Portada » Ciencias sociales » Paradigma conflictivista de los fenomenos sociales
Adquirimos las habilidades básicas para integrarnos, y cambiar nuestro comportamiento y nuestro entorno, mediante un largo proceso de socialización. En este proceso el grupo el grupo desempeña un papel fundamental. Ante situaciones de debilidad, carencia o falta de adaptación, la dinámica de grupos ofrece un espacio privilegiado de tratamiento, ya que precisamente es a través de los grupos como adquirimos las habilidades básicas para la inclusión social.
El Trabajo Social con grupos parte de la experiencia grupal como fuente primaria de cambio. Las personas somos siempre seres grupales: grupos primarios (relaciones primarias estables) y grupos secundarios (relaciones impersonales y formales). Las características de los grupos evolucionan, adquiriendo nuevos matices en función de la innovación tecnológica, la globalización, la individualización de las relaciones y la emergencia de nuevos modelos de interacción social vinculados a Internet.
La perspectiva básica desde la que abordamos el estudio de la dinámica de grupos insiste en los procesos de inclusión social. El gran reto al que se enfrentan los ciudadanos del siglo XXI desde la perspectiva del TS con grupos es cómo lograr potenciar nuestras habilidades sociales y nuestras capacidades, para afrontar situaciones problemáticas en un mundo cambiante. Estamos inmersos en un proceso de adaptación permanente, con nuevas formas de comunicación virtual, y en el que las instituciones tradicionales (familia, mercado de trabajo, Estado de Bienestar…), se transforman de forma acelerada.
El objetivo de nuestra disciplina es afrontar situaciones de debilidad personal, problemáticas, a partir de la dinámica de grupos, como un eficaz mecanismo de capacitación que permite mejorar las habilidades necesarias para resolver los problemas, potenciando nuestra capacidad para interaccionar, para ofrecer y encontrar apoyo social en situaciones de incertidumbre.
Los planteamientos teóricos en las ciencias sociales a lo largo del siglo XX han ido abandonando, poco a poco, los esquemas duales (contraposición conflicto-consenso, debate individualismo-colectivismo…). Se ha producido un movimiento general que busca la integración y síntesis, con la finalidad última de explicar procesos sociales y psicológicos que se resisten a cualquier tipo de reduccionismo teórico.
El estructuralismo, junto con el funcionalismo, se constituyó en el paradigma teórico dominante en los años cincuenta y sesenta.
El estructuralismo se centra en la noción de estructura, entendida como conjunto de sistemas. Los elementos de la estructura sólo pueden entenderse en función de sus conexiones con otros elementos y con la estructura como tal.
Las estructuras posibilitan la acción personal, pero también la limitan.
El objeto de cualquiera de las ciencias sociales, incluido el TS con grupos, es aislar y describir las estructuras que una sociedad usa para percibir, relacionar e interpretar sus experiencias. El conjunto de estas estructuras es la “cultura”.
El funcionalismo toma como punto de partida de su análisis la irreductibilidad de la sociedad y de las instituciones sociales a las personas. Analiza las funciones referidas a las condiciones necesarias de existencia del sistema social: sostienen que para que sobreviva cualquier sistema social han de cumplirse ciertas funciones o necesidades (denominados “requisitos funcionales universales”).
A lo largo del siglo XX, el funcionalismo ha ejercido un papel dominante dentro de las ciencias sociales; la figura central de esta corriente fue Talcott Parsons, y en segundo lugar su discípulo Robert K. Merton.
La teoría general de la acción de Parsons (años cuarenta y cincuenta), intenta resolver la aporía entre el carácter estructurado de la acción y la irreductibilidad de ésta a los condicionantes externos. Los actores se encuentran inmersos en lo que denomina un “sistema de acción”: conjunto estructurado de pautas de acción, basadas en las variables patrón, que satisface una serie de necesidades básicas mediante determinadas funciones, y que está sometido a procesos de cambio en el tiempo.
El sistema general de la acción de parsoniano se compone de cuatro subsistemas:
El sistema social es sólo uno de los tres aspectos de la estructuración de un sistema total concreto de acción social. Los otros dos aspectos son los sistemas de la personalidad de los actores individuales y el sistema cultural que se establece en sus acciones. Cada uno de los tres sistemas ha de considerarse como un poco independiente de la organización de los elementos del sistema de la acción; a su vez, cada uno es indispensable para los otros dos, en el sentido de que sin personalidades y sin cultura no existiría ningún sistema social.
El concepto “sistema” es esencial en su obra, aunque no siempre lo utiliza en sentido único. Podemos diferenciar tres cuestiones fundamentales en torno a él: el sistema social es la estructura permanente que organiza la relación entre un actor y una situación; los sistemas sociales cambian de manera ordenada; en su teoría hay que destacar el papel que desempeña el concepto “funcion” como conjunto de actividades encaminadas a la satisfacción de las necesidades del sistema. Un sistema de acción sólo puede existir en la medida en que se satisfacen sus cuatro necesidades básicas (a las que corresponden cuatro clases de función):
Adaptación (A), consecución de objetivos (G), integración (I), y la estabilidad normativa que hace posible el mantenimiento de pautas (L)
Las relaciones que establecen entre sí estos cuatro elementos del esquema AGIL dan cuenta de los procesos de evolución y cambio.
El sistema social es el resultado de la integración de las unidades. Cuando el sistema social adquiere un carácter “persistente”, puede hablarse de “sociedad” propiamente dicha. Tal resultado de estabilidad y permanencia sistémico-social depende de unos prerrequisitos funcionales o garantías de cohesión en los tres órdenes reseñados (natural, personal-motivacional, cultural).
Merton elaboró una teoría funcionalista sobre la sociedad basada en las críticas a los principios erróneos del primer funcionalismo. Para ello, establece una distinción entre las funciones y las disfunciones. Y, junto a éstas, distinguía los elementos no funcionales: aquellos que carecen de importancia para un sistema social dado.
Al analizar las funciones introdujo dos conceptos: latente (una función latente es aquella que es NO intencionada) y manifiesta (función intencionada).
Esta categorización que permitió abordar el análisis de las transformaciones sociales, aportando una mayor complejidad y capacidad analítica a la teoría funcionalista.
Finalmente, integra en su teoría el concepto de “consecuencias no previstas”, que pueden llevar a que el resultado final sea opuesto a la intencionalidad de los actores sociales.
El análisis funcional debía partir, por lo tanto, del siguiente principio: existen varios niveles de análisis funcional (la sociedad en general, las organizaciones, las instituciones, los grupos).
Dificultad lógica insuperable de un razonamiento o de su conclusión