Portada » Lengua y literatura » Panorama del Teatro Español desde 1940: Evolución y Contexto
Tras la Guerra Civil, la situación en España era desoladora. La miseria y penuria que vivía el país, con millones de muertos y heridos y una población hambrienta, se agravó dramáticamente con la feroz represión de la dictadura militar (ejecuciones sumarias, encarcelamientos, censura). A esto se sumó la fuerte ideologización, sustentada en la Falange y el fascismo español, que se impuso sobre cualquier actividad cultural.
Este escenario, en el caso del teatro, se complicó aún más por los condicionamientos propios del género: un empresariado conservador, una crítica teatral ideologizada y un público acomodado y tradicional, perteneciente a los sectores sociales más favorecidos. Además, se sumó la desaparición de dramaturgos importantes como **Valle-Inclán** o **Lorca**.
Para muchos, la literatura del exilio superaba en calidad a la producida en el interior, con autores de la Generación del 27 como **Alejandro Casona** (La dama del alba, teatro poético y simbólico) o **Max Aub** (San Juan, mensajes políticos directos). Los años 40 fueron especialmente duros, marcados por la Guerra Civil y la II Guerra Mundial. El régimen de Franco buscaba afianzarse, eliminando cualquier vestigio republicano y observando con cautela lo que sucedía en el exterior.
En este contexto, surgieron autores que continuaron la línea de **Jacinto Benavente**, con un teatro burgués y conservador. Autores como **José Mª Pemán** (Cisneros) utilizaron la historia para exaltar los valores imperiales y el nacionalcatolicismo. Sin embargo, algunos de estos autores adoptaron posturas levemente críticas contra la moral burguesa, como **Calvo-Sotelo** (La muralla, años 50).
Paralelamente, surgió un teatro de humor más interesante, con dramaturgos del 27 como **Enrique Jardiel Poncela** (Eloísa está debajo de un almendro, 1940) y **Miguel Mihura**, quien, aunque había escrito Tres sombreros de copa en 1932, no la vio representada hasta 1952. Ambos autores ofrecieron un humor atrevido e innovador, rompiendo con los clichés tradicionales. **Mihura** se acercó a los postulados del teatro del absurdo (Ionesco, Beckett). Para triunfar, debieron adaptarse a los gustos de un público tradicional.
Esta evolución es evidente en **Mihura**, con obras como Melocotón en almíbar o El caso de la señora estupenda, comedias de evasión ingeniosas, pero sin el cuestionamiento de sus primeras obras.
En los años 50, la situación internacional permitió al régimen de Franco romper su aislamiento. Fue readmitido en la ONU, firmó acuerdos con la Santa Sede y con EEUU. La Guerra Fría convirtió a Franco en un aliado contra el comunismo, aliviando la presión sobre el régimen y esfumando las esperanzas de los exiliados. Esto coincidió con una recuperación industrial y el surgimiento del **teatro social** (o del “realismo social”).
Los autores de este movimiento apostaron por llevar a los escenarios los problemas de las clases más humildes, a veces con un mensaje que pretendía socavar los cimientos del régimen. **Alfonso Sastre** (Escuadra hacia la muerte, La taberna fantástica) fue encarcelado en varias ocasiones por su compromiso político. **Antonio Buero Vallejo** (Historia de una escalera, El tragaluz) desarrolló un teatro más denso y existencialista, incorporando elementos innovadores como la “técnica de la inmersión”.
A finales de los 50 y durante los 60, otros autores como **Lauro Olmo** (La camisa) abordaron temas como la emigración. Los años 60 fueron los del desarrollismo. España se integró cada vez más en el contexto de las democracias occidentales, aunque seguía siendo una dictadura con censura y falta de libertad de expresión. Los tecnócratas, a menudo relacionados con el Opus Dei, tomaron las riendas del régimen.
La emigración se intensificó hacia países como Francia y Alemania, mientras que España se convirtió en un importante destino turístico. Algunos exiliados comenzaron a regresar, y la literatura se abrió a nuevas influencias (Francia, EEUU, novelistas hispanoamericanos). El mundo se vio conmovido por eventos como la llegada del hombre a la luna o la guerra de Vietnam. Fue la época del mayo del 68 francés, de Los Beatles, del Madrid de las Copas de Europa y del “landismo”.
En este contexto de vitalidad e ilusión, el teatro mostró un cansancio del tema social y buscó otros caminos. Surgió el teatro “underground”, con figuras como **Antonio Gala** (teatro poético y ético, Anillos para una dama) y **Francisco Nieva** (teatro plástico y alegórico, Nosferatu).
En esta década, también destacó el teatro de **Fernando Arrabal**, cercano al surrealismo kafkiano (El laberinto) y al absurdo (Pic-nic). Su falta de reconocimiento en la España franquista lo llevó a París, donde alcanzó el éxito. Su caso es un ejemplo de teatro de “emigrados”, diferente al de los exiliados.
En los años 70, la muerte de Franco y la Constitución del 78 transformaron el país. La recuperación de las libertades abrió un nuevo marco para la expresión literaria, sin censuras ni límites. La construcción de un Estado autonómico descentralizado impulsó las lenguas catalana, gallega y vasca.
En estos años, destacaron los grupos de **teatro independiente**, sobre todo de origen catalán (Els Comediants, Els Joglars, Fura dels Baus), aunque también importantes en Andalucía o Madrid (Tábano). Inspirados en grupos de los años 60 en EEUU (Bread&Puppet), buscaron nuevos espacios para la creación teatral (parques, fábricas, castillos), atrayendo a un público nuevo. Concibieron el teatro como un espectáculo global de creación colectiva.
También en los años 70 y 80 surgieron autores de un teatro independiente que volvieron al texto firmado, replanteando temas sociales e históricos con humor, como **Alonso de Santos** (Bajarse al moro) o **Sanchis Sinisterra** (¡Ay, Carmela!). Este teatro se vio reforzado con la proliferación de las salas de teatro alternativo en los años 80 y 90.