UTOPIA :En 1967,P Berger y Th. Luckmann publicaron un libro que habría de tener grán repercusión: La Construcción social de la realidad. La tesis del libro es enunciada así: «La sociedad es un producto humano. La sociedad es una realidad objetiva. El ser humano es un producto social» (o.C. Amorrortu, 1972, p. 84). La relación ser humano-sociedad es, pues, dialéctica: el ser humano es producto de una sociedad que él mismo ha creado. Pero, en la práctica, los autores se concentran en la explicación de cómo los seres humanos construyen: 1) la realidad social como un conjunto de instituciones, y 2) el sentido y significación de esa realidad para ellos. La construcción (social) de la realidad se produce a partir de las experiencias colectivas del grupo humano en cuestión. Esas experiencias no se quedaron en el interior de los que las realizaron, sino que se vieron sometidas a un proceso de (1) externalización y objetivación, y así se fueron sedimentando. Por ejemplo, los hombres primitivos aprendieron a cazar, a producir el fuego, a construir viviendas, a relacionarse entre sí…; pues bien, las hachas, los palos, las casas, los gestos y las palabras, los distintivos del mando, etc., externalización estas experiencias, convirtiéndolas en objetos visibles. Pero la cosa no queda ahí. Las experiencias objetivadas sufren, entonces, un proceso de (2) institucionalización: son fijadas definitivamente mediante un sistema de pautas (normas, leyes, ritos) y sanciones. La objetivación e institucionalización pueden ser tales que lo que son “productos” humanos lleguen a aparecer como “cosas naturales”.Finalmente, el buen funcionamiento de una sociedad exige que las instituciones sean respetadas y mantenidas. Ello requiere un nuevo proceso: el proceso de (3) legitimación es decir, de explicación y justificación. Se producen así los “universos simbólicos”por ejemplo, las mitologías o las ideologías. Finalmente, todo este mundo objetivado y legitimado es asumido por el individuo mediante la socialización: es el proceso de (4) internalización. De modo que son los humanos los que han construido la sociedad, y son ellos los que le han dado sentido y justificado . Pero, a su vez, la sociedad “hace” al ser humano en la medida en que éste es “socializado” (internalización) y acepta el sistema social como algo natural y legitimo. Hasta aquí Berger y Luckmann. Pero ¿qué sucede si los miembros de la sociedad —o algunos de ellos— no la aceptan y la quieren cambiar? Pues sucede que —entre otras cosas—surgirán proyectos alternativos que “deslegitimen” el sistema social establecido y propongan una alternativa. Pues bien, la alternativa más radical a un sistema social se llama “utopía”.
Ideología y utopía son dos conceptos contrapuestos. “El término utópico se puede utilizar para todos aquellos procesos mentales que no reciben sus impulsos directamente de la realidad social, sino que los reciben de imágenes, manifestadas en símbolos, fantasías, sueños, ideas y similares, que en el sentido más amplio de la palabra no-existen. Desde el punto de vista sociológico, tales construcciones intelectuales pueden adoptar principalmente dos formas: son ideológicas si sirven a la intención de glorificar o estabilizar la realidad social existente; son utópicas cuando sugieren una actividad colectiva que intente cambiar de tal forma la realidad, que ésta concuerde con objetivos trascendentes a a realidad. De esta forma, el propio proceso social está íntimamente ligado con el desarrollo intelectual y la concienciación. Nótese que Mannheim da dos significados al término utopía 1) En un sentido amplio, utopía es una representación (imagen, idea, etc.) de lo no existente. Y éste es el sentido etimológico del término: ou-tópos, “en ningún lugar”. El término, como se sabe, deriva del titulo de la obra de Tomás Moro . 2) En un sentido restringido, utopía es sólo una representación de lo no-existente que pretenda conducir a una transformación de la sociedad según ese modelo ideal. Cuando esa representación pretende conservar y justificar el sistema social existente, entonces es “ideología”. Y una advertencia más: las utopías en sentido estricto pueden ser progresistas (mirar al futuro); pero también conservadoras o retrógradas (mirar al pasado). Estas últimas —curiosamente— cumplen una función semejante a las ideologías. Evidentemente, quienes pretenden la conservación de un sistema social dado procurarán el mantenimiento de una ideología y realizarán una crítica de las utopías. A la inversa, quienes pretenden transformar la sociedad elaborarán un pensamiento utópico y criticarán las ideologías. De modo que tenemos: 1) Pensamiento conservador: ideología y antiutopía. 2) Pensamiento radical o progresista: utopía y contra-ideología. Tenemos que precisar tres aspectos de la utopía: 1º) En qué consiste el pensamiento utópico. 2º) El problema de su “imposibilidad” 3º) Qué concepción de lo realidad subyace en él. 1º El pensamiento utópico. “En realidad la utopía tiene dos aspectos: por una parte representa la crítica de lo existente; por otra, la propuesta de aquello que debería existir” (M. Horkheimer). Esto parece bastante claro, por lo que no es necesario insistir más. — Resultará, en cambio, muy esclarecedor el que añadamos: el pensamiento utópico es un método. Y el método utópico puede definirse como «experimentación mental de posibilidades». Como es sabido, algunos científicos — «El método utópico pertenece por su naturaleza al campo de la teoría y de la especulación. Sin embargo, no busca, como la teoría en el sentido tradicional, el conocimiento de aquello que existe, sino más bien se trata de un ejercicio o de un juego con las posibles ampliaciones de la realidad. […] Entender un hecho o un suceso significa penetrar en él, sin dispersarse, sin tomarlo como algo absoluto e inalterable.