Portada » Filosofía » Monografía acerca de la moral social monista
El problema al que se enfrenta Kant es el de averiguar las posibilidades de conocimiento que tiene el ser humano.
Su teoría del conocimiento, desarrollada en la Crítica de la Razón Pura, supone una síntesis de las dos corrientes filosóficas imperantes en ese momento: Racionalismo y Empirismo; supera tanto el dogmatismo racionalista, concepción de que la razón humana tiene unas posibilidades de conocer ilimitadas; y el escepticismo empirista de Hume, que limita el conocimiento a la impresión sensible. La concepción kantiana del conocimiento, el idealismo trascendental, supuso una transformación de la imagen hasta entonces de las relaciones sujeto-objeto en el conocimiento. Mientras que las corrientes precedentes centran su estudio en el objeto del conocimiento (la idea, en el caso de Descartes y la percepción en el caso de Hume), Kant lo hará sobre el sujeto que conoce; es lo que él mismo denominó “giro copernicano”. El conocimiento ya no se entiende como el resultado de una mayor o menor impresión dejada en la mente por una realidad externa e independiente de ella, el objeto;
sino que se concibe como el fruto de
una elaboración, de una actividad del sujeto sobre un contenido sensible.
Kant propone someter a juicio a la razón para conocer sus posibilidades y sus límites, supone una crítica a la razón realizada desde la misma razón. La Filosofía debe responder a tres cuestiones: ¿Qué puedo conocer? Principios y límites del conocimiento, ¿Qué debo hacer? Principios de la acción y la libertad, y ¿Qué me cabe esperar? Posibilidades de realización del ser humano. La tarea de responder a la primera cuestión la lleva a cabo en la Crítica de la Razón Pura, en cuyo prólogo se plantea la posibilidad de tener un conocimiento científico y riguroso acerca de Dios, de la libertad, del mundo y del alma, objetos de estudio de la Metafísica. Según Kant son dos las deficiencias que han caracterizado a la Metafísica con respecto a las demás ciencias; las ciencias progresan mientras que la Metafísica sigue debatiendo los mismos problemas desde su origen, y por otro lado, todas los científicos se ponen de acuerdo en sus teorías, mientras que entre los metafísicos sigue la discordia y las contradicciones en sus conclusiones. Es necesario plantear la posibilidad o no de la Metafísica como ciencia; de ser posible supondrá un avance en las cuestiones filosóficas, de no ser así se abandonará para siempre el intento de construir un sistemas filosóficos con ideal de ciencia.
Se hace necesario un estudio de las condiciones que hacen posible la ciencia, que son condiciones empíricas (fácticas, que pueden alterarse); y condiciones a priori, universales y necesarias, anteriores a la experiencia pero que la posibilitan: espacio y tiempo. Sabemos que la ciencia consiste en un conjunto de juicios, debemos averiguar cuáles son los juicios que
utilizan las ciencias. Después de estudiar los posibles juicios, concluye que los de la ciencia son los juicios sintéticos a priori; ya que aportan nuevos conocimientos, son extensivos, y tienen un carácter universal y necesario. Tales son los juicios de la lógica, las matemáticas y la física. Se plantea en la
C.R.P si tales juicios son posibles en Metafísica. En la Crítica de la Razón Pura pone de manifiesto que existen dos facultades en el conocimiento
humano; la sensibilidad, capacidad de tener un conocimiento sensible, de ella se ocupa en la primera parte de la C.R.P denominada Estética Trascendental; y el entendimiento que consiste en la capacidad de emitir juicios, lo estudia en la Analítica
Trascendental, dentro del entendimiento posee el ser humano la capacidad de unir unos juicios con otros elaborando juicios cada vez más generales construyendo así la ciencia, a tal disposición la denomina Kant Razón y de ella se ocupa en la Dialéctica Trascendental. Las condiciones necesarias, trascendentales y a priori para que se dé el conocimiento sensible son el espacio y el tiempo, definidas por Kant como formas a priori de la sensibilidad, ya que son el modo como percibimos las impresiones sensibles que constituyen la base del conocimiento humano, y están vacías de contenido empírico, se llenan con los datos de la experiencia. Espacio y tiempo son las coordenadas vacías y trascendentales mediante las cuales el ser humano puede tener percepciones; no
proceden de la experiencia sino que la preceden. Pero ese esquema espaciotemporal no pertenece a la realidad misma, sino que es algo que el sujeto pone cuando capta la realidad. En efecto, espacio y tiempo no están ahí fuera como cosas que se perciben, por eso no son intuiciones empíricas, sino que son algo que el sujeto impone a los datos sensibles al captarlos, por ello son intuiciones transcendentales (puras). (Tenemos sensaciones en el espacio y en el tiempo, pero nunca del espacio y del tiempo) La síntesis espacio-tiempo e impresiones es lo que da lugar al fenómeno, aquello que se presenta ante mí. Es en la Estética Trascendental dónde estudia la posibilidad de los juicios sintéticos a priori en matemáticas. Éstas formulan juicios acerca del espacio y del tiempo, por tanto son universales y necesarios. La geometría determina sintácticamente y a priori las propiedades del espacio y la aritmética las del tiempo.
La Sensibilidad nos sitúa frente a una multiplicidad de fenómenos percibir esos fenómenos no es conocerlos y comprenderlos, esta es la función del entendimiento que la estudia en la Analítica Trascendental. La función de entender se realiza mediante conceptos; éstos son creados por el entendimiento para unificar los datos empíricos. Distingue dos tipos de conceptos; empíricos, aquellos
que proceden de la experiencia a partir de la observación; y los a priori o categorías, conceptos creados por el entendimiento para unificar los fenómenos. Las categorías son las condiciones trascendentales, a priori y necesarias para tener un conocimiento científico de los fenómenos. Su función es unificar los fenómenos. La síntesis fenómeno-categoría da lugar a un nuevo tipo de juicios sintéticos a priori que son el fundamento de la física. El principio de causalidad está basado en la categoría causa, por lo que es a priori, universal y necesario. El único uso legítimo de las categorías es su uso empírico, que consiste en referirlas al fenómeno; pero éste tiene como correlato el noúmeno que se define como aquello que la cosa es. Todo ente real se compone de fenómeno y noúmeno, el fenómeno es lo que puedo conocer, aquello que se manifiesta ante mí, el noúmeno es lo que no puede ser reconocido por la impresión sensible (base de todo conocimiento humano); por lo tanto todo nuestro conocimiento queda reducido al fenómeno; marcándose la línea entre lo que se puede conocer y lo que se puede pensar. El fenómeno es cognoscible, el noúmeno solo pensable.
Los noúmenos son las cosas tal como serían en sí mismas, sin que las modificásemos con nuestro esquema espaciotemporal y categorial. Los fenómenos son esas mismas cosas en tanto que captadas, por tanto, modificadas por nuestro aparato cognitivo, espacio, tiempo y categorías. Como es obvio los noúmenos son incognoscibles pues al intentar captarlos inmediatamente los modificamos convirtiéndolos en fenómenos. La teoría del
conocimiento elaborada por Kant ha recibido el nombre de idealismo trascendental y se presenta como una síntesis entre Empirismo y Racionalismo, puesto que afirma que el conocimiento es una composición de lo que recibimos del mundo a través de la experiencia, y lo que nuestras facultades
de conocimiento imponen a esa experiencia. Kant está de acuerdo con los empiristas en que el origen del conocimiento es la experiencia, puesto que la sensibilidad y el entendimiento sólo operan si hay datos empíricos a los que imponer el esquema espacio-tiempo y las categorías. Pero niega que todo nuestro conocimiento proceda de la experiencia, pues hay una parte que procede del sujeto: espacio, tiempo y categorías.
Del noúmeno se ocupa la Metafísica, y es en la Dialéctica Trascendental donde analiza el funcionamiento de la razón y la posibilidad de la Metafísica como ciencia. Concluye que la Metafísica entendida como un conjunto de juicios acerca de realidades que están más allá de la experiencia es imposible, ya que las categorías sólo pueden ser aplicadas al fenómeno que aparece en la experiencia. El conocimiento intelectual no se limita a acumular juicios sino que conecta unos juicios con otros formando razonamientos, así se construye la ciencia. La razón busca cada vez juicios más generales que expliquen un mayor número de fenómenos; debido a la naturaleza misma de la razón busca en último término lo incondicionado, las ideas ideales de la razón que son Dios, el Alma y el Mundo. Pretende así unificar todos los fenómenos físicos por medio de teorías Metafísicas acerca del mundo lo que da lugar a contradicciones o antinomias (contradicciones), que el mundo es limitado o es infinito; unificar todos los fenómenos psíquicos para explicar el alma dando lugar a paralogismos (razonamientos falsos); y ambas se unen como deseo de explicarlo todo con la idea de Dios. No podemos afirmar la existencia del mundo, del yo o de Dios.
La Metafísica será objeto de la moralidad estudiada por Kant en la Crítica de la Razón Práctica mediante la que se da respuesta a la pregunta ¿Qué debo hacer? Realiza una crítica a las teorías éticas anteriores por considerarlas materiales, es decir empíricas y a posteriori, ya que mantienen que su fundamento es un fin material; sus normas son hipotéticas porque están condicionadas por un fin determinado, y son heterónomas porque la ley moral se me impone desde fuera. Frente a estas teorías propone una ética formal, vacía de contenido empírico, ya que no establece ningún fin al que tender, sino la forma que tiene que tener la norma moral que guía mi conducta parta que se realice de acuerdo con el deber moral. Sus preceptos son a priori y es autónoma, la ley moral parte de la voluntad del individuo. El hombre actúa moralmente cuando actúa por deber. Kant distingue entre obrar por deber y obrar conforme al deber. El primero es un comportamiento moral y el segundo legal. Para que una acción tenga valor moral tiene que ser por deber mismo. Obrar por deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley moral. Una voluntad que obra por deber es una buena voluntad, pero en la conducta humana no se da una adecuación perfecta entre el deber y el ser o desear, la propia razón nos muestra que todo ser racional reconoce en sí mismo la exigencia de una ley moral. La voluntad percibe la ley moral como un mandato, Kant lo llamará imperativo. Distingue dos tipos: el hipotético que indica una acción como buena para conseguir algún propósito; y el categórico que es el que declara una acción como buena en sí misma y necesaria. El imperativo moral de la ética formal debe ser el categórico. El imperativo
categórico prescinde del contenido de la acción, ordena la forma que tiene que adoptar la máxima de la acción. Podemos destacar dos formulaciones del imperativo categórico: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal” “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio” POSTULADOS DE LA RAZÓN PRÁCTICA
La racionalidad y la moralidad se enlazan con la libertad, sin libertad no habría ley moral. La libertad consiste en la autonomía de la voluntad, obrar por respeto a la ley moral que cada uno se da en base a la razón y siguiendo el imperativo categórico. La libertad, la inmortalidad del alma y Dios no pueden ser conocidos, pero deben ser admitidos desde el punto de vista de la razón práctica. La ley moral exige obrar según la razón e independientemente de causas ajenas, por tanto la ley moral sería absurda si no existiese la libertad. Nuestra razón nos ordena aspirar a la virtud, es decir, a la concordancia perfecta de nuestra voluntad con la ley moral, ahora bien tal concordancia es voluntad santa. La santidad es un ideal que el hombre no puede alcanzar en su existencia en el mundo físico, su realización sólo puede tener lugar en un proceso indefinido, y, por tanto, exige una duración ilimitada, es decir, la inmortalidad. Por lo que se refiere a la existencia de Dios, Kant afirma que la disconformidad que encontramos entre el ser y el deber ser exige la existencia de Dios, colmo realidad en quién ser y deber ser se identifican y en el que se da una uníón perfecta entre virtud y felicidad.
Marx, para el estudio de la realidad, parte de un análisis de los individuos concretos y sus relaciones sociales, no del espíritu. Las ideas no rigen el mundo, sino que las ideas son el producto de las relaciones materiales en la sociedad. El marxismo plantea el materialismo frente al idealismo hegeliano; la realidad es dialéctica y es una dialéctica material, significa la realidad socioeconómica respecto a las ideas en la explicación de lo real. La filosofía debe centrarse en el estudio del mundo real para transformar ese mundo. Considera la praxis como el elemento fundamental, entiende por praxis la actividad por esencia del hombre para transformar la naturaleza, hacerla más humana y ponerla a su servicio, construye su mundo; mediante la praxis se transforma el mundo humanizándolo, así se generan los medios de subsistencia y el desarrollo de los seres humanos. La tarea filosófica es una crítica a la organización social de su tiempo y a la ideología que la sustentaba y encubría la verdadera realidad histórica. El fracaso de las revoluciones sociales precedentes se debe a que desconocen la verdadera realidad que hay que transformar. Los planteamientos del socialismo son utópicos porque no tienen en cuenta las condiciones reales y materiales, por lo que carecen de los instrumentos necesarios. El resultado del estudio y análisis marxista es el socialismo científico, conociendo la realidad se puede transformar, no es una ideología sino una teoría. Preocupado por devolver al ser humano su libertad y dignidad, Marx plantea el camino que la filosofía debe seguir para lograrlo. El ser humano ha llegado a esa situación porque los medios de producción no le pertenecen, se hallan sometidos a las condiciones materiales de producción; es lo que se denomina materialismo histórico. El factor determinante de la historia lo constituye la estructura (modos de producción), es decir, la relación entre las fuerzas productivas (trabajo de los hombres y medios) y relaciones de producción o infraestructura (entre el trabajador y el propietario de los medios de producción); esto equivale a lucha de
clases. El desarrollo de las fuerzas productivas indica el grado de desarrollo alcanzado por el ser humano y las condiciones en las que se trabaja, es decir, las relaciones entre los individuos que intervienen en la producción. Este sistema económico forma todo lo que Marx llama la “superestructura ideológica” (montaje jurídico- ideológico-religioso): (una religión que justifique a través de unos dioses el estado de cosas, unas ideas sobre el hombre que mantenga a los esclavos creyéndose esclavos, siervos o proletarios y a los amos, creyéndose con derecho para ser amos, señores o burgueses capitalistas. Unas leyes que le den al señor la legalidad necesaria para arrebatar al siervo las cosechas o al capitalista quitarle al obrero el producto de su trabajo a cambio de casi nada). Las ideologías, en cada época de la historia no son sino la justificación ideológica usada por la clase dominante para justificar su dominación. El modo de ser de la estructura económica (principios económicos, sistema social) determina el modo de ser de las demás esferas de la sociedad, o lo que es lo mismo, el modelo económico de una sociedad determina todos los demás aspectos de ésta. Más aún, si se modifica la estructura económica de una sociedad también se modificará la superestructura. En la estructura social del materialismo histórico se da una relación entre la infraestructura (nivel económico en que descansa todo el proceso de producción) y la superestructura (montaje jurídico- político, ideológico y religioso). El conjunto de relaciones que contrae el hombre de forma involuntaria en la sociedad forman la infraestructura económica, que consiste en las relaciones de producción, entre el trabajador y el propietario de los medios, sobre la que se levanta la superestructura. La política, la filosofía, la religión, la ideología, están determinada por la estructura económica, todas ellas tienen como finalidad el mantenimiento del sistema capitalista. En cada momento de la historia han existido siempre dos clases antagónicas, dos clases luchando. En un principio está claro que la clase opresora tiene todas las de ganar pues controla todo el poder del estado, no sólo el poder físico, a través de la policía y el ejército, sino también el poder ideológico a través de la Iglesia, la escuela, la moral etc. Pero el desarrollo de las fuerzas productivas hace que las antiguas relaciones de producción queden obsoletas y se abre el camino a una época revolucionaria en la que se cambian por completo las estructuras económicas de la sociedad y comienza un nuevo periodo. El trabajo funciona como elemento transformador de la realidad, el mundo material no depende de la ideología, sino de los modos de producción y de las relaciones de producción; ambos determinan el
entramado social y permiten establecer el tipo de estructura social. La historia real se reduce al esfuerzo por satisfacer las necesidades humanas.
Marx parte de la situación real del ser humano concreto, la mayoría de ellos viven explotados y humillados por una minoría burguesa y capitalista que impide que puedan realizar su libertad y dignidad; de ahí la necesidad de establecer las condiciones materiales que posibiliten dicha realización. El trabajo constituye la esencia del hombre, mejor el término praxis como actividad práctico-productora, el ser humano se distingue de los animales en que no se limita a acomodarse en la naturaleza, sino que la transforma; mediante la praxis realiza su ser en la historia. Esta actividad productora tiene dos vertientes: en relación con la naturaleza y en relación con otros hombres (social). Cabe recoger en cinco tesis generales la concepción marxista acerca de la naturaleza del hombre. 1. “El hombre es inmediatamente ser
natural humano; en cuanto ser natural está dotado de fuerzas naturales, pero es pasivo en cuanto que tiene necesidades; en cuanto humano no es mera naturaleza dada, fija, sino que tiene que hacerse en su ser, tiene que hacerse en la historia. 2. El trabajo constituye la esencia del hombre, mejor que el término trabajo es el término praxis,
entendida como actividad-práctico-productora, el que expresa la naturaleza del hombre. 3. El hombre es un animal social, no puede constituirse fuera de la sociedad, no tiene ser sin ella. 4. La naturaleza del hombre consiste en la producción de su vida; esta producción lo constituye en una doble vertiente, en relación con la naturaleza y en una relación con los otros hombres (social). 5. Por último la esencia humana se despliega en el conjunto de las relaciones sociales. En los Manuscritos de 1844 Marx formula toda una antropología: el hombre es un ser fundamentalmente social y solamente en sociedad, es decir, en su relación con otros hombres puede alcanzar su realización y su felicidad. ¿Cómo se establecen estas relaciones? Fundamentalmente a través del trabajo: el hombre mediante su trabajo establece relaciones con otros hombres y es a través de estas relaciones como puede encontrar su verdadera esencia. Ahora bien, puesto que el hombre es un ser social que se realiza a través de su trabajo tenemos que comprender por qué esto es así: qué es el trabajo. El trabajo es la transformación conjunta de la naturaleza. El hombre sólo puede hacerse hombre si transforma la naturaleza humanizándola, junto a otros hombres, mediante su trabajo. El ser humano no trabaja exclusivamente por su subsistencia
biológica, esto es lo que hacen los animales; sino que trabaja para introducir en la naturaleza su esencia, para realizarse a sí mismo mediante la humanización de la naturaleza.
La alienación es, en su uso corriente, la privación de algo. En Marx expresa la condición del trabajador en la sociedad capitalista de clases.
El trabajo hace que el hombre se afirme como ser individual y social, y produce bienes materiales de subsistencia y un bien espiritual que es la dignidad. Sin embargo, en los medios de producción asalariados del sistema capitalista el trabajador está alienado; el trabajo, que debe ser obra humanizadora, se convierte en objeto extraño para el propio trabajador. Trabaja para subsistir como una pieza en una cadena de montaje que elimina su humanidad. El trabajo queda objetivado y se convierte en mercancía, surge el hecho curioso de que lo que cobra valor es la mercancía. El proletario crea el producto, resultado de su esfuerzo y actividad personal, pero ése, en el régimen de propiedad privada, no le pertenece, sino que le esclaviza porque en la medida en que aumenta la producción, hace al propietario más rico y al trabajador cada vez más pobre. Por otro lado, el trabajador manifiesta su acción productiva transformadora, su propia esencia, en el producto, el hecho que éste no le pertenezca, supone una desposesión de sí mismo. El producto, una vez
rota la conexión con el trabajador, se convierte en una cosa; pero el propio hombre es considerado asimismo como una cosa, en cuanto que el capitalista compra su actividad práctico-productora- transformadora se convierte en una mercancía sujeta a la ley de la oferta y la demanda del mercado. El ser humano pierde su esencia de trabajador libre y consciente y se convierte en proletario. La razón fundamental de este hecho radica en sistema de trabajo que establece el capitalismo, sólo apropiándose de nuevo de su propia actividad volverá el ser humano a ser él mismo.
No es la alienación económica el único tipo de alienación que sufre el hombre (aunque sí la más importante); la religión proyecta al individuo fuera del mundo real, es alienación en cuanto que provoca ruptura del mundo concreto en que vive, a un mundo ideal al que lo remite, haciendo posible cualquier alienación en la búsqueda de ese mundo ficticio prometido. La religión es un instrumento en manos de la clase dominante para contralar al resto, adormece al pueblo. Por otro lado, la iglesia funciona como canalizador de la alienación, en cuanto dirige el esfuerzo de los hombres a buscar la justicia fuera del mundo real, en vez de intentar cambiar la realidad concreta en otra más justa; de hecho, los principios religiosos justifican cualquier tipo de servilismo y humillación. El cielo es el lugar dónde se encontrará la justicia. La religión no puede solucionar los problemas del ser humano y éste no puede esperar de ella la liberación.
También la ideología actúa como alienación en cuanto que en la ideología se expresa la relación del ser humano con su mundo y su existencia social; lo que piensa el hombre es un producto de la sociedad en que viven. La ideología tiene como función suplantar y justificar una situación de la existencia social e histórica. La ideología no es más que un conjunto de ideas sin correspondencia con la realidad y que está encaminada a enmascarar intereses. En el sistema capitalista todas las formas ideológicas luchan por mantener el sistema económico injusto, incluso intentan ocultar las míseras condiciones de vida del proletario. Sólo con la práctica revolucionaria se puede superar la alienación ideológica POLÍTICA O SOCIEDAD. CRÍTICA A LA ECONOMÍA POLÍTICA
Esta estructura social es conflictiva y Marx lo describe en El Capital, obra en la que hace un estudio de la ciencia económica, que supone una crítica a la estructura de la sociedad capitalista. Las clases sociales son una consecuencia de dicha estructura económica. En toda sociedad se ha dado una división de clases, que implica el fenómeno de opresión, pero también suponen la lucha de contrarios que promueven el cambio social. Esta distinción se va acentuando en la sociedad capitalista; el origen está en la división del trabajo acompañada de las diferentes formas de producción y las relaciones que éstas engendran. Por clase social entiende un grupo de individuos con intereses comunes; aunque existan varias clases sociales, Marx insiste en dos clases significativas: la burguésía y el proletariado; en ellas es dónde se cristaliza las contradicciones del sistema capitalista: La clase burguesa tiene el poder y las fuerzas económicas, la proletaria se define por la negación de lo que define a la burguesa. Marx afirma que hay que tomar partido por una clase; es decir, defenderla y luchar por sus intereses; si la burguésía fue revolucionaria con respecto a la nobleza, ahora es el proletariado la revolucionaria con respecto a la burguésía (en ello consiste la dialéctica marxista, proceso histórico). El proletariado es la clase social llamada a emancipar a la sociedad y a sí misma. Se trata de que la clase proletaria tome conciencia de clase (conocer la realidad económica en la que se encuentra y adquirir la conciencia correspondiente a la clase económica a la que pertenece) y se rebele para dejar la situación alienante y explotada en la que vive. Es en El Capital donde realiza la crítica al liberalismo político, según el cual todo está sujeto a las leyes del mercado; ley de la oferta y la demanda. El capitalismo hace que la vida del trabajador sea reducido a un eslabón dentro de la cadena de producción y su función queda relegada a un segundo plano; el trabajador no es más que una mercancía, esto es debido a: la aparición de la máquina; las leyes
del mercado, la oferta y la demanda, que obliga a abaratar los productos para poder competir, incluso el valor del trabajo, el propio proletario, queda subordinado dichas leyes del mercado; y, por último, a la propiedad privada, que permite al capitalista poseer los medios de producción, de forma que al obrero sólo le queda su fuerza de trabajo, expropiada del mismo fruto que produce. El problema del mal no radica en la máquina, sino en las leyes de la economía capitalista y en la propiedad privada; no se opónía Marx al progreso técnico sino a que esto llevase consigo la destrucción del trabajador. La explotación se basa en la alienación económica (en el trabajo), el valor del producto pertenece al dueños de producción y se convierte en mercancía. El producto de su trabajo no le pertenece al obrero, ni sirve para mejorar el mundo, sino beneficia exclusivamente al capitalista. Estudia la mercancía por ser la forma elemental de riqueza en el sistema capitalista. El trabajo se convierte en mercancía y ésta en dinero. En toda mercancía Marx distingue entre su valor de uso y su valor de cambio; el de uso es la utilidad que, según sus propiedades tiene para satisfacer determinadas necesidades. El valor de cambio es la proporción cuantitativa por la que se cambia. Este valor de cambio no tiene nada que ver con la naturaleza del producto, sino con el valor monetario en el mercado, el cual depende principalmente de la abundancia o escasez de la mercancía: por tanto, el valor de cambio está sujeto a la ley de la oferta y la demanda, por lo que fluctúa; el valor del producto del trabajo de los obreros no tiene un valor en sí mismo, sino que depende del mercado. En algunas ocasiones el valor de cambio supera al valor de uso, ello es debido a que en el sistema capitalista el dinero, que debe ser un simple medio para satisfacer las necesidades, se convierte en un FIN en sí mismo, acumulación de capital. La mercancía se convierte en un medio para conseguir dinero. El capitalista intenta vender la mayor cantidad de mercancía a un coste cada vez más bajo para competir con otros empresarios, por eso hace trabajar más al obrero por el mismo salario. El dinero final obtenido en este tipo de economía es igual al dinero dado al comienzo del proceso de producción más un excedente; a este excedente lo llama Marx plusvalía y se genera por la fuerza de trabajo. Es el resultado del capital producido por el trabajador menos el capital consumido. Para obtener esta plusvalía el capital compra las máquinas y la materia prima, y por otro lado la fuerza del trabajo. El capitalista obtiene la plusvalía en el trabajo del obrero, debido a que el coste de las máquinas y su mantenimiento y de la materia prima es más o menos constante. El trabajo se puede comprar a un precio inferior a la mercancía obteniendo mayores beneficios. El trabajo se convierte en una mercancía sujeta a la ley de la oferta y la demanda, como los medios de producción están en manos de los capitalistas, hay una gran oferta de mano de obra y puede comprar a bajo coste el trabajo del obrero, robándole parte del valor de su trabajo El afán de aumentar beneficio sitúa al capitalista en una especie de callejón sin salida. Esta búsqueda de beneficio hace que cada vez invierta más en máquinas para producir más unidades limitando el número de trabajadores y, al aumentar la oferta de mano de obra, reducir los salarios. Así el destino de la fábrica era confiar cada vez más en la máquina y prescindir cada vez más del trabajador. Marx fue capaz de anticipar que esto supone el suicidio del trabajador, porque la máquina nueva que reemplaza a la vieja es obra del trabajador; el trabajo de unos destruye el de otros. Marx concluyó que mientras se luchase por el mercado mundial y mientras la meta fuera conseguir más capital, los trabajadores no
dejarían de enfrentarse unos con otros; quienes ganan en este enfrentamiento son los que consiguen acumular más capital. Los trabajadores solo podían formar parte del sistema si cada uno mantiene la esperanza de conservar su puesto de trabajo y se pliega a las exigencias del empresario. Todo ella lleva consigo la crisis del propio sistema capitalista; en su afán por producir más y a menos precio supone un exceso de mercancía; la degradación creciente del proletariado le impide tener acceso a la mercancía que produce y, al haber mayor número de parados cada vez, el mercado cae. El empresario no sólo no puede renovar maquinaria, sino que no tiene trabajo para los obreros, que quedan en el paro, pierden nivel adquisitivo y no pueden consumir; y así cierran las fábricas, cuantos más hombres queden en paro, menos mercado habrá; así la crisis en una rama de la producción se amplía a otras; con la consecuente ruina del propio sistema capitalista. No pueden introducirse correcciones en este sistema para salir de la crisis porque lo que entra en crisis es el propio sistema. Esta situación de crisis hace que el conjunto de proletarios tome conciencia de la situación y organizarse en un solo partido; se dan los elementos necesarios para acabar con el sistema que reduce a la mayoría de los hombres a un estado
miserable y los despoja de lo que les define como seres humanos, el producto de su trabajo. Puesto que se dan las condiciones objetivas, Marx considera que la historia está en condiciones de dar el salto de la sociedad capitalista a la sociedad socialista, que libere al ser humano de sus alienaciones; en eso consiste la dialéctica de la historia. El salto no es algo automático, es necesaria una revolución previa, que suponga la eliminación de las viejas instituciones a nivel de superestructura. La revolución tiene como meta la eliminación de la propiedad privada, causa de la diferencia de clases. Para acabar con la sociedad burguesa Marx propone un período transitorio en el que el poder político esté en manos del proletariado; es lo que se denomina dictadura del proletariado, esto va a permitir que el poder político caiga en manos de los trabajadores como antítesis al momento precedente. La dictadura del proletariado permite la destrucción de los últimos restos del capitalismo. Marx expone los puntos prácticos sobre los que debe basarse la dictadura del proletariado hasta dar paso a un estatuto sin clases, sin estado poderoso; surge así el Paraíso Comunista, libre de antagonismo, donde el libre desarrollo de cada uno es condición del libre desarrollo de todos. La meta del marxismo consiste en la eliminación de todo antagonismo social, lo que supone una abolición del Estado como símbolo de poder; la dictadura del proletariado será una fase transitoria; si idea es la de una democracia popular.