Portada » Español » Novela existencial de los años 40
LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 a 1975. TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS PRINCIPALES.
El panorama cultural de la posguerra es prácticamente desértico, dado que gran parte de la
intelectualidad se había visto obligada a exiliarse y que la censura era bastante dura. No
obstante, desde los años 40 a los 60 se observa una progresiva apertura que permitirá la
expresión más o menos crítica de sucesivas generaciones de autores. En primer lugar debemos
destacar la narrativa del exilio, que se nutríó de la nostalgia por la patria perdida y el dolor por
la contienda. Destacamos a Max Aub o a Ramón J. Sénder, con Réquiem por un campesino
español. Ya en España, la censura y la autocensura impidieron el desarrollo normal de la
narrativa. Al margen de los géneros de evasión y de los de corte realista más tradicionales,
tendremos que irnos a los años 40 para que veamos surgir tres grandes autores que se
centrarán en historias individuales de extremada crudeza, dentro de lo que se ha venido en
llamar el Realismo TREMENDISTA. Se trata de un estilo que pone el acento en los aspectos
más sórdidos y desagradables de la realidad, pero evitando referencias sociohistóricas
concretas para no chocar con la censura del momento. Carmen Laforet destaca con Nada,
donde se plantea el conflicto existencial de una joven universitaria en el ambiente asfixiante
de la posguerra en Barcelona. De Miguel Delibes podemos mencionar La sombra del ciprés es
alargada. Se trata de un autor de estilo sobrio y personajes universales, gran defensor de la
naturaleza y figura clave en la novela de la segunda mitad del Siglo XX. Por su parte, Camilo
José Cela escribe la obra que mejor representa esta etapa, La familia de Pascual Duarte, que
retrata la crudeza y deshumanización de la España rural a través de la historia de un
campesino condenado a muerte por delitos de sangre, entre ellos, el asesinato de su propia
madre.
Los AÑOS 50 asisten al florecimiento de la novela social. Al igual que en la poesía, se produce
un paso del yo al nosotros; las novelas se centran no en el conflicto particular de un
protagonista individual, sino en los problemas de un conjunto de personajes. Algunas de ellas
son novelas de protagonista colectivo (también llamadas novelas corales), como La Colmena,
de Camilo José Cela. Aunque difíciles de distinguir en la práctica, se suele hablar de dos
corrientes dentro de esta escuela. Una primera sería el objetivismo, de la que El Jarama de
Sánchez Ferlosio sería su máximo exponente. Se trata de la recreación de una merienda en el
río de un grupo de jóvenes burgueses. Lo trivial de sus conversaciones se convierte en una
crítica a la adormecida sociedad española que veinte años antes había luchado en ese mismo
lugar. En general, en las novelas que aquí se incluyen desaparece la voz del narrador, que se la
cede a los personajes. Algunos novelistas, más audaces, optan por el Realismo crítico, que
pretende agitar las conciencias y denunciar las injusticias sociales. De entre las obras de este
decenio recordamos La Colmena de Camilo José Cela, El camino de Miguel Delibes o Pequeño
teatro de Ana M. Matute. Los conflictos sociales son el eje central de muchas de estas novelas,
en las que el estilo, con frecuencia, se vuelve deliberadamente coloquial, como forma de
acercarse al habla viva, y los personajes dejan de ser burgueses o universitarios sino
campesinos u obreros.
A PARTIR DE LOS 60, se produce una superación del Realismo. En 1962 se publica Tiempo de
silencio de Luis Martín Santos y La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Con estas obras
se inicia una nueva forma de narrativa, mucho más preocupada por los aspectos formales
(estilo, cuidado de la estructura, etc.
). Esta nueva narrativa implica transformaciones en todos
sus elementos: acción (la trama pierde importancia), personajes (personajes individuales
complejos), punto de vista múltiples, estructura, diálogos, descripciones, aparición del
monólogo interior, etc. Que se ven alterados por la adopción de nuevas técnicas que difuminan
los límites entre los géneros. También se ha denominado a esta línea narrativa novela
experimental que se desarrollará plenamente en los años 70. En esta corriente hay que señalar
las obras de Juan Goytisolo (Señas de identidad, que pretende reflejar el caos vital del
protagonista), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario, un monólogo que una mujer dirige a su
marido muerto) o Juan Benet (Volverás a Regíón, donde Regíón es un lugar imaginario,
símbolo de una España en ruinas). Sin embargo, el furor experimental estaba condenado a la
extinción por su propia virulencia.
La vuelta a la normalidad llegó en 1975 con uno de los escritores de más prestigio hoy en día,
Eduardo Mendoza, con su primera novela La verdad sobre el caso Savolta. Se recupera el gusto
por las trama argumental, por los personajes nítidos, por el tiempo convencional, etc. No
obstante, la experimentación no ha transcurrido en vano y el autor posee una gran libertad de
recursos: perspectivismo, inclusión de textos no literarios, ironía, parodias, reivindicación de
subgéneros como la novela negra, histórica, el folletín, etc.