Portada » Psicología y Sociología » Motivación Humana: Tipos, Teorías y Respuestas a la Frustración
Los motivos son, según la definición tradicional, las causas, factores o impulsos internos que mueven a un sujeto a la ejecución de una conducta. En relación con la motivación, los psicólogos distinguen tres términos que a veces se confunden: necesidad, impulso y objetivo.
Por ejemplo, después de varias horas sin comer y beber, el organismo requiere reponer ciertas sustancias necesarias para su correcto funcionamiento.
La clasificación clásica de los motivos, propuesta en primer lugar por Hull y después aceptada por un gran número de psicólogos, distingue entre impulsos primarios y secundarios.
Por regla general, se ha venido aceptando el postulado de Maslow en el sentido de que los motivos sociales o secundarios no impulsan la conducta de los individuos si antes no se encuentran cubiertas sus necesidades primarias.
Desde los tiempos remotos de la filosofía griega han existido teorías sobre los motivos humanos. Cada escuela ha procurado explicar la motivación desde sus supuestos teóricos generales. Esa actitud ha dado lugar a una proliferación de teorías diversas, sin que exista una concepción unánimemente aceptada.
También conocida como teoría del equilibrio (homeostasis), tiene una inspiración netamente biológica. El concepto de «homeostasis» o recuperación del equilibrio interno fue utilizado primeramente, en el campo de la biología, por Claude Bernard, quien, tras comprobar la constancia del nivel medio de glucosa del organismo pese a sus múltiples intercambios energéticos con el medio, generalizó este descubrimiento y formuló la ley según la cual todo organismo tiende a mantener la estabilidad de su medio interior. El psicólogo conductista Clark Hull aplicó el concepto de homeostasis a la explicación de la conducta humana.
Formulada por Henry Murray, entiende el concepto de necesidad en un sentido menos ligado a la biología que Hull, incluyendo en él también, y sobre todo, las necesidades de origen social. Murray sostiene que el impulso fundamental de la conducta humana no es biológico, sino lo que él llama motivación de logro, es decir, el afán por vencer los obstáculos y alcanzar los objetivos propuestos.
Mientras un impulso es lo que desde dentro empuja al sujeto a la acción, el incentivo es lo que desde fuera le atrae para que realice esa acción. Por lo general, las llamadas teorías del incentivo ponen el acento en el valor hedónico de las conductas, es decir, como medio para la obtención de placer o evitación de dolor. Este valor actúa independientemente de la reducción de la necesidad biológica. Las experiencias clásicas más citadas de motivación por incentivo fueron realizadas por James Olds en los años 50. Tras localizar los centros cerebrales del placer en el hipotálamo, este psicólogo ideó un sistema por el que las ratas podían aprender a estimularse.
Freud distinguió dos grandes clases de pulsiones: sexuales y de autoconservación, aunque más tarde las englobó como libido (ahora rebautizada como Eros) y acabó imponiéndose al instinto de muerte o Tánatos. El mecanismo de la motivación en Freud se asemeja bastante al expuesto en la teoría homeostática: una necesidad psicológica, la búsqueda del placer, se ve coartada por la represión.
Pueden entenderse como una variación de la teoría homeostática en que la pérdida inicial de la homeostasis se reinterpreta como disonancia cognitiva. Esta disonancia origina un impulso a eliminarla que conduce a la acción. León Festinger realizó a finales de los años 50 una serie de estudios sobre la relevancia en la conducta humana de la reducción de disonancia cognitiva. Cuando hay conflicto entre lo que se piensa y la forma en que se actúa, generalmente uno termina sacrificando sus propias creencias o reelaborándolas para eliminar la contradicción.
La psicología humanista considera que los motivos vienen determinados por la tendencia a la autorrealización personal que manifiestan los seres humanos. El representante más conocido de esta tendencia es Abraham Maslow. Según su teoría, existe una disposición innata hacia el desarrollo de la maduración personal. Jerarquizó las motivaciones en varios niveles diferentes. No todos los seres humanos, sin embargo, consiguen alcanzar una vida plena y feliz, ya que muchos se quedan anclados en niveles inferiores por culpa de la presión social o de la incapacidad para comprender el sentido último de la existencia. De esa manera, tales personas interrumpen su maduración y su crecimiento psicológico, llevando una vida insatisfecha o, cuanto menos, no colmada plenamente.
La frustración es el resultado de un proceso motivacional que, en virtud de deficiencias, obstáculos o conflictos, no llega a completarse. Se puede dar debido a tres causas:
La relación entre frustración y agresividad es uno de los temas clásicos de discusión en psicología. Las distintas teorías psicológicas dan tres tipos de respuesta a esta cuestión:
La frustración (al menos en un cierto grado) es un hecho universal, pero no todo el mundo responde a ella de la misma manera. Podemos resumir las posibles formas de reaccionar frente a la frustración en cuatro grandes posibilidades:
La tolerancia a la frustración es la capacidad de un individuo para soportar la frustración sin reaccionar de forma desadaptativa. Esta capacidad se aprende y se desarrolla a lo largo de la vida.