Portada » Lengua y literatura » Panorama del Teatro Español Anterior a 1939: De la Crisis del 98 a la Guerra Civil
La pérdida de las últimas colonias españolas (el desastre de 1898) provocó que los intelectuales y políticos españoles tomaran conciencia de la crisis de España. El país iniciaría un periodo de decadencia en el siglo XIX, sucediéndose diversos regímenes políticos: la monarquía parlamentaria con Alfonso XIII, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil y el inicio de la dictadura de Franco.
Desde el punto de vista social, lo más significativo que vivió España fue unos años de tensiones y conflictos entre el mundo obrero, por una parte, y la patronal y el gobierno, por otra.
La economía española conoció un relativo progreso en ese periodo, pero siguió sin resolver sus numerosos problemas.
La cuestión educativa fue muy importante en las preocupaciones de los intelectuales y los políticos (un 65% de la población era analfabeta). Se creó el Ministerio de Instrucción Pública para encauzar la educación española y, además, se fundó la Residencia de Estudiantes.
La renovación que estaba triunfando en la narrativa y la lírica españolas, pretendiendo huir del realismo, no llegaba con la misma fuerza al teatro, en el que aún perduraba esa tendencia realista y las representaciones con estética y trasfondo románticos.
Se van a diferenciar, no obstante, dos vertientes dramáticas: la comercial, con el único objeto de entretener al público, y la renovadora, que contaba con muchos nuevos seguidores.
Estaba pensado para satisfacer a un público burgués; se trata de un teatro costumbrista, cómico o melodramático que evita los conflictos ideológicos. Pueden distinguirse temáticamente tres corrientes:
Se caracteriza por el realismo empleado en los diálogos y en los ambientes. Contiene una crítica suave contra las costumbres y creencias de la clase alta. Su autor más representativo es Jacinto Benavente.
Adquiere una inclinación musical y su temática es de carácter fantástico o histórico, exaltando los valores y mitos nacionales, mirando al pasado con nostalgia. Los principales autores son Eduardo Marquina (Las hijas del Cid) y Francisco Villaespesa (La leona de Castilla).
Se basa en la presentación de costumbres y tipos populares a la manera de los sainetes del siglo XVIII o la zarzuela del siglo XIX. Los autores más representativos son Carlos Arniches (El santo de la Isidra), los hermanos Álvarez Quintero (Malvaloca) y Pedro Muñoz Seca (La venganza de don Mendo).
Pese a contar con menos espectadores y menos autores, llevó a cabo innovaciones en la temática y en las técnicas representativas que serían determinantes para el teatro posterior, ya cercano a las vanguardias. Los autores más representativos son Valle-Inclán y García Lorca.
Entre la veintena de obras dramáticas que escribió Valle-Inclán destacan: Comedias Bárbaras, Divinas palabras (que se desarrollan en el ambiente rural gallego), las farsas (que muestran ya la deformación caricaturesca propia del esperpento, distorsionando la palabra para degradar y ridiculizar la corte de Isabel II) y los esperpentos (donde, en Luces de bohemia, nos muestra una visión caleidoscópica y esperpéntica de la vida madrileña y española de la época).
Las obras dramáticas de García Lorca están dotadas de un profundo sentido trágico y, a la vez, lírico. Toca temas como la frustración personal y vital, el deseo insatisfecho… Todos estos problemas se convierten en generadores del conflicto individual o social y de la misma acción dramática. En las obras lorquianas, la mujer es su protagonista relevante. Cultivaba las farsas (La zapatera prodigiosa), el drama histórico (Mariana Pineda, donde aúna amor y política), el teatro vanguardista (El público, donde indaga en la accidentalidad amorosa) y las tragedias rurales (La casa de Bernarda Alba, su mejor obra, con lenguaje sobrio y descarnado, de gran fuerza expresiva y extraordinaria eficacia dramática).
En España, Jacinto Benavente toma el relevo de Echegaray y su teatro posromántico. Sus obras dominan los escenarios españoles del primer tercio del siglo XX, siendo el autor más valorado por el público de su tiempo. Su mejor teatro es el de la primera etapa, supone una ruptura con el posromanticismo, incorporando el teatro realista a la escena española. Es un teatro en prosa con estilo naturalista y las obras divididas en tres actos, acorde con la tendencia de otros autores del momento. Los críticos de su obra coinciden en destacar su triple condición de satírico, crítico implacable y analista sutil de la sociedad, así como su dominio pleno de los recursos formales de la construcción de la pieza teatral. Una de sus obras más conocidas es Los intereses creados.