Portada » Filosofía » Nietzsche: Realidad, Concepto y Superhombre – Filosofía
Según Nietzsche, los conceptos:
Por ello, cuanto más elevados y sublimes pretenden ser los conceptos de la razón, menos significado poseen; o, lo que es lo mismo, más “mentirosos” resultan. Por tanto, el concepto supremo de la cultura y la filosofía occidental, el concepto de “Dios”, es también el concepto más vacío, ficticio y vano (Nietzsche era ateo).
Nietzsche, como antropólogo, es un psicólogo innovador, que anticipa conceptos y planteamientos posteriores de la psicología del siglo XX, como el psicoanálisis y la psicología del potencial humano.
Su teoría acerca del hombre parte de una crítica radical de la concepción moderna del hombre como sujeto del conocimiento (presente en Kant). Con esta crítica, se opone a la concepción egológica de la filosofía moderna, inaugurada por Descartes y consolidada por Kant.
Está de acuerdo con Kant en que no existen leyes lógicas de las cosas, pero, según Kant, el ‘Yo’ humano, al construir objetos, proporciona las categorías necesarias para conceptualizar el mundo.
Nietzsche rechaza tanto la posición (respecto al sujeto de conocimiento) de Kant (su “Yo” universal) como la de Descartes (su “Yo” individual y concreto), oponiéndose a ambos principios egológicos.
Contra Descartes: Señala que la conciencia no es el origen de los pensamientos, y que cuando la conciencia o el “yo” creen dar órdenes, realmente están ejecutando las que les dicta el inconsciente.
Contra Kant: Nietzsche niega que exista un “Yo” universal; para él, solo existen “yo” individuales e históricos, que son distintos entre sí en función de las épocas, las circunstancias, las perspectivas, …
En contra de las ideas de la unidad del “yo” individual de Descartes, y del “Yo” universal de Kant, Nietzsche defiende una doble pluralidad:
Para Nietzsche, la supuesta unidad del “yo” es una unidad meramente superficial, bajo la cual aparece una diversidad de motivos inconscientes (sensaciones, pensamientos, emociones, …). A su vez, el sujeto supone una multiplicidad subyacente (pluralidad intraindividual).
La personalidad de cada individuo no es más que una máscara que va mostrando los múltiples personajes que virtualmente somos.
Nietzsche defiende que cada individuo existe y se constituye mediante sus personajes, máscaras o roles.
Un rol es un tipo de comportamiento social que la sociedad exige de cada uno de nosotros. Por tanto, no es más que un conjunto de esquemas sociales interiorizados, que suministran a cada individuo una especie de guión de acuerdo con el cual tendemos a comportarnos.
Según Nietzsche, todo individuo debe reconocerse a sí mismo como un simple actor, y asumir esa condición de actor que cambia siempre de personaje, y aprovecharlo para vivir muchas vidas diferentes.
Ese creador de nuevos roles es el ser humano “activo” y afirmativo, que sabe que es un actor, y quiere ser y comportarse como tal. Es decir, es un ser humano que se autoafirma en su rol propio.
Para Nietzsche, el proceso que lleva hasta el “superhombre” es un proceso de transformación y superación, que consta de varios pasos, simbolizados en su obra ‘Así habló Zaratustra’ por medio de tres figuras metafóricas:
Según él, a lo largo de este proceso, el espíritu del hombre sufre tres metamorfosis: Se convierte en camello; luego el camello se convierte en león; y, finalmente, el león se convierte en niño, apareciendo en este momento el “superhombre”, y produciéndose “un nuevo comienzo”.
En la obra “Genealogía de la moral”, Nietzsche estudia la historia del pensamiento moral, desde la Antigua Grecia hasta el mundo occidental, buscando explicar cómo se han gestado y cómo han llegado a predominar los valores establecidos que constituyen la moral convencional de nuestra cultura.
Para Nietzsche, los valores de la cultura occidental son valores de decadencia, vinculados a la “moral de esclavos”; por tanto, la cultura occidental representa una época de decadencia en la historia del pensamiento moral.
A esa época de decadencia, se contrapone una época originaria (representada por la tragedia griega), en la que predomina la “moral de señores”, cuyos valores representan el sentido auténtico de la vida.
El proceso a través del cual se pasó de la época originaria (moral de señores) a la época de decadencia (moral de esclavos) es la ‘inversión de los valores’. Por tanto, los valores establecidos en la moral convencional de nuestra cultura se han gestado y han llegado a predominar a través de esta inversión.
Según Nietzsche, como estos valores son de decadencia, es necesario llevar a cabo un proceso opuesto a la ‘inversión de valores’, que devuelva al pensamiento moral a un nivel equivalente al de la época originaria.
Los valores de la moral de señores, que predominó en la época originaria, eran valores favorables a la vida.
Para Nietzsche, la cultura griega representa la prueba de que es posible aceptar nuestra condición de seres mundanos y afirmar gozosamente la vida incluso en sus aspectos más dolorosos.
Los valores que constituyen la moral de señores, entre otros, son:
La aceptación del devenir es imprescindible a la hora de aceptar nuestra condición de seres mundanos, y, aceptándolo, aceptamos que nuestra vida es temporal (tiene principio y fin). Si se acepta la muerte, no se necesita buscar consuelo en un supuesto “más allá”. Pero, quien no acepta el devenir, se refugia en la esperanza de un “más allá”, despreciando el mundo y negando la vida.
Los valores de la moral de esclavos, que predomina en la época de decadencia, son valores contrarios a la vida, y, por tanto, opuestos a los de la moral de señores:
Según Nietzsche, los valores de la “moral de señores” hacen que la vida crezca y aumente, mientras que los valores de la “moral de esclavos” hacen que mengue y se debilite.