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Pío Baroja considera que la novela es un género multiforme que abarca todo (filosofía, psicología, aventura…) Estamos, pues, ante la típica novela abierta o, como él decía “permeable”. Ello hará que muestre despreocupación por la composición en contra de los novelistas que parten de un argumento cerrado y definitivo. Así pues, la invención, imaginación y observación eran las cualidades supremas de todo novelista, una manera de contar que supónía una ruptura en relación con la novelística anterior.
En su estilo destaca su ideal de espontaneidad narrativa con una prosa rápida, nerviosa, vivísima, con preferencia por el enunciado corto y el párrafo breve. Por ello se ven descripciones rápidas, autenticidad de sus diálogos y el uso de términos coloquiales y vulgarismos que llenan su prosa de gran naturalidad. La fuerza de su testimonio sobre la sociedad y su estilo sobrio lo convirtieron en maestro de los novelistas de la posguerra, como por ejemplo, Cela, que proclamó una gran admiración por él.
Destaca en Baroja su gran número de novelas, muchas de ellas agrupadas en trilogías. Entre las más importantes figuran:
–La lucha por la vida, formada por La busca, Mala Hierba y Aurora Roja.
–Tierra vasca formada por La casa de Aitzgorri, El mayorazgo de Labraz y Zalacaín el aventurero.
–La raza formada por La dama errante, La ciudad de la niebla y El árbol de la ciencia. Esta última obra desarrolla la vida de Andrés Hurtado, un personaje perdido en un mundo absurdo y en medio de circunstancias adversas que constituirán una sucesión de desengaños.
Los conflictos existenciales constituyen el centro de la obra: desprecio hacia lo religioso y hacia la ciencia. La vida humana queda sin explicación, sin sentido, es una anomalía de la Naturaleza. Las lecturas filosóficas de Shopenhaver de Andrés Hurtado, el protagonista, le llevan a pensar que la vida es algo feo y doloroso. Con ello se comienza la idea de “la lucha por la vida” de Darwin con “la abulia” de la Generación del 98.
Entre 1913 y 1935, Baroja desarrolló una serie narrativa más extensa titulada Memorias de un hombre de acción, integrada por veintidós novelas, cuyo protagonista es Eugenio de Aviraneta, dinámico personaje del Siglo XIX y antepasado del autor.
José Martínez Ruiz, Azorín destaca por una prosa minuciosa, impresionista, descriptiva, sencilla y plagada de enunciados cortos. En sus otras siempre plasma la tristeza por el paso del tiempo. Toma su seudónimo del nombre del protagonista de La voluntad, trilogía que contiene La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo, en donde veremos la abulia finisecular y apatía intelectual del momento. En sus ensayos, destaca La ruta de Don Quijote que conmemorará el tricentenario de su publicación.
Miguel de Unamuno, considerado “el guía” o modelo de esta Generación plasma en su narrativa la angustia, filosofía y propios problemas existenciales: la inmortalidad, la eternidad, la existencia de Dios y la angustia del yo al borde de la nada. Así, Amor y pedagogía plantea una gran sátira contra el positivismo decimonónico al querer don Avito Carrascal, convertir en genio a su hijo, el cual, infeliz, retraído y mediocre se acabará suicidando. En San Manuel Bueno, mártir tratará de su propia falta de fe, encarnada en un sacerdote querido y respetado por sus feligreses pero que no cree. Abel Sánchez representa la envidia y el cainismo y La tía Tula ofrece el sacrificio de Gertrudis que renuncia a su propia vida para cuidar de sus sobrinos. Pero, sin lugar a dudas, su mayor innovación novelística fue el concepto de “nivola”, novelas sin acción que se desarrollan a través de mucho diálogo, monólogos y continuas reflexiones. Entre ellas, destaca Niebla, donde plasma la relación del Creador con sus criaturas, junto con su angustia existencial: Augusto Pérez, el protagonista, se rebela contra su creador, Unamuno. Además, en su novela sobresale el concepto de “intrahistoria”, es decir, el hecho de que la vida cotidiana de los hombres es más importante que los hechos destacados de los grandes héroes.
En sus ensayos aborda los temas de España y el paisaje, Cervantes y el Quijote y los problemas religiosos y existenciales. En Vida de Don Quijote y Sancho comenta cada uno de los capítulos y admira a Don Quijote por la lucha que demuestra contra los intereses materialistas, causantes de la ruina moral del ser humano.
El Novecentismo o Generación del 14 es un movimiento estético de comienzos del Siglo XX que agrupó a un conjunto de autores situados entre la Generación del 98 y las Vanguardias. Todos ellos reivindicaron un cambio de actitud en la Literatura y la vida, más orientado hacia la erudición e intelectualismo.
El uso de ambas etiquetas no es totalmente intercambiable, puesto que el término Novecentismo fue acuñado por Eugenio D´Ors para un ámbito cultural catalán. Pero independientemente de terminologías. Se caracterizó por su intelectualismo, su labor educadora y por una deshumanización del arte. Los integrantes más destacados son: en novela Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Wenceslao Fernández Flórez y Benjamín Jarnés; en ensayo, Ortega y Gasset, Eugenio D´Ors, Gregorio Marañón, Manuel Azaña y Américo Castro; y en poesía, Juan Ramón Jiménez y León Felipe (aunque no siga la poesía pura).
Todos ellos comparten una serie de carácterísticas comunes:
Sus principales carácterísticas en la novela y el ensayo de este grupo de autores intelectuales serían las siguientes:
-En la novela, desprecio del Realismo: no es tarea del escritor la reproducción fiel de la realidad, puesto que no debe confundirse el arte con la vida. Por lo tanto, el argumento ya no es el valor fundamental; importan más los valores exclusivamente artísticos, como el estilo.
-En el ensayo, es fundamental el intelectualismo, la precisión de ideas y el rigor en los conceptos. El arte puro se consigue a través de gran serenidad y equilibrio para conseguir el arte estético y labor educativa.
-En novela destacarán las figuras de Gabriel Miró, Ramón Pérez de Ayala, Wenceslao Fernández Flórez y Benjamín Jarnés.
Gabriel Miró es el autor de un tipo de novela denominada lírica: la acción o el argumento apenas interesan; adquieren gran importancia las sensaciones, sentimientos y estados de ánimo, minuciosamente descritos con un estilo muy elaborado y cuidadoso. Sus novelas más conocidas son Las cerezas del cementerio y sobre todo, Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso. Las dos últimas transcurren en Oleza (nombre literario de Orihuela) y reflejan el ambiente opresivo y monótono de la ciudad, dominada por la intolerancia religiosa.
Ramón Pérez de Ayala destacará por la importancia concedida a los temas y por sus novedosas técnicas narrativas, llenas de digresiones y con un léxico muy rico. Su obra suele dividirse en tres etapas: en la primera predominan novelas autobiográficas como Troteras y danzaderas, sobre la bohemia literaria; en la segunda escribe novelas poemáticas de la vida española como Prometeo; y en su tercera etapa incluye novelas más intelectuales como Belarmino y Apolonio (protagonizada por dos zapateros) y Tigre Juan (sobre el amor y el honor).
Wenceslao Fernández Flórez escribirá obras llenas de humor, ironía y gran lirismo como El bosque animado cuyo escenario es un bosque gallego.
Benjamín Jarnés cultiva una novela intelectual y lírica en la línea de Ortega. Destaca su obra El profesor inútil.
En el Novecentismo ocuparon un lugar fundamental los ensayistas, entre los que destaca José Ortega y Gasset.
Además de libros filosóficos, escribíó un gran número de ensayos en los que consideraba que la vida sólo es posible si se razona. Gran parte de su producción ensayística está recogida en sus ocho volúMenes de El espectador. Otros muy conocidos son La rebelión de las masas (defiende la europeización de España), Ideas sobre la novela (la trama es un pretexto para exponer las ideas) y La deshumanización del arte (donde defiende el arte vanguardista). Para nuestro autor, en el nuevo arte del Siglo XX cuentan más las cualidades formales que lo que se tenga de humano o real y es además, un arte intelectual, dirigido a la inteligencia y no al corazón; por ello, nos dijo: “El llanto y la risa son estéticamente un fraude”. Otros ensayistas relevantes fueron Eugenio D´Ors con Tres horas en el Museo del Prado, Gregorio Marañón con Don Juan, Manuel Azaña y Américo Castro.
Antonio Machado nacíó en Sevilla en el seno de una familia de la burguésía liberal. A los ocho años se trasladó con su familia a Madrid, donde estudió en la Institución Libre de Enseñanza. En París trabajó como traductor e hizo amistad con Rubén Darío. Más tarde se trasladó a Soria, en cuyo instituyo fue catedrático de Francés hasta 1912, año en el que fallece su esposa, Leonor Izquierdo y que le causó una gran conmoción. Se traslada a Baeza (Jaén) y siguió ejerciendo como profesor en Segovia y Madrid, lugar donde conocíó a Pilar Valderrama, la “Guiomar” de sus últimos poemas amorosos. Decidido partidario de la República, se vio obligado a huir a Francia poco antes de terminar la Guerra Civil. En Colliure, un pueblo de la costa francesa, morirá en 1939.
Inicia su poesía dentro del intimismo que arranca con Bécquer y el Simbolismo para inclinarse más tarde por una poesía que sea “una honda palpitación del espíritu”. La temática de su obra se centra en tres ejes: alusiones a su vida íntima, preocupaciones por España e inquietudes religiosas y filosóficas. Se pueden distinguir tres épocas en su trayectoria poética:
Soledades se publica en 1903 y se amplía en 1907 con el título de Soledades, galerías y otros poemas, obra en la que expresa el “yo” eternamente insatisfecho, la melancolía y el dolor. Machado escribe mirando hacia dentro para coger lo que él llama “los universales del sentimiento”: el tiempo, la muerte y Dios. Llama la atención de esta obra los valores modernistas y simbolistas de su poesía: la tarde y la noche (preocupación por la muerte), los caminos (el destino), el agua (el fluir del tiempo), la noria o el río (el presente que se escapa), el jardín (los recuerdos de la infancia) o los sueños (las ilusiones).
Antonio Machado empieza su etapa noventayochista con Campos de Castilla (1912) donde expresará su amor al paisaje castellano y a su gente. Se trata de un conjunto de poemas muy heterogéneos que suponen un cambio de su trayectoria modernista: del intimismo subjetivo pasará al objetivismo a hora de describir y reflexionar; del “yo” pasará a poner el énfasis en lo de fuera; y del léxico colorista, escribirá con un léxico preciso, austero y una adjetivación que sugiere la soledad. Publicado poco antes de la muerte de su mujer se distinguen en él varias secciones:
-Introduce la obra el poema “Retrato”
-Poemas del paisaje de Castilla donde encontramos poemas puramente líricos como “Campos de Soria” y otros con cierta crítica social “La tierra de Alvar González”.
-Poemas autobiográficos referidos a la enfermedad y muerte de Leonor.
-Otra serie de poemas sobre Castilla (que constituyen el recuerdo) y sobre Andalucía (que son el presente). En ellos se denuncia los defectos del hombre campesino y la mentalidad de una “España de charanga y pandereta”.
-Un tipo de poema breve y sentencioso en la serie “Proverbios y cantares”.
-Finalmente, aparecen una serie de homenajes a escritores contemporáneos que admira como Giner de los Ríos, Rubén Darío, Unamuno y Juan Ramón Jiménez, todos ellos reunidos en la sección de “Elogios”.
En Juan Ramón Jiménez, su vida y su obra se fundieron. Vivíó por y para la poesía y representó el exponente más claro de la evolución de la lírica española desde el Modernismo hasta las escuelas vanguardistas.
Para nuestro autor, la poesía es Belleza, expresión del ansia de Eternidad y un modo de conocimiento (primero del “yo” y luego de la realidad que lo rodea y que aspira ampliar).
En su trayectoria poética pueden distinguirse tres etapas: una época sensitiva (desde los comienzos en 1898 hasta 1915), una época intelectual (iniciada con Diario de un poeta recién casado en 1916 y prolongada hasta que abandona España en 1936) y una época suficiente o verdadera (desde 1936 hasta su muerte en 1958).
Los primeros poemas que conocemos de él, son muestra de un Posromanticismo becqueriano y de un tono adolecente. Más tarde, se verá influido por autores como Rubén Darío y se dejará llevar por el Modernismo más tópico: Almas de violeta y Ninfeas, obras que repudiará muy pronto para descubrir su verdadero camino, una poesía llena de melancolía en la que manifiesta las sensaciones que le producen los jardines y las flores, las fuentes y los paisajes otoñales y en las que presentará su gran preocupación por el paso del tiempo y la muerte: Arias Tristes, Jardines lejanos y Pastorales.
Más tarde, sufrirá una grave crisis personal, en parte debida a la muerte de su padre y escribirá dos tipos de poesía: una poesía modernista muy íntima, llena de color, sonidos y alejandrinos (Baladas de primavera, La soledad sonora y Poemas májicos y dolientes) y otra poesía en que huye de estos tópicos modernistas y opta por una sencillez formal en la que depura al máximo el lenguaje y utiliza con frecuencia el símbolo (Poemas agrestes, Estío y Sonetos espirituales).
Inaugura esta etapa con El diario de un poeta recién casado, obra que recoge su viaje de ida y vuelta a Nueva York. En ella aparecen las innovaciones vanguardistas más carácterísticas, tanto formales (veros libres, poemas en prosa, enumeraciones caóticas) como de contenido (desaparece la anécdota y busca la expresión de la misma manera que los antiguos místicos). El cielo y el mar representarán la idea de eternidad y se apreciará gran angustia ante lo desconocido. La publicación de Eternidades, Piedra y cielo y La estación total responden la culminación de esta depuración poética.
Durante su exilio a América, se encierra cada vez más en sí mismo y atiende sólo a su Obra, cada día más exigente. Escribirá una poesía sencilla, igual que en la de sus primeros libros, pero ahora deja a un lado las formas métricas tradicionales y la suplanta por el verso blanco y libre. Es una poesía de la palabra, pura, abstracta, elemental, total, absoluta, una poesía que intenta llegar a lo absoluto a través del lenguaje y descargar a las palabras de significado. Esta depuración la encontraremos en Animal de fondo y Dios deseando y deseante, poemarios que responde al intento de dar forma poética una experiencia mística a través de la fusión un Dios que se identifica con La Naturaleza y la Belleza (que nada tiene que ver con el cristiano). En sus últimos poemarios como En el otro costado, se ve la conciencia de vejez y desarrolla el tema de la soledad y la muerte.
Como conclusión, podríamos decir que Juan Ramón Jiménez es la máxima figura de la concepción de la poesía como ideal de Belleza y de Absoluto, de ahí que sirviera de referencia poa los poetas de la Generación del 27 y los “Novísimos” (poetas de los 70). La concesión del Premio Nobel en 1956, representará el reconocimiento universal de un poeta de excepcional importancia estética de excepcional sensibilidad.