Portada » Filosofía » Pensamiento Político y Económico: De la Soberanía al Socialismo
Jean Bodin sostiene que la soberanía es “el poder perpetuo e ilimitado inherente al soberano”. Su justificación reside en la necesidad de dotar al Estado de unidad y existencia firme. Considera al Estado esencial para garantizar la paz, y por ello se deben buscar los medios para proteger su existencia.
Bodin se alinea con el programa de les politiques, cuyo punto en común es la fundamentación doctrinal de un poder fuerte, centralizado y neutral para garantizar el sometimiento de todos y, con ello, preservar la paz y la unidad nacional. Sostienen una posición que busca restaurar el prestigio de la monarquía y afirmar su superioridad sobre otras formas de gobierno.
La idea central en Bodin es el fortalecimiento del poder del Estado como único medio para garantizar la paz. Define la República como “un recto gobierno de varias familias, y de lo que les es común, con poder soberano”.
El poder soberano es perpetuo, no sujeto a límites temporales. El poder de los oficiales, grandes o pequeños, es atribuido por el soberano y revocable por él. Este poder es único e indivisible, emanando de un solo centro. Además, es inalienable, trascendiendo al titular que lo detenta en un momento dado.
El capitalismo surge con la necesidad de una teoría económica que sustente el libre comercio. Es consecuencia del pensamiento político y económico inspirado en la herejía calvinista, plasmado en el pensamiento de los fisiócratas.
Adam Smith, influenciado por los fisiócratas, creía que el crecimiento económico se relaciona más con la producción de bienes que con la acumulación de metales preciosos. Sin embargo, difería de ellos: para los fisiócratas, la riqueza residía en la producción agrícola, mientras que para Smith, el comercio y las finanzas también eran importantes. En su obra “La riqueza de las naciones”, desarrolla la economía política como ciencia autónoma, fundando la “economía clásica”.
Smith afirma que la riqueza de las naciones depende del crecimiento en la producción, no de la acumulación de metales preciosos (contrario al mercantilismo). Plantea dos principios económicos: la división del trabajo y la libre competencia. El Estado debe intervenir mínimamente, garantizando el respeto a las leyes del mercado, que actúan como “ley natural” de la economía. Estas leyes son un “corrector permanente”, una “mano invisible” que ordena el proceso económico hacia el éxito.
El libre comercio, que favorece la “ventaja absoluta” en competencia libre, es fundamental para generar el esfuerzo individual por alcanzar el máximo beneficio. Para Smith, la educación es crucial: cada individuo debe aprender a ocupar un lugar en el círculo productivo para adquirir su propio capital.
La Doctrina Social de la Iglesia sostiene que la libertad económica es un valor fundamental e inalienable. La economía no debe separarse de la moral. Plantea dos principios: la actitud moral del individuo debe regirse por el bien común y el destino universal de los bienes; y el Estado, como custodio del bien común, debe intervenir en la economía de forma proporcionada, aplicando los principios de subsidiaridad y solidaridad.
Francisco de Vitoria, fundador del derecho internacional público y promotor de los “derechos humanos”, se basa en una concepción aristotélica y tomista de la Ley Natural. Busca el equilibrio entre los órdenes natural y sobrenatural, criticando ciertas tradiciones medievales clericalistas. A partir de la dignidad humana, aplicada a los indios americanos, logra dos avances: la equiparación jurídica entre sociedades cristianas y paganas, y la afirmación de la pertenencia universal a una comunidad de naciones.
Vitoria afirma la autonomía relativa de lo humano, la libertad de la persona y sus derechos inalienables. Promueve un “humanismo cristiano” basado en la positividad del orden natural, su armonía con el orden sobrenatural y su capacidad de ser elevado a la gracia.
Alexis de Tocqueville observa que la ventaja de los norteamericanos reside en “haber llegado a la democracia sin revoluciones” y “haber nacido iguales”. Estados Unidos es el modelo de “estado igualitario”, basado en el gobierno de las mayorías y la igualdad de condiciones.
La democracia, fundada en la igualdad y la libertad, triunfó sobre la monarquía. La igualdad requiere libertad. Los pueblos democráticos buscan la igualdad en libertad, o si no, en la esclavitud. Una sociedad igualitaria procura mayor felicidad, promueve un estado regulado por la ley, fomenta el amor a la ley como obra común, reduce la ignorancia y mejora la prosperidad.
La democracia “viril y legítima” impulsa a todos a superarse. Cuando falla, los débiles buscan rebajar a los fuertes.
Un peligro es la “tiranía de la mayoría” y la “infalibilidad de la masa”. Otro es el individualismo como sentimiento colectivo, que aísla al individuo. Las “revoluciones igualitarias” suprimen los poderes intermedios, creando una masa incapaz de acción coordinada.
Una verdadera democracia requiere libertad e instituciones libres que obliguen a los ciudadanos a participar en asuntos públicos, promoviendo el bien común.
El socialismo busca un fuerte control estatal y prioriza el trabajo sobre el capital. Su teoría es materialista, no espiritual. Nace como reacción a los problemas del capitalismo.
El socialismo “utópico” buscaba un cambio paulatino y pacífico, proponiendo colonias donde cada uno aportaba según su talento y trabajo, sin ganancias fuera del trabajo. Buscaban influir a través de la persuasión.
Las ideas claves del marxismo son el materialismo dialéctico o “histórico” y la lucha de clases. Para Karl Marx, las relaciones de producción económica determinan la conciencia y los valores.
Para el marxismo, las relaciones de producción pueden volverse injustas cuando los trabajadores (fuerzas productivas) pierden protagonismo frente a los dueños del capital. Marx propone la revolución del proletariado para que los trabajadores controlen la producción.