Portada » Lengua y literatura » Miguel Hernández: Poesía, Compromiso Social y Evolución Literaria
Tanto la educación religiosa recibida en su infancia como la amistad con el poeta Ramón Sijé lo llevaron a desarrollar una tendencia literaria clasista marcada por una ferviente fe religiosa, como vemos en el hecho de que su primera obra de teatro fuera un auto sacramental.
En esta primera época, Miguel Hernández muestra una actitud conservadora y conformista, expresando que la manera de llegar a Dios es a través del trabajo, y criticando las acciones revolucionarias campesinas y obreras. Esta tendencia queda reflejada en Perito en Lunas, en Imagen de tus huellas y sobre todo en los poemas sueltos que escribe hasta la primera mitad de la década de los 30, poemas con temas clásicos como la naturaleza, la muerte, el amor y el odio.
Pero con la llegada de la República y una crisis religiosa que experimenta, esta tendencia conservadora empieza a cambiar. Miguel Hernández comienza a pensar en los más desfavorecidos y busca mejorar sus vidas a través de la alfabetización, de la enseñanza. Este es el primer compromiso social de Miguel Hernández, que mantendrá hasta su muerte. Buscará llegar a los trabajadores a través de una poesía sencilla, de modo que estos la entiendan y piensen sobre su vida. Así comienza la poesía social del poeta, dirigida, como el propio Hernández indica: «para la inmensa mayoría». Esta época de tránsito la veremos reflejada en la obra El rayo que no cesa y, sobre todo, en el poema suelto Sonreídme, donde el autor se aparta de las creencias religiosas de su juventud.
Cuando en marzo de 1934 viaja por segunda vez a Madrid, comienza para él una nueva etapa en la que se introducirá en la intelectualidad de la capital y se desprenderá definitivamente del influjo del ambiente oriolano, lo que provocará una crisis personal y poética de la que saldrá su voz definitiva. Empezará a colaborar en la revista Cruz y raya y entablará amistad con algunos miembros de la Generación del 27, sobre todo Vicente Aleixandre, cuyo poemario La destrucción o el amor se convertirá en su libro de cabecera y lo hará decantar por la poesía impura. Rafael Alberti y Pablo Neruda fueron, también, amigos y guías ideológicos.
En 1931 se incorporará a las «Misiones Pedagógicas», un proyecto educativo español creado en la Segunda República para difundir la cultura general en aldeas y villas, donde los índices de analfabetismo eran altísimos. Es así como se concreta el compromiso social del autor de Perito en lunas (1932).
El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 obliga a Hernández a dar el paso al compromiso político. Ingresa como voluntario en el Quinto Regimiento₁ y más tarde es nombrado Jefe del Departamento de Cultura, puesto desde el que se encargará de la edición de varias publicaciones, de la organización de la biblioteca y de la propagación de su poesía en el frente a través de los altavoces.
Esta poesía quedará recogida en Viento del pueblo, obra publicada en Valencia en 1937 que demuestra que Hernández comprende el poder transformador de la palabra (la poesía como «arma») así como su función social y política. Se trata de un poemario comprometido formado por múltiples composiciones que denuncian las injusticias y se solidarizan con el pueblo oprimido. La voz poética se alza ahora para proclamar el amor a la patria, para educar a los suyos en la lucha por la libertad y para señalar y acusar a quienes tiranizan al ser humano.
El optimismo de Miguel Hernández comienza a diluirse al comprobar la insensibilidad de Europa hacia el drama que se vive en España. Esto, unido al cruento espectáculo de un conflicto bélico que se dilata en el tiempo, le provoca un profundo desencanto que intensifica su vena antiburguesa. Pese a la alegría por el nacimiento de su primer hijo, la poesía hernandiana deriva hacia un progresivo pesimismo intimista, con lo que su fe en el hombre se va debilitando. A esta etapa pertenece El hombre acecha (1939), un volumen donde el poeta pasa de exaltar a los héroes a lamentarse por las víctimas. Su crítica no se dirige solo al enemigo sino al ser humano en general, como su nombre lo indica.
Al acabar la guerra, Miguel Hernández es detenido. En septiembre de 1939 sale de la cárcel y, arrastrado por el amor a los suyos vuelve a Orihuela. Allí, antes de ser encarcelado definitivamente, entregó a su esposa Josefina Manresa, el cuaderno manuscrito de Cancionero y romancero de ausencias, con poemas que comenzó a escribir en 1938 a raíz de la muerte de su primer hijo. Se trata de un libro inconcluso que se fue ampliando con poemas escritos desde la cárcel que los editores recogieron posteriormente. En esta obra, alcanza la madurez poética con unas composiciones inspiradas en la sencillez de la lírica popular y que abordan los temas más obsesivos de su mundo poético: el amor, la vida y la muerte, sus «tres heridas». La palabra “libertad” adquiere gran importancia en estos últimos poemas, en los que el poeta se muestra como un vencido, al igual que su pueblo.
En síntesis, el compromiso social y político de Miguel Hernández se percibe con nitidez en su voz poética, que exalta a los hombres que luchan por la justica, lamenta el dolor de las víctimas oprimidas y acusa a los exterminadores de la patria.