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Epígrafe 1. La poesía durante la Guerra Civil. La poesía en los años cuarenta: poesía arraigada y desarraigada (Dámaso Alonso).
Entre el 1936 y el 1939, tanto en el bando republicano como en el nacional se desarrolló una literatura de propaganda ideológica: el poema se convirtió en arma de lucha con la que se ensalzaba al dirigente al compañero muerto, la causa y se atacaba al enemigo. Desde el punto de vista de la calidad literaria, ésta es más bien escasa: cabe destacar la figura de Miguel Hernández. Miguel Hernández es un símbolo literario y también político, puesto que murió de tuberculosis en las cárceles de Franco en el 1942, tras haber combatido en el bando republicano. Su poesía nacíó en pleno proceso de transición entre la innovación vanguardista y la rehumanización vivida por algunos poetas del 27, a los que le unieron vínculos estéticos y personales. Los temas básicos de su poesía son: – El amor:
El erotismo es un deseo insatisfecho que produce sufrimiento; más tarde, aparecerá la plenitud amorosa que colma de dicha y el amor a la esposa y al hijo). — El dolor y la muerte : las vivencias personales, la realidad social, la guerra, la cárcel o la ausencia de los seres queridos). — La vida y la esperanza: como contraste con lo anterior, la poesía hernandiana refleja un profundo vitalismo, unido generalmente al amor, la solidaridad y la confianza en un mundo mejor. Como influencias percibimos en sus obras las figuras de los clásicos (Góngora, San Juan de la Cruz, Garcilaso de la Vega) y de sus contemporáneos (Aleixandre, Neruda). Su trayectoria está marcada por una evolución ideológica, que va desde el catolicismo hasta la militancia republicana y comunista durante la Guerra Civil. En una primera etapa (hasta el 36) publica Perito de lunas y El rayo que no cesa, que tienen como tema principal la imposibilidad de la plenitud del amor y que sobresalen por el uso de formas clásicas: sonetos, tercetos encadenados (p.Ej “Elegía a Ramón Sijé”); la segunda etapa se sitúa en la línea de la poesía impura de Neruda y por un intento de compromiso por la realidad (36-38). Se alternan las estrofas clásicas con el verso largo; destaca, en esta etapa, Viento del pueblo; los últimos poemas los compuso en prisión y reflejan el sufrimiento por la derrota, por la ausencia de la esposa y del hijo. Aquí tenemos Cancionero y romancero de ausencias.
Centrándonos en la España de posguerra, tres son las corrientes que se dan en la poesía de los años 40, tendencias todas ellas vinculadas a diversas revistas literarias:
La poesía arraigada. Las revistas fundamentales de la corriente poética clásica fueron “Escorial” y “Garcilaso”. Sus colaboradores, complacientes con el régimen franquista, adoptan una forma clasicista (al estilo de los sonetos de Garcilaso) y un tono heroico, cuando recurren al pasado imperial español para ensalzar el orden presente, e intimista, cuando ensalzan el sentimiento religioso. Porque tres son los temas que cultivaron: el amor, la religiosidad y el Imperio. Entre los poetas adscritos a este grupo encontramos a Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, José García Nieto y Dionisio Ridruejo.
La poesía desarraigada. 1944 es una fecha significativa en el cambio poético español. Se publican dos obras fundamentales: Hijos de la ira de Dámaso Alonso (con importantes novedades formales como el uso del versículo; y temáticas, puesto que la realidad irrumpe con fuerza, una realidad angustiosa por la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, un mundo en el que el hombre busca a un Dios ausente y cuyo único destino es la soledad, la injusticia y la muerte) y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, que marcan el inicio de una poesía crítica con el mundo que los rodea; aparece la revista “Proel” (en Santander), que constituye una evolución frente a revistas precedentes. En esta misma línea, Eugenio de Nora, García Lama y Victoriano Crémer fundan la revista “Espadaña” (León) y publican sus poemas y los de otros autores incorporando temas como la soledad, la tristeza, la desesperación y la muerte y empleando un lenguaje desgarrado para ello. Otros autores significativos, aparte de los ya citados, de la poesía desarraigada serían el primer Blas de Otero (Ángel fieramente humano, Redoble de conciencia) y el primer Gabriel Celaya, Carlos Bousoño, Ángela Figuera o las primeras obras de José Hierro (Tierra sin nosotros).
La poesía vanguardista. Aparecen en mitad de la década dos movimientos que reivindicaron la poética vanguardista de preguerra: el Postismo ( cuyo máximo representante es Carlos Edmundo de Ory) y el Grupo “Cántico”, que surge en torno a la revista cordobesa del mismo nombre y cuyo autor más sobresaliente fue Pablo García Baena.