Portada » Filosofía » Norma moral que coincida con la norma jurídica
1 La ética como respuesta a la pregunta qué debo hacer Según el filósofo Inmanuel Kant, como vimos en las unidades 2 y 7, tres son las grandes preguntas de la filosofía: qué puedo conocer, qué debo hacer y qué me cabe esperar. Además, podemos distinguir dos actividades en el uso de nuestra razón según respondan a las dos primeras preguntas: la raciona- lidad teórica y la racionalidad práctica.
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2.2. Conciencia Si la conciencia es el conocimiento que el ser humano tiene de su exis- tencia y de su pensamiento (véanse unidades 6 y 7), la conciencia mo- ral es el conocimiento que el ser humano tiene de la corrección o in- corrección de sus actos de acuerdo con los valores morales asumidos. La conciencia moral se percibe a veces como una voz interior que juzga nuestras acciones y las de los demás tomando nuestros valores como crite- rio. Aunque las normas y valores socialmente aceptados reprueben o bendi- gan tal o cual acto, es en última instancia la autoridad intima y personal de la propia conciencia la que emite el último veredicto. Mi conciencia es un tribunal inapelable porque es el ültimo, pero no in- falible, porque está expuesto al autoengaño, el egoísmo y la presión social. Por tanto, no tenemos más remedio que guiarnos por nuestra conciencia, pero, a la vez, eso no nos garantiza que estemos actuando rectamente.
3.1. Objetivismo y subjetivismo moral Una vez que hemos visto cl papel del valor como origen y criterio de las normas morales, surge la pregunta sobre el origen y la validez de los valores: Jos valores tienen un origen objetivo y, por tanto, son universalmente validos bien tienen un origen subjetivo y, por tanto, no son universalmente välidos? Veamos las dos posturas fundamentales ante esta disputa, objetivismo y subjetivismo. Objetivismo Según el objetivismo, los valores son realidades objetivas, universales. Permanentes. Son estimables por si mismos, independientemente de que los humanos los apreciemos o no. O si? Si la vida es un valor, lo será con independencia de que las personas no la estimen o no la respeten. Si en algunas épocas y lugares los seres humanos se matan unos a otros, no es porque la vida no tenga valor, sino porque somos ignorantes y aun no hemos descubierto el valor de la vida o porque somos libres para respetarlo o no. Esta postura, llevada al extremo, puede conducir al dogmatismo que considera que solo hay unos determinados valores verdaderos que nos con- ducen a rechazar los demás como falsos o malos. Subjetivismo Según el subjetivismo, los valores no existen independientemente de nosotros, los sujetos: somos nosotros los que determinamos qué es un valor y qué no. Los valores existen solo porque los seres humanos los consideramos como tales; por ello, pueden reflejar nuestras aprecia- ciones subjetivas, nuestros deseos, intereses y circunstancias. En este caso, la vida no es un valor por sí misma, sino porque los seres hu- manos consideramos que lo es. Somos nosotros quienes la apreciamos y por eso se convierte en valor moral. De esta manera, cada cultura o época genera sus propios valores; esto explica que puedan ser tan diversos, porque sus circunstan- cias y prioridades son también diversas. Hay sociedades donde, por ejemplo, la comunidad es más importante que el individuo y otras donde es al revés. Esta postura, Illevada a su extremo, puede conducir al relativismo) que consiste en afirmar que cada cultura, cada época e incluso cada persona crea su propio código moral y que todos esos códigos son igualmente válidos.
4.2. La búsqueda de la felicidad: Aristóteles Aristóteles (siglo IV a. C.) considera, como Sócrates, que el fin de toda ac- ción es un bien, pero pone el acento en un bien que buscamos en si mismo: la (elicidad) En efecto, mientras que hay bienes que lo son en función de un bien supe- rior (por ejemplo, un medicamento es un bien al servicio del bien superior de la salud), la felicidad es el bien superior que buscamos a través de los de- más bienes. Esta teoría se denomina cudemonismo . Ahora bien, ¿cómo se consigue la felicidad? Según Aristóteles, viviendo de acuerdo con nuestra naturaleza. Igual que el caballo será feliz si vive como un caballo, el ser humano será feliz si vive de acuerdo con su naturaleza. Por tanto, antes de definir qué es el bien y el mal, hay que definir nuestra (naturaleza. Y, al ser nuestra naturaleza animal, racional y política, como vimos en la unidad anterior, nuestra finalidad es satisfacer nuestras necesidades físicas y vivir como seres racionales en una comunidad política. Todo lo que conduzca al ser humano al logro de sus propios fines naturales es bueno, y todo lo que lo aparta de ellos, malo. Por tanto, necesitamos vestido, hogar, familia, libertad.., pero, sobre todo, conocimiento y sabiduría, porque lo específicamente humano y lo más importante en él no es lo animal, sino lo racional. Para lograr actuar de esa manera y alcanzar la felicidad, el ser humano debe emplear dos facultades: el entendimiento y la voluntad. Con el entendimiento encontramos la manera correcta de actuar y con la voluntad la ponemos en práctica. Esa manera correcta de actuar de acuerdo con nuestra naturaleza para alcanzar la felicidad es la virtud. Según Aristóteles, «la virtud es un hábito o disposición a hacer el bien que se adquiere con la práctica». La razón define la virtud como un término medio entre los vicios de los extremos. Cuando el entendimiento encuentra el modo de actuar equilibra- do que evita los extremos, la voluntad ha de practicar ese término medio con frecuencia.
4.4. El utilitarismo El utilitarismo, defendido por autores como Jeremy Bentham (AVII-XIXI o John Stuart Mill (Siglo XIX), ofrece una proyección social al he donismo busca lo provechoso o útil para todos y no solo lo placenter parí el indi. LEl utilitarismo es una ética de mínimos, porque busca el bien coman, mientras que el hedonismo es una ética de máximos, ya que persigue el bien individual, aunque ambas son éticas eudemonistas. El utilitarismo afirma que una acción es buena cuando sus conse- cuencias son útiles para el mayor número de personas y mala cuan- do sus consecuencias no lo son, entendiendo por útil aquello que satisface nuestras preferencias y nos proporciona felicidad Se trata, por tanto, de una ética eudemonista como el epicureísmo, pero, a diferencia de este, no entiende la felicidad como algo personal, sino como el bien común.
4.5. El emotivismo: Hume Hasta ahora hemos estudiado teorías morales cognitivistas, según las cua- les nuestra razón puede distinguir entre actos buenos y malos. Ahora vamos estudiar la ética emotivista de David Hume (Siglo XVIII), según la cual nuestra razón no puede distinguir entre actos buenos y malos porque bien mal no son cualidades objetivas de los actos. Lo que llamamos bien y mal es, según Hume, la aprobacióno desaprobación que mis emociones y sen- timientos hacen de ciertos actos. Según el emotivismo, las acciones no son en sí buenas o malas; su va- loración moral procede de los sentimientos del sujeto. Si observo, pongamos por caso, a dos personas apaleando a otra, percibo movimientos y gritos, pero no percibo el bien o el mal de esa acción. Mi razón se limita a entender qué ocurre y son mis sentimientos los que lo desaprueban. Si el bien fuese una cualidad que el entendimiento puede percibir, habría que concluir que los malvados están faltos de entendimiento, cuando en realidad están faltos de sentimientos. Por eso, absolvemos al demente, pero no al cruel. Actividad
5 Principales teorías éticas sobre la justicia No Del mismo modo que todo individuo busca el bien, toda sociedad busca la justicia, que es el bien de todos. Por eso hablamos de éticas del bien (o de máximos) y éticas de la justicia (o de mínimos). La ética del bien es una ética mersonal y la ética de la justicia es una ética social. De ahí que la justicia sea considerada una virtud ético-política. Aquí vamos a estudiar a dos autores contemporáneos que ofrecen una propuesta de ética publica a partir de la ética racional kantiana: el estadou- nidense John Rawls y el alemán Jürgen Habermas. Aunque Kant, según veía- mos, considera la ctica un asunto de reflexión individual, ambos autores la trasladan al ámbio social a través del diálogo, que es la esencia de la convi- vencía en una sociedad democrática como la nuestra. 5.1. La teoría de la justicia de Rawls No El filósofo norteamericano John Rawls ofrece un modelo de ética pública basado en el consenso y el diálogo para hallar un concepto de justicia váli- do para todos. Según Rawls, los principios de la justicia deben ser elaborados por sus propios destinatarios, porque son los que luego se van a someter a ellos y porque están dotados del sentido de la justicia. Para ello establece un procedimiento de diálogo muy peculiar que él de- nomina velo de la ignorancia: los participantes en el diálogo han de de- terminar qué principios de justicia deben regir la sociedad de la que van formar parte, pero desconociendo sus carácterísticas personales (sexo, raza, cociente intelectual, estatus social…). En efecto, si antes de ser arrojados a una sociedad concreta, desconocemos qué ventajas o desventajas personales va a tener cada cual para desenvolverse (si será hombre o mujer, sano o enfermo, con mayor o menor cociente inte- lectual…), seguramente seamos capaces de acordar unos mínimos exigibles. De este modo, podríamos asegurarnos de que no seremos castigados por na- cer con ciertas ventajas, pero que tampoco seremos abandonados a nuestra suerte si nacemos con ciertas desventajas o las sufrimos a lo largo de la vida.
Vocabulario
TEMA 7:Alma, espíritu y mente: se trata de tres con- ceptos que se refieren a la dimensión racional del ser humano, pero con diferentes connotaciones.