Portada » Lengua y literatura » Poetas Modernistas Españoles: Del Siglo XX
La poesía española de principios del siglo XX estuvo influida por el Modernismo, más que una corriente literaria, una actitud ante la vida que rechazaba el materialismo, el imperialismo y los valores burgueses. Esta corriente surgió en un contexto de crisis de fin de siglo, acentuada en España por la catástrofe del 98. Mientras los escritores del 98 denunciaban la situación, los poetas modernistas optaron por la evasión, creando mundos idealizados.
El Modernismo se inspiró en dos corrientes francesas: el Parnasianismo, que buscaba la belleza sin carga ideológica, y el Simbolismo, que reemplazaba la realidad por símbolos subjetivos. Sus principales rasgos fueron la evasión (huida del presente mediante la idealización del pasado y de lugares exóticos), el exotismo (creación de un mundo aristocrático y extraño) y el cosmopolitismo (influencia de París como modelo artístico y vital).
En cuanto al estilo, los modernistas renovaron el lenguaje poético, incorporando extranjerismos, neologismos y arcaísmos, además de recursos como la sinestesia y la adjetivación cromática para lograr efectos sensoriales. En el plano métrico, recuperaron formas clásicas como el verso alejandrino y los hexámetros, pero también experimentaron con el verso libre y el poema en prosa.
La llegada de Rubén Darío a España en 1899 afianzó la tendencia modernista en los poetas españoles, que ya mantenían previamente correspondencia epistolar con los poetas hispanoamericanos.
Aunque ya había publicado un par de libros, el Rubén modernista no se muestra hasta 1888 con Azul…, que incluye cuentos breves de ambiente aristocrático y algunos poemas.
En 1896, la publicación en Buenos Aires de Prosas profanas fue un hito para la implantación del Modernismo, ya que el libro deslumbró por sus innovaciones métricas y formales. Esta obra continúa en la línea de la “evasión aristocrática”, y en él el poeta cuestiona qué es el arte, el placer, el amor, el tiempo, la religión y la creación poética. También aparecen temas españoles: la exaltación de lo andaluz y lo medieval.
En 1905 se publica en Madrid Cantos de vida y esperanza, que suma nuevos temas a los de los libros anteriores, y que supone un cambio de expresión: más sobria, intimista, existencial e incluso social: “Yo no soy un poeta para muchedumbres –dice– pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas”. Así, se tratan en el libro asuntos políticos, como el de la unión de los pueblos hispanoamericanos, y la reivindicación de su cultura común.
Machado definió la poesía como el “diálogo de un hombre con su tiempo”. Es el tiempo visto con angustia, como algo inapresable, uno de sus grandes temas; otros, como el sueño como forma de conocimiento y el amor, tienen una raíz común: la preocupación por lo temporal.
En 1903 se publica Soledades, que luego reaparecerá como Soledades, galerías y otros poemas, libro que se inscribe en la estética intimista, reflexiva y simbolista del Modernismo español. Sus temas son los de toda la producción de Machado: el paso del tiempo, los sueños, la juventud perdida. Se expresan a través de símbolos de la naturaleza y del paisaje: la tarde (símbolo de la decadencia y la melancolía), el agua y la fuente (que representan el tedio, la monotonía, el paso del tiempo), el huerto y el jardín (símbolos de la ilusión, los recuerdos infantiles).
Campos de Castilla, publicado en 1912, y reeditado en 1917 con más poemas, huye del Modernismo y dirige su mirada hacia el paisaje, los hombres y la historia, representados en Castilla. Su tema fundamental es la decadencia de España y el carácter de sus habitantes. Machado evoca el paisaje real, pero sus descripciones se convierten en meditaciones, lo que acerca este libro a la postura noventayochista de autores como Baroja, Azorín y Unamuno. La producción de Machado se completa con Nuevas canciones (1924), donde reaparecen temas de Campos de Castilla; Canciones a Guiomar y De un pasado efímero.
En la trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez (premio Nobel en 1956), que se extiende hasta mediados del siglo XX, se observa una profunda evolución, etiquetada por el propio poeta como un recorrido por tres etapas:
Sus comienzos poéticos están influidos por las tendencias de la literatura de fin de siglo (Modernismo, Simbolismo y Parnasianismo), pero también por la influencia de Bécquer. Los temas en estos libros (Ninfeas, Almas de violeta, Arias tristes, Jardines lejanos, escritos entre 1900 y 1911) giran en torno a la nostalgia, la persecución de lo misterioso, la presencia de la muerte. El Modernismo está más patente en libros como La soledad sonora, Poemas mágicos y dolientes, e incluso Platero y yo, pero es un Modernismo depurado de excesos: el acercamiento a la naturaleza y la oposición al progreso serán temas recurrentes en ellos.
El gran cambio en la trayectoria de Juan Ramón se produce en 1916, con Diario de un poeta recién casado, que marcará su producción posterior. La obsesión del “conocimiento exacto de las cosas a través de la poesía” marcará esta etapa, en la que defenderá la poesía pura, desnuda de artificios y de lo anecdótico. En la producción posterior a Diario… Juan Ramón continuará en la línea de la poesía pura con libros como Eternidades, Piedra y cielo, Belleza y Poesía (escritos entre 1918 y 1923).
Tras su exilio en 1936, se acerca al tema de Dios, la muerte, el ansia de eternidad. En obras como La estación total (1946) o Animal de fondo (1949), expresa un ansia de trascendencia que lo conduce a una postura casi mística y a identificar a Dios con la Belleza.
Para concluir, destacamos a un autor modernista de Badajoz: Javier Monterrey, apasionado y amante de la literatura, poeta autodidacta que publicó varios poemarios.