Portada » Lenguas extranjeras » Poesía y Teatro de Posguerra en Galicia: Un Renacer en la Sombra del Franquismo
En un contexto marcado por el golpe de estado y una fuerte represión que elimina a la élite dirigente y extiende el terror, se instaura un régimen que defiende la unidad de la patria y prohíbe las manifestaciones en lenguas que no sean el castellano. Termina la Guerra Civil y se inicia el franquismo con una censura férrea y un largo silencio del gallego, que sobrevive en el exilio. A finales de los años 40, la presión internacional suaviza la censura y se retoma la publicación en gallego. En 1950 se funda la editorial Galaxia y en los 60, los exiliados crean partidos políticos de izquierda que reivindican el gallego como lengua antifascista.
Esta etapa se caracteriza por una poesía intimista, con autores como:
Arredores, 1962
En poemas como «Eu son un home triste», el yo poético expresa sentimientos de tristeza y cansancio. Busca a Dios pero no lo encuentra, utilizando la metáfora del niño que busca una mano a la que agarrarse. En la segunda mitad del poema, el sufrimiento humano, expresado a través de los ojos (cansados, de bueyes bajo el yugo), se convierte en la principal razón que hace desaparecer la fe en Dios. Los versos son heptasílabos libres.
O paxaro na boca, 1952
Su poesía, también intimista, refleja experiencias como la de unos enamorados en las Islas Cíes, disfrutando de la naturaleza (aves, luz, mar, viento) y de su amor (baño, besos, juegos). El yo poético se aferra a los buenos momentos, creando un labirinto que permite salvar el amor que da sentido a la vida. Utiliza versos libres de diferentes medidas y palabras que fluyen como las olas del mar.
En esta etapa destacan autores como Celso Emilio Ferreiro, Xosé María Álvarez Blázquez, Manuel María, Bernardino Graña y Franco Grande, que exploran la angustia existencial y la búsqueda del yo.
Su poesía existencialista refleja un yo que se busca a sí mismo sin encontrarse.
Os eidos
En poemas como «Caen las hojas», los sentimientos humanos afloran en fusión con la naturaleza de las sierras del Courel. Se observa fidelidad a la lengua oral en los dialectalismos y un gusto por los recursos fónicos (aliteraciones) y los silencios (puntos suspensivos).
Los exiliados mantienen viva la cultura gallega en los años más duros del franquismo, con obras que llegan a Galicia de forma clandestina. Estas obras serán un referente para la juventud gallega de los 60, que retoma el compromiso político con Galicia y su lengua.
En este fragmento del final de la obra, Hamlet descubre que su tío, asesino de su padre, es en realidad su padre biológico y lo mata. Gerda, su madre, le propone a Hamlet que se case con ella y sea el nuevo rey, pero Hamlet termina matándola y suicidándose.
Durante unas obras en la catedral, el cardenal Payá y Rico encarga a Don Mauro (historiador) que verifique si los restos enterrados son los del apóstol Santiago. El fragmento del diálogo deja claro que solo buscan un aval científico que confirme la autenticidad de los restos, sin importar la verdad, sino la gloria de la diócesis.
Esta etapa se caracteriza por la poesía social, siguiendo el camino iniciado por Celso Emilio Ferreiro en Longa noite de pedra.
«Letanía de Galicia»
Este poema, con una gran innovación formal, está escrito como una letanía religiosa con repeticiones que denuncian la situación de Galicia, afirmando su esencia campesina, marinera y obrera. Busca transmitir a las nuevas generaciones, que no están marcadas por la opresión, la esperanza en un futuro diferente.
«Terra de proseguir» (de Poesía enteira de Heriberto Bens)
El pesimismo de este poema dedicado a Galicia contrasta con la implicación emotiva de un yo poético consciente de la identidad colectiva. La estructura paralela («Quiero decir tu nombre y digo…») resalta una transformación negativa: metáforas negativas que se acumulan. El yo poético desearía cantar y gritar, pero nadie escucha.
Celso Emilio Ferreiro es un referente de la poesía social que denuncia la dictadura, utilizando un lenguaje directo y cercano al habla popular.
Este poema, fruto de la experiencia de estar encerrado en el monasterio de Celanova, describe la piedra que lo rodea (techo, muros, suelo) y la convierte en una metáfora de la dureza y la falta de libertad del franquismo. La repetición obsesiva de la palabra «pedra» a lo largo del poema enfatiza esta idea. Los versos son libres y muy cortos.
La repetición del adverbio «libremente» acompaña a la descripción de los sueños de un colectivo que se expresa como «nosotros». Los elementos de la naturaleza refuerzan la sensación de libertad anhelada. Los versos finales del poema convierten ese sueño en un vidrio frágil que se rompe contra las rocas con la llegada de la dictadura. Los versos, inicialmente de arte mayor, se quiebran al final al mezclarse con versos más cortos de arte menor.
Este poema expresa la solidaridad del yo poético con aquellos que, aún viviendo lejos y siendo de otras razas, comparten sufrimientos y sueños.
Defiende el gallego como lengua de los trabajadores, expresando el deseo de hablarla como un acto de libertad. Se argumenta como reacción contra los que la abandonan al ascender socialmente y como expresión del amor a los antepasados, vinculándola a la tierra y al mar. Hablar gallego es tomar partido por la gente frente a la imposición externa. El poema establece dos bandos: los que rechazan el gallego (soberbios, poderosos) y los que lo mantienen vivo (los que trabajan y sufren). El yo poético se sitúa del lado de los que sufren, junto a Galicia, representada como una figura tendida frente al mar, símbolo de la emigración y el exilio. Predominan los versos de arte mayor, destacando algunos versos más breves. Se utilizan repeticiones y paralelismos.
Son ejemplos de la poesía amorosa de Celso Emilio Ferreiro, que también cultivó el intimismo en obras como O soño sulagado y Onde o mundo se chama Celanova.