíó a EE. UU la isla de Puerto Rico (actualmente estado asociado a EE. UU), Filipinas y la isla de Guam en el Pacífico. Cuba alcanzó la independencia, aunque quedó bajo “protección” estadounidense.
El tratamiento que recibíó el problema colonial por parte del gobierno español fue desafortunado, pues no ofrecieron a tiempo los proyectos de reforma autonómica para los territorios de ultramar, que podrían haber impedido la aparición de los movimientos independentistas. Además, la decisión irresponsable de llegar hasta la guerra con EE. UU fue un absurdo, puesto que no existía otro resultado posible que la derrota.
No fueron tan graves como se esperaban.
En el plano económico, hubo grandes pérdidas materiales en la isla pero, en España, la repatriación de capitales y la reforma de la Hacienda que se abordó para pagar los créditos pedidos durante la guerra tuvieron consecuencias favorables a medio plazo.
En el plano político, la Restauración sobrevivíó, pero surgíó el Regeneracionismo, una idea de necesidad de renovar la vida política y social del país (Joaquín Costa crea la Uníón Nacional, partido que critica a la restauración). Muertos los líderes de la restauración, surgen otros nuevos (los conservadores Silvela y Maura y el liberal Canalejas) que fracasarán en sus políticas regeneracionistas. Además, habrá un crecimiento de los movimientos nacionalistas que piensan que los partidos dinásticos son incapaces de hacer una política renovadora y descentralizadora.
En el plano militar, muchos harán responsable al ejército del desastre (antimilitarismo), mientras que la institución militar piensa que la culpa fue de los políticos y que, por tanto, deberían tener mayor presencia y protagonismo en la vida política (intervencionismo: dictaduras de Primo de Ribera y Franco).
En el plano de la psicología colectiva, el pueblo español vivíó la derrota como un “trauma nacional”, extendíéndose los sentimientos de inferioridad, desmoralización e impotencia. La incertidumbre alcanzó incluso a la prensa de la época, que llegó a temer un ataque y ocupación de las islas Canarias.
En el plano exterior, el 98 tuvo como consecuencia la liquidación de los restos de nuestro Imperio colonial ultramarino con la venta en 1899 de los archipiélagos del Pacífico (Carolinas, Marianas, y Palaos) a Alemania, que, de este modo, también sacaba beneficios de nuestra debilidad. Pero a la vez se iniciaba un tímido intento de expansión colonial hacia África que se materializará en poco tiempo (1905 Conferencia de Algeciras) en el Protectorado de Marruecos.
En el aspecto intelectual y literario, el desastre colonial influyó en el desarrollo del “Regeneracionismo”, así como en las amargas y pesimistas reflexiones de los autores de la Generación del 98.