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El pronunciamiento de Martínez Campos en Diciembre de 1874, acogido favorablemente por el ejército y las fuerzas políticas conservadoras, significó la restauración de la monarquía en Alfonso XII, el único hijo de Isabel II.Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel, sino un nuevo modelo que superase los problemas del liberalismo anterior, el carácter partidista de los moderados, el intervencionismo de los militares en la política y enfrentamientos civiles. Para conseguir su propósito, se propuso dos objetivos: elaborar una constitución con un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista. La primera medida fue la convocatoria de elecciones. La Constitución elaborada en 1876, con sufragio censitario y soberanía compartida entre las Cortes y el rey, se trataba de una constitución de carácter conservador.
La Constitución consideraba a la monarquía como una institución superior. Constituía un poder moderador que debía ejercer como árbitro en los partidos políticos, y se concedían amplios poderes al monarca: nombrar ministros y convocar o disolver Cortes. Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los Diputados.La Constitución también proclamaba la confesionalidad católica del Estado El nuevo texto contaba con una amplia declaración de derechos.Cánovas del Castillo introdujo un sistema basado en el bipartidismo de los grandes partidos, el conservador y el liberal, que renunciaban a los pronunciamientos, por tanto, habría un turno pacífico de partidos. El ejército quedó subordinado al poder civil. Así, una Real Orden establecíó que la misión del ejército era defender el país y no debía intervenir en las contiendas de los partidos. Como contrapartidista se otorgaba a los militares una cierta autonomía para sus asuntos internos y un elevado presupuesto.La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana. La Restauración privó a la causa carlista de una buena parte de su legitimidad y algunos personajes del carlismo acabaron reconociendo a Alfonso XII. Además, el esfuerzo militar hizo posible su total rendición en 1876, con la intervención del ejército al mando de Martínez Campos.
Cánovas había sido el principal dirigente del Partido Alfonsino, que durante el Sexenio Democrático había defendido la restauración. Tras el regreso de Alfonso XII lo transformó en Partido Conservador. El proyecto bipartidista de Cánovas requería otro partido de carácter progresista, y él mismo propuso a Sagasta su formación. De un acuerdo entre progresistas, unionistas y algunos republicanos nacíó el Partido Liberal.Conservadores y liberales coincidían en lo fundamental, pero diferían en algunos aspectos. Ambos defendían la monarquía, la Constitución y la propiedad privada, se nutrían principalmente de las élites económicas y de la clase media acomodada. Los conservadores propónían un sufragio censitario y la defensa de la Iglesia y del orden. Los liberal defendían el sufragio universal y estaban más inclinados a un reformismo social.La alternancia en el poder entre dos grandes opciones quedaba garantizada por el sistema electoral. Cuando el partido en el gobierno sufría desgaste político, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. Entonces, el nuevo presidente convocaba elecciones con el objetivo de conseguir el número de diputados suficiente para formar un gobierno (encasillado).El sistema del turno pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia y poder de los caciques.Los caciques eran personas importantes, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia. También podían ser abogados o funcionarios, que controlaban los ayuntamientos, hacían informes y podían resolver o complicar los trámites burocráticos. Los caciques orientaban la dirección del voto agradeciendo con sus “favores” o discriminando a los que no. Los caciques manipularon las elecciones de acuerdo con los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales se conoce como pucherazo. Para conseguir la elección del candidato no se dudaba en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas), manipular las actas electorales, compra de votos, amenazar e incluso emplear la violencia.A lo largo del período entre 1876 y 1898, el turno funciónó con regularidad: de todas las elecciones, seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales. Aunque la alternancia pasó por momentos difíciles, la primera crisis sobrevino como consecuencia del desastre de 1898. Tras la muerte del rey Alfonso XII (1885), impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, el llamado Pacto del Pardo. Su finalidad era dar apoyo a la regencia de María Cristina y garantizar la continuidad de la monarquía. Bajo la regencia, el Partido Liberal gobernó más tiempo que el Conservador. Sagasta impulsó una importante obra reformista, se aprobó la Ley de Asociaciones que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales, y se abolíó la esclavitud. Se implantó el sufragio universal masculino y el derecho a voto de todos los varones mayores de 25 años. En la última década del siglo, Cánovas asumíó la presidencia hasta su asesinato. El sistema deterioró a los partidos, que dependían excesivamente de sus líderes, provocando enfrentamientos internos. En el Partido Liberal surgieron personajes como Maura, y en el conservador Silvela.
Tras el fracaso del Sexenio Democrático, el republicanismo tuvo que hacer frente al desencanto de sus seguidores. Los republicanos se hallaban divididos en diversas tendencias.La adaptación más rápida a as nuevas condiciones la protagonizó Castelar, que evoluciónó hacia posturas más moderadas, y convencido de que la Restauración garantizaría el orden, consideró “posible” que la monarquía asumiese algunos de los principios democráticos y creó el Partido Republicano Posibilista. El republicanismo más fiel a su ideario inicial fue el Partido Republicano Federal de Pi y Margall.A pesar de aumentar los escaños parlamentarios, el republicanismo tuvo que luchar por los votos populares en competencia con el nuevo obrerismo representado por el PSO, fundado por Pablo Iglesias.Tras la derrota carlista se prohibíó la estancia en España del pretendiente Carlos de Borbón y el carlismo entró en crisis después de que destacados miembros de sus filas reconocieran a Alfonso XII. La dirección del carlismo tardó algún tiempo en readaptarse para convertirse en un nuevo partido político. La propuesta carlista manténía antiguos principios como la unidad católica y la oposición a la democracia, pero ya no se manifestaba a favor del Antiguo Régimen y aceptaba el nuevo orden capitalista.-Partidos nacionalistas: Tras el Desastre del 98, aparecen otros partidos como alternativa a los “oficiales”. Regiones como Cataluña o el País Vasco empiezan a proponer soluciones regionalistas, aunque con diferencias: mientras que el regionalismo catalán es urbano, capitalista y burgués (Lliga Regionalista, F. Cambó), el vasco es rural, tradicional, separatista y hasta racista (PNV, Sabino Arana). En Andalucía las propuestas de Blas Infante giran en torno a reivindicaciones campesinas.