Portada » Lengua y literatura » Panorama de la Literatura y el Teatro Español: Siglos XX y XXI
A finales del siglo XIX, el Desastre del 98, que significó la pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba y Filipinas, generó malestar y pesimismo en la población. Las primeras décadas del siglo XX estuvieron marcadas por la precariedad económica y social, el analfabetismo y las políticas caciquistas, bajo el reinado de Alfonso XIII y la dictadura de Primo de Rivera. En este contexto, surgió el regeneracionismo, un movimiento de jóvenes intelectuales que buscaban renovar la política y la sociedad españolas sin perder la esencia y la tradición del país. Este período también estuvo marcado por una crisis de fin de siglo, caracterizada por un estado de ánimo pesimista y melancólico entre los escritores, influenciados por filósofos existencialistas como Kierkegaard, Nietzsche y Schopenhauer.
El Modernismo y la Generación del 98 surgieron simultáneamente como reacciones a la crisis que enfrentaba España, pero difieren en sus enfoques y estilos. Mientras los noventayochistas buscaban soluciones prácticas para los problemas del país, los modernistas preferían evadirse en mundos imaginarios. El Modernismo, de origen hispanoamericano, se centra en la belleza formal y utiliza un lenguaje preciosista, mientras que la Generación del 98, autóctona de España, adopta un estilo más sencillo y reflexivo, con énfasis en la tradición clásica. Aunque existen diferencias marcadas, algunos autores transitaron de un movimiento a otro. En la actualidad, se tiende a considerar a ambos grupos como parte del movimiento literario de fin de siglo, reconociendo las interconexiones y evoluciones entre ellos.
El Modernismo, originado en Hispanoamérica y liderado por José Martí, se introdujo en Europa a finales del siglo XIX. Inspirado en el parnasianismo y el simbolismo franceses, se destacó por su énfasis en la evasión hacia mundos exóticos y la fantasía, así como por su lenguaje sensorial y preciosista. Sus autores recuperaron la métrica marcada y la rima consonante, transmitiendo sensaciones sensoriales y utilizando un léxico exuberante.
En España, algunos escritores modernistas notables, como Antonio Machado y Valle-Inclán, más tarde se integraron en la Generación del 98. Rubén Darío, considerado el maestro del movimiento, destacó con obras como «Azul» y «Prosas profanas», que reflejaban la influencia francesa y española. En su etapa madura, como en «Cantos de vida y esperanza», abordó temas existenciales y criticó el poder estadounidense mientras enaltecía el pasado hispánico. Sin embargo, enfrentó dificultades personales debido al alcoholismo.
La Generación del 98, marcada por el desastre de 1898 y el regeneracionismo, se distingue por su enfoque en España y su estilo sobrio inspirado en la tradición española. Autores como Unamuno, Baroja, Azorín, Valle-Inclán y Antonio Machado se destacan por sus obras que reflejan la esencia y los problemas de España, con un lenguaje sencillo y natural.
Antonio Machado, poeta destacado de esta generación, comenzó con un modernismo influenciado por Bécquer, pero luego se integró en la Generación del 98. Su obra cumbre, «Campos de Castilla», refleja su inconformismo social y su crítica a la situación de Castilla. Más tarde, adoptó un tono reflexivo en «Nuevas canciones», mientras que sus últimos poemas abordan la Guerra Civil.
Machado también incursionó en el teatro y compartió escritos con su hermano Manuel. Exiliado en Francia por sus convicciones republicanas, falleció en 1939, dejando como último verso: «Estos días azules y este sol de la infancia».
En las primeras décadas del siglo XX, España enfrentó una crisis caracterizada por la precariedad económica y social, el analfabetismo y las políticas caciquistas. Este período estuvo marcado por el reinado de Alfonso XIII, seguido por la Dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) y la proclamación de la Segunda República, que fue interrumpida por el estallido de la Guerra Civil.
A principios del siglo XX, los escritores del realismo y naturalismo, como Galdós, Clarín, Valera y Pardo Bazán, continúan escribiendo, aunque ya no alcanzan la misma prominencia. Vicente Blasco Ibáñez es una excepción, con influencia naturalista en sus primeras obras, como «Cañas y barro» (1902).
Surge la Generación del 98, compuesta principalmente por novelistas y ensayistas, que buscan regenerar España y abordar la situación social y económica del país. En 1902, se publican obras clave que marcan esta renovación, como «La voluntad» de Azorín, «Camino de perfección» de Pío Baroja, «Amor y pedagogía» de Unamuno y «La Sonata de otoño» de Valle-Inclán, esta última con influencias modernistas.
Estos escritores introducen cambios significativos en comparación con el realismo, como la fragmentación del argumento, el rechazo al realismo del siglo XIX y la búsqueda de expresar los conflictos internos de los personajes en lugar de retratar la realidad externa de manera mimética.
Azorín (José Martínez Ruiz) (1873-1967) es conocido por sus novelas que se asemejan mucho al ensayo, centradas en la melancolía por el paso del tiempo y la búsqueda de la eternidad del instante, influenciado por la idea del eterno retorno de Nietzsche. Sus obras son impresionistas, con poca acción y profundamente reflexivas, marcadas por la abulia y los conflictos existenciales. Sus novelas más influyentes fueron las primeras, como «La voluntad» (1902), «Antonio Azorín» (1903) y «Las confesiones de un pequeño filósofo» (1904), todas protagonizadas por el personaje que le dio su seudónimo.
Valle-Inclán (1866-1939) comenzó como modernista, destacando con «Sonatas», cuatro novelas breves protagonizadas por el Marqués de Bradomín. Luego se integró en la Generación del 98, sobresaliendo con trilogías históricas como las Guerras Carlistas y El Ruedo Ibérico, así como con obras como «Tirano Banderas», donde critica las dictaduras hispanoamericanas y se acerca al esperpento.
Miguel de Unamuno (1864-1936) fue una figura influyente en la vida pública, con ideas cambiantes y contradictorias. Como miembro del 98, plasmó las preocupaciones sobre la situación de España y exploró temas filosóficos y existenciales en sus novelas, como «Niebla» (1914) y «San Manuel Bueno, mártir» (1931), entre otras.
Baroja (1872-1957) estudió Medicina pero se dedicó a la escritura y la política. Como autor del 98, criticó la situación de España en sus novelas, reflejando el sufrimiento existencial y la angustia de sus personajes, influenciado por filósofos como Nietzsche, Kant y Schopenhauer. Sus obras son conocidas por su acción ininterrumpida, abundancia de diálogos filosóficos y su estilo pesimista y escéptico, destacando trilogías como «La lucha por la vida» y «La raza», y obras como «El árbol de la ciencia» (1911).
Dentro del novecentismo o generación del 14, destacan dos novelistas: Ramón Pérez de Ayala, conocido por obras como «A.M.D.G» (1910), «Belarmino y Apolonio» (1921) y «Tigre Juan» (1926), y Gabriel Miró, cuyas novelas se caracterizan por una prosa pausada y rica en detalles, como «Las cerezas del cementerio» (1910), «Nuestro padre San Daniel» (1921) y «El obispo leproso» (1926).
En los años veinte, surge una producción novelística ligada a las vanguardias, donde destacan autores como Ramón Gómez de la Serna, Benjamín Jarnés y Enrique Jardiel Poncela, este último más conocido por su producción teatral.
Además, otros autores renovadores de las primeras décadas del siglo XX incluyen a Wenceslao Fernández Flórez, Eduardo Zamacois y Felipe Trigo.
El teatro durante esta etapa se desarrolla en un período histórico de transición en España, tras el fin de la dictadura de Franco. A pesar de la competencia de otros medios de entretenimiento, el teatro sigue siendo relevante gracias al apoyo de instituciones públicas y la diversificación de opciones teatrales. Se destacan producciones clásicas, obras contemporáneas de autores españoles, teatro costumbrista popular y compañías independientes en salas alternativas. Además, nuevas formas como los musicales y los monólogos han contribuido a revitalizar el panorama teatral.
En los años 70, el teatro ve un retorno a narrativas más convencionales, enfocándose en conectar con el público y contar historias de manera más tradicional. Destacan autores como Francisco Nieva, Fernando Arrabal y Fernando Fernán Gómez. Nieva y Arrabal combinan obras tradicionales con otras más vanguardistas, mientras que Buero-Vallejo presenta obras innovadoras como «La fundación» (1974). Fernán Gómez aborda temas como la Guerra Civil en «Las bicicletas son para el verano», con una perspectiva realista y crítica. Además, surgen grupos de teatro independientes y experimentales, como Els Joglars y Els Comediants, explorando diversas formas de expresión escénica. Destaca también el impacto del espectáculo de La Castañuela, que se convierte en un símbolo de resistencia ante la censura durante los últimos años de la dictadura.
En las décadas de los 80 y 90, el teatro español experimentó varias tendencias:
José Luis Alonso de Santos, nacido en Valladolid en 1942, es una figura destacada del teatro español. Su carrera abarca múltiples roles, desde dramaturgo y director hasta profesor y ensayista.
En sus más de 50 obras, Alonso de Santos aborda conflictos existenciales y críticas sociales con un enfoque humorístico y tierno. Sus obras pueden clasificarse en tres grupos:
Además de su producción teatral, Alonso de Santos ha realizado versiones de clásicos y recibido premios importantes, como el Nacional de Teatro y el Max honorífico. También incursionó en la novela, la narrativa infantil y la escritura de guiones televisivos.